Ciudades y la arquitectura del cambio climático

Por Juliana Gutiérrez, Asesora académica de La Ciudad Verde. Investigadora colombiana, con enfoque especial en ciudades bajas en carbono. Cuenta con maestrías en Desarrollo Internacional de la Universidad de Corea y en Proyectos Ambientales del IIFA en Madrid.

Las actividades humanas en las ciudades impactan de manera directa al cambio climático. Aquí cuatro razones por las cuales Kioto nos ha quedado en deuda.

La demanda energética, el modelo de desarrollo económico insostenible, el aumento de la población, el transporte y los procesos de urbanización, son algunos ejemplos que explican por qué las ciudades generan alrededor del 70% de las emisiones globales de CO2. Al mismo tiempo las ciudades son el lugar apropiado para reducir dichas emisiones. Sin embargo, el tema de la ciudad cómo actor relevante para mitigar el cambio climático, está aislado de la agenda de acción internacional que lidera el Tratado y Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC por sus siglas en inglés) y su respectivo protocolo: Kioto.

Dicha agenda comprende, entre otros, el compromiso de los países firmantes de reducir sus emisiones, establece metas específicas para los países industrializados y da origen al mercado del carbono para transar emisiones a través de diferentes modalidades. Este proceso que inició en 1992 con la creación de UNFCCC y se volvió operativo en 1997, a partir del nacimiento del Protocolo de Kioto (cuyo vencimiento sería en el 2012), ha sido evaluado de manera negativa por diferentes razones.

Primero, el protocolo obliga únicamente a los países industrializados (en el momento de la firma) a reducir sus emisiones. Corea, por ejemplo, en el 2005 ocupó el noveno lugar dentro de la OCDE como el país que más emisiones de CO2 generó; sin embargo al momento de la creación de Kioto, Corea no tenía estatus de país industrializado, y por lo tanto hoy, no está obligado a reducir sus emisiones.

Segundo, basado en el principio de la Convención de asumir responsabilidades compartidas pero diferenciadas, el protocolo recomienda a los países en desarrollo adoptar según sus capacidades, medidas “no obligantes” de adaptación y mitigación del cambio climático. Esto quiere decir que hoy en día, los llamados países emergentes como China e India no están obligados por Kioto y generan más emisiones de CO2 que algunos países desarrollados.

Tercero, Estados Unidos quien en el momento de la firma de Kioto era el país con más emisiones (hoy el segundo después de China), no firmó el protocolo por razones de seguridad nacional, entre ellas el alto costo que ello podía representar en la economía nacional.

Cuarto, después de la creación de los mecanismos de mercado que propuso el Protocolo, hoy el carbono se transa como cualquier otro commodity según la oferta y la demanda. Por ejemplo, la Unión Europea, Inglaterra, Nueva Zelanda, incluso Tokio y California tienen sus propios sistemas de mercado; y se encuentran en proceso de creación los sistemas de Corea, México, Brasil, Taiwán, China, India, Tailandia y Vietnam. No obstante, este sistema no garantiza que efectivamente se reduzcan las emisiones porque finalmente quien esté obligado a reducir y tenga los recursos para comprar los certificados de emisiones, simplemente los comprará. Adicional a esto, dicho sistema ha generado un nuevo esquema de negocios lucrativos, por ejemplo, si el carbono tiene un precio, quien tenga los certificados en el momento de un alza en la demanda, va a beneficiarse de la venta.

Si bien estas son razones de peso para hablar de la inefectividad del Protocolo, la Conferencia de las partes de UNFCCC (COP18) en 2012 en Doha decidió extender el protocolo de Kioto hasta el 2020. Aún así, un año antes, en Durban, la COP17 ya había decidido iniciar un proceso de discusión internacional para crear un nuevo tratado global para el 2015 que empezara a regirse después del 2020 cuando Kioto expirara y que lograra ser más efectivo. Este proceso es conocido como la Plataforma de Durban, en donde actualmente se discuten las posibles alternativas para crear un nuevo régimen de cambio climático.

Ante este panorama, reconocer el rol de las ciudades como actor relevante en un nuevo régimen de cambio climático es crucial. El nuevo protocolo que se encuentra en negociación debería incorporar las ciudades de una manera más dinámica para asumir responsabilidades y compromisos. Sin embargo, el problema de esto es encontrar una forma práctica de hacerlo.

No obstante, existen en el mundo distintas iniciativas lideradas por ciudades que vale la pena analizar y que pueden constituir un punto de partida para incorporar a las ciudades en un nuevo régimen de cambio climático. Por ejemplo, el C40, es una red de 63 grandes ciudades que están desarrollando e implementando políticas y programas que reducen emisiones y el riesgo climático, desde el año 2005. Adicionalmente, diferentes ciudades están adoptando estrategias de bajo carbono como alternativa de desarrollo; por ejemplo el caso de la construcción de eco-ciudades y ciudades bajas en carbono en China como parte de su Plan Quinquenal de Desarrollo 2011-2015. Dicho plan busca transformar el actual modelo de crecimiento económico, en uno que permita la reducción de emisiones y la eficiencia energética en las ciudades.

A manera de reflexión, ¿de qué forma puede su ciudad contribuir al abordaje global del cambio climático?