¿Las ciudades ecológicas de bajo carbono son posibles? El ejemplo de Tianjin


Por Juliana Gutiérrez, Asesora académica de La Ciudad Verde. Investigadora colombiana, con enfoque especial en ciudades bajas en carbono. Cuenta con maestrías en Desarrollo Internacional de la Universidad de Corea, y en Proyectos Ambientales del IIFA en Madrid.

Las estrategias de “bajo carbono” “carbono neutro” “bajas emisiones” o “crecimiento verde” están siendo usadas con mayor frecuencia para el abordaje de soluciones que permitan mitigar el cambio climático. ¿Qué quiere decir esto? ¿Será sólo utopía?

Aunque no hay un consenso internacional sobre la definición de dichos términos, todos apuntan a describir estrategias de largo plazo que buscan un crecimiento económico resiliente climáticamente. Esto es, un desarrollo económico que no produce emisiones de carbono. Si bien esta definición suena contradictoria, porque es precisamente nuestro actual modelo de desarrollo económico el causante de las emisiones que afectan el clima, hay diversos ejemplos que demuestran que sí es posible.

Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, IPCC, las emisiones globales de gases de efecto de invernadero se generan en un 26% por la demanda energética (en su mayoría por el transporte), 19% por la actividad industrial, 17% por la deforestación, 14% por la agricultura, 8% por las edificaciones residenciales y comerciales y un 3% por la basura y la contaminación del agua. Dicha composición permite afirmar que deberían plantearse soluciones sectoriales que se integren a una sola estrategia de reducción de emisiones.

Así, surgen las estrategias de desarrollo de bajo carbono o bajas emisiones, como una respuesta a la mitigación del cambio climático desde un abordaje sectorial. A nivel político el término “Estrategia de Bajas Emisiones” (LEDS, por su abreviatura en inglés) se escuchó por primera vez en el año 2008, en el marco de la Convención de Naciones Unidas para el Cambio Climático, UNFCCC; posteriormente fue mencionado en los textos de acuerdo de Copenhague en 2009 y de Cancún en 2010, para referirse a un instrumento de planeación que los países podrían usar para lograr un crecimiento económico sostenible con bajas emisiones.

A nivel práctico, muchos países empezaron a formular y aplicar propuestas de trabajo en los sectores mencionados. Según la OCDE, en el 2010 por lo menos 46 países habían generado una estrategia de cambio climático que incorporara de alguna manera una estrategia de desarrollo bajo en carbono. (Podría decirse por el grado de implementación que los casos más avanzados en términos de resultados son Corea del Sur e Inglaterra, quienes han logrado mantener el crecimiento económico, aún incorporando dichas estrategias a su desarrollo de largo plazo).

Hasta aquí todo suena muy etéreo. Pero ¿de qué está hecha realmente una estrategia de desarrollo de bajo carbono? ¿Cómo puede esta adaptarse a un contexto local? o mejor dicho ¿cómo puede ejecutarse una estrategia de éstas en una ciudad?

Hay cuatro etapas básicas que son factor común en las estrategias existentes. En la primera, se determina la huella de carbono de la ciudad; en la segunda se plantea una visión que establece una meta de reducción de emisiones; en la tercera se implementa un plan de acción de bajo carbono para la ciudad; y finalmente, en la cuarta etapa se realiza el monitoreo y seguimiento al progreso del plan.

En esta ocasión voy a detenerme en la tercera etapa, que partiendo de la composición sectorial de las emisiones, puede ser un punto de partida para establecer el plan de acción de la ciudad. Dicha etapa debe abordar diversos componentes, de los cuales vale la pena destacar: 1) aumentar la eficiencia energética en los procesos industriales, 2) reestructurar la economía local en favor de negocios de bajo carbono, y promover el desarrollo de parques industriales de bajo carbono, 3) convertir las construcciones nuevas y las existentes en unas más eficientes energéticamente, 4) promover el transporte bajo en carbono aumentando el acceso al servicio público limpio y el transporte no-motorizado, 5) aumentar el porcentaje de generación de energía renovable, y 6) reducir los impactos del consumo.

Aunque es el país que más emisiones genera en el mundo, China es el mejor ejemplo de aplicación de dichas estrategias. Según el Duodécimo Plan Quinquenal de Desarrollo, el cual está en proceso de ejecución, para el 2015 el país tendrá 100 ciudades, 200 condados, 1000 distritos y 10.000 ciudades planeadas bajo el esquema de desarrollo de bajo carbono, enfatizando en el componente de eficiencia energética. Según la Sociedad China de Estudios Urbanos, desde el 2009, 276 de 287 ciudades con estatus de municipio han propuesto metas de bajo carbono.

Pero el tema no se queda únicamente en planeación. Un ejemplo concreto es la ciudad de Tianjin. En el ranking de las ciudades con más emisiones per cápita, ocupa el sexto lugar después de Hong Kong, Shanghái, Barcelona, Yakarta y Beijing y precede a Paris, Estocolmo, Tokio y Londres.

Con una población de 10.43 millones de habitantes, Tianjin es una de las ciudades pioneras en la construcción de ciudades ecológicas de bajo carbono, mientras mantiene un elevado nivel de desarrollo económico. Con seis iniciativas en proceso de implementación que involucran los componentes anteriormente mencionados, y una serie de actores internacionales, nacionales, locales, privados y públicos apoyando el proceso, Tianjin ejemplifica la posibilidad de generar un crecimiento económico resiliente climáticamente.

YouTube Preview Image

Si bien es prematuro hablar sobre los resultados finales del caso de Tianjin, vale la pena hacerle seguimiento y aprender de las experiencias positivas que puedan adaptarse en nuestros contextos.