Columna Hacia un Santiago de calidad mundial el observador urbano: El Eje Bulnes, una imagen y un relato

Por Miguel Laborde, El Mercurio. (15/03/14)

El entorno de La Moneda ha recuperado su dignidad. Su belleza, austera y sobria, vuelve a poner en valor la importancia del Estado, de lo público, luego de un ciclo en que solo lo privado parecía renovarse.

El Paseo Bulnes del gobierno de Aylwin, La Moneda blanca de Frei Ruiz-Tagle, la Plaza de la Ciudadanía con su centro cultural en tiempos de Lagos, culminan ahora cerrándose un ciclo de transición.

Tiene fuerza ese entorno, tal como lo quiso el Plan Brunner. En el mundo germánico, donde nació el modelo, era clara su necesidad; para unir a protestantes y católicos, y a gente tan disímil como los guerreros prusianos y los románticos bávaros, en momentos en que el anarquismo amenazaba toda convivencia, era necesario un Estado poderoso y abstracto, que se elevara sobre las diferencias. De ahí su estética desnuda, uniforme, casi mental.

El gobierno de Bachelet quedó en deuda, pero ahora tiene una segunda oportunidad. El extremo sur de la Caja Cívica siempre ha estado en los pendientes, al borde del abandono; se exalta el Poder del Estado en el borde norte, reflejo del presidencialismo chileno, pero se atrasa lo que debiera representar a los ciudadanos.

También se niega ahí la relación con la naturaleza. El Parque Almagro es de arborización pobre y yace en descuido el pétreo monumento diseñado por Lorenzo Berg en homenaje a Pedro Aguirre Cerda. Esta semana se lanzó un libro de Ronald Kay en homenaje a esa obra, de siete piedras monumentales que se adelantan casi una década al land art de los años ’60 de Estados Unidos: “Los bloques son rudos, casi sin trabajo de la mano humana, son unos monstruos quietos, llenos de un dinamismo latente, hermético”, escribe el autor. En un texto adicional, Raúl Zurita agrega que “es el único monumento de Chile que está a la altura de sus paisajes”.

Ahora, en el concurso de ideas para el Eje Bulnes, cuyo desenlace veremos en estos años que vienen, una vez más ganó la propuesta de Cristián Undurraga, el mismo autor de las plazas de la Constitución y de la Ciudadanía. Él cumplió con las bases, que exigían ubicar un edificio como remate de Bulnes -en su caso, dos torres- en el Parque Almagro; pero es la ubicación exacta de la obra de Berg y, consciente de su valor, se ha declarado dispuesto a repensar ese lugar.

Berg estaba plenamente consciente de su creación. En un acto insólito, lúcido y sin antecedentes en los años 50, ideó la traída de gigantescas piedras en bruto, la mayor de 75 toneladas, para que emergieran en medio de la ciudad con fuerza casi volcánica. No se trata de un homenaje al caos primordial, sino una invitación a conciliar naturaleza y cultura: de ahí el espejo de agua para reflejar y unir a las piedras en un sereno “orden territorial”. Berg nos invita a contemplar nuestros paisajes, antes de actuar sobre ellos; no es parálisis, ni panteísmo, sino un actuar consciente: con-ciencia. Era y es un llamado a un compromiso ciudadano, a que los habitantes del país asuman la potencia de su privilegiada naturaleza y trabajen para aprender a habitarla.

Si La Moneda es el poder público por el norte, el Parque Almagro es la naturaleza y la ciudadanía por el sur. El Eje Bulnes -tarea que dejó el gobierno saliente al entrante- es el llamado a conciliar física y simbólicamente lo uno con los otros.

LA CAJA CÍVICA

Su belleza, austera y sobria, vuelve a poner en valor la importancia del Estado.