Columna Hacia un Santiago de Calidad Mundial: Sube la demanda de espacio en las calles

Por Miguel Laborde, El Mercurio. (01/04/13)

Carlos Zañartu, arquitecto chileno instalado en Barcelona hace décadas, profesional en el área urbana de esa ciudad, vino de viaje hace algunos años y, con unos amigos, le preparamos recorridos para observar los cambios en Santiago; uno de ellos en el sector oriente, caminando desde Presidente Errázuriz por Gertrudis Echenique, avenida por entonces mejorada con luminarias peatonales que invitaban al paseo, para llegar a El Bosque bajando por Isidora Goyenechea, la que por entonces estrenaba veredas anchas y cielo libre: todos los cables yacían bajo tierra.

La apreció en su valor pero, por lo mismo, quedó sorprendido: casi no había gente en las calles. Parecíamos caminar por el escenario de una película, de una locación, con todo listo para que entraran los actores. No era el Santiago que él recordaba, de los años 60.

Ahora salió la gente a la calle, finalmente, como si recién se hubiera terminado el toque de queda. Tal vez hubo una generación que se acostumbró a no salir, con más televisión y comidas familiares, o con amigos, pero en las casas, sin encontrarse en el espacio público. Y ahora llegó una generación, la siguiente, dispuesta a usar la ciudad.

Es un fenómeno no menor, especialmente si uno recuerda que la vida callejera moderna nació justamente en París con las luminarias que le dieron el nombre de “Ciudad Luz”, las que alumbraron sus bulevares para el paseo crepuscular, en tanto las tiendas rompieron sus muros para que los transeúntes pudieran ver sus productos iluminados en sus vitrinas. Se dice que ahí aparece el espíritu de la ciudad moderna al mejorar el espacio público.

Aquí y ahora, como suele suceder en Chile, la vuelta llegó con todo. Esa nueva generación que creció viendo más movimientos en las calles, numerosos restaurantes y cafés, variados barrios con carácter, más parques, se acostumbró a encontrarse y estar en la calle.

Históricamente, una ciudad donde se descubre la vida urbana, compartida y social, interactiva, ya no tiene vuelta atrás. A menos que haya hechos políticos o crisis económicas graves, esa cultura es una conquista que no desaparece más.

El problema es que ha sido de golpe: muchos más automovilistas y motociclistas, jóvenes en bicicleta y gente paseante de la tercera edad, más personas con mascotas, ancianos o enfermos en sillas de ruedas; más manifestaciones civiles y, simplemente, aumento de transeúntes.

No estábamos preparados para esta invasión; basta ver ciclovías muy mal diseñadas, algunas incluso peligrosas, o los roces a veces violentos entre peatones y ciclistas en las veredas, o algunos cortes de tránsito dominicales mal pensados. Además, y nos lo hace ver Elke Schlack, arquitecta UC con estudios de posgrado en Alemania -país con trayectoria al respecto-, en la revista ARQ Nº 85, la magnitud se fue de las manos.

La calle es la que permite la vida pública, la que facilita la convivencia, la sociedad civilizada, para así desplazarse pero también emplazarse en un lugar.

Nos pregunta Schlack si se abrirán manzanas para facilitar, como en ciudades europeas, el desplazamiento peatonal en su interior; si cambiarán las superficies pensando en los trotadores; si se modificará el perfil de las calles para acoger las demandas diversas; si cambiará la legislación chilena para liberar más zonas peatonales… Al final, la pregunta es si se está estudiando una estrategia proporcional a la magnitud del cambio en las costumbres urbanas en Santiago.

Más del espacio público actual en: www.laciudadviva.org

Estrechez

No estábamos preparados para esta invasión; basta ver ciclovías muy mal diseñadas, los roces entre peatones y ciclistas en las veredas, o algunos cortes de tránsito dominicales mal pensados.