¿Qué hacer con los perros callejeros?

Desde hace décadas, con diferentes políticas públicas se ha tratado de solucionar el problema cada vez mayor de la proliferación de animales callejeros.

Por Vanessa Días, noticia de El Mercurio

Cómo disminuir la población de perros vagos, principalmente de las calles del centro de la capital, y fomentar la tenencia responsable de mascotas es un problema de salud pública que lleva décadas sin ser resuelto.

En 1950, un editorial de “El Mercurio” advertía sobre los inconvenientes de seguridad e higiene que provocaba la “progresión alarmante” de estos animales. En ese entonces, la única vía de solución a la vista era la eliminación de los canes y se debatía cuáles debían ser sacrificados (algunos se inclinaban por aquellos “azotados por el hambre, maltrechos y desgarrados en frecuentes pendencias”) y qué método se emplearía.

Como los brotes de hidrofobia aumentaban en algunos barrios, urgía una solución. En diciembre de ese año, el Departamento de Aseo de la Municipalidad de Santiago recogió durante tres días 200 perros callejeros, de los cuales solo 17 tenían dueños, los que se presentaron a reclamarlos previo pago de la patente municipal y de la vacunación antirrábica de sus mascotas.

En 1953, el médico veterinario Enrique Mora señalaba que 6.348 personas habían sido sometidas a tratamiento antirrábico, versus las 1.400 de 1951. Estimaba que en Santiago existían 150.000 perros, y la mitad de ellos eran vagos.

Pronto comenzaron a surgir las voces en contra de la eliminación canina: en 1955 nace “Unión de Amigos de los Animales”, que creó la “Campaña Nacional contra la Crueldad”. Entre sus miembros había destacados personajes, como el escritor Benjamín Subercaseaux Zañartu, el senador Raúl Marín Balmaceda, el diputado Rafael Vives Vives y la regidora María Rodríguez de Parada. Su objetivo era detener el exterminio “cruel e innecesario de seres inocentes e indefensos”, según afirmaban en un inserto en “El Mercurio”.

El tema volvería en diciembre de 1973, a raíz de un nuevo brote de rabia en la capital. Se determinó (según el artículo 17 del Decreto 213) que todo perro que se encontrara en la calle, plazas o parques sería considerado “vago”, siendo recogido y sacrificado de inmediato por el Servicio Nacional de Salud. Para entonces existían 300 mil perros callejeros en Santiago. Además, se inició una vacunación masiva de aquellos animales que sí tenían dueños.

En 1976 se probaría otra estrategia: la entrega voluntaria de estos animales. Resultó un completo fracaso, al no cumplirse la meta de diez mil perros en los quince días de campaña. Se llegó solo a 1.800, y se volvió a optar por la exterminación.

La Intendencia Metropolitana anunció hace algunos días un plan para evitar la reproducción descontrolada de los perros vagos mediante la esterilización, además de fomentar una tenencia responsable, porque el problema, a fin de cuentas, lo genera siempre un dueño que abandonó a su animal.