Columna de Opinión: “Mejor ciudad para las ciclistas”

Por Miguel Laborde, El Mercurio. (15/06/13)

Hacia un Santiago de calidad mundial el observador urbano

“Las bicicletas son para el verano”, se llama una película española, lo que es casi cierto en gran parte de Europa; sus crudos inviernos, con nevazones y pavimentos resbaladizos, limitan el placer de circular en dos ruedas en esa estación. Afortunadamente, para quienes allá han organizado su vida de esa manera, las ciclovías, con barrenieves que las despejan de madrugada, permiten que incluso en ciudades escandinavas circulen ciclistas con ropa térmica acolchada dispuestos a soportar una caída o un golpe.

Ámsterdam, Copenhague y Utrecht encabezan el ranking Copenhagenize 2013 de las ciudades mejor adaptadas a las bicicletas, un tema fundamental para las mujeres, cuya disposición al riesgo es más baja. Su necesidad es, sin embargo, más alta; desde que aparecieron, estos vehículos fueron un símbolo de libertad, especialmente para las jóvenes que a veces enfrentan abusos más o menos flagrantes en el transporte público.

No es casual que las ciclistas chilenas hayan impulsado organizaciones propias, como Macleta, donde ofrecen capacitación para circular con más seguridad; incluso, para una madre llevando un niño, lo que requiere un estándar más alto. Luego de que su escuela fuera premiada con un Visionary Award, Macleta será la única entidad civil de América Latina con ponencia en la Velo-2013, que se celebra esta semana en Viena. Su título es indicativo: la imagen corporal femenina en el espacio público.

La cultura es relevante; como ha dicho el doctor Ricardo Uauy, lamentando el mayor sedentarismo escolar femenino, el canon indica que “las niñas no deben transpirar”. Esto aleja a algunas que quisieran usar la bicicleta con más frecuencia o en viajes más largos: no quieren llegar a ciertos lugares con el rostro rojo.

Son prejuicios, que generalmente el tiempo se encarga de borrar. Basta con recordar que en la Antigüedad las mujeres públicas estrenaron la pintura de labios y de ojos, sin imaginar que, con el tiempo, serían imitadas a lo largo y ancho de todo el mundo. Un rostro femenino congestionado debiera ser un símbolo de salud y deporte, o de trabajo físico.

En veinte años, de 1990 a 2010, se triplicó en Santiago el número de vehículos motorizados en circulación, lo que nos hizo conocer la congestión. Dentro del periodo comenzó a operar el Transantiago, un desastre en su inicio, lo que sumado a una cultura más física hizo explotar el fenómeno ciclístico. Una crisis que aceleró ese cambio, y sería una desgracia que, por las razones que sea, nuestra capital no logre, como Bogotá por ejemplo, pasar del 1% al 4% de los viajes por ese medio de transporte; o como Sevilla, que el año pasado subió al 7%.

Donde tenemos espacio para crecer es justamente con las mujeres que, todavía, son el 20% de las usuarias en Santiago. La industria ha reaccionado con bicicletas livianas y plegables, además de indumentarias y protecciones adecuadas; el resto, es construcción de mejor infraestructura.

Ha sido una “larga carrera”, la de las mujeres hacia esta forma de libertad. Los cambios se perciben al revisar una lista de sugerencias en un antiguo reportaje de prensa, de fines del siglo XIX en Estados Unidos: no se desmaye en la calle, no use ropa ajustada, no rechace ayuda si va cuesta arriba, no salga sin escolta masculina cuando está oscuro, no lleve a su perrito, no grite si se encuentra con una vaca, no deje su dorada cabellera colgando en la espalda, no aparezca en público hasta que maneje bien y no se imagine que todos la están mirando…

De todo sobre bicicletas en Chile en: www.bicicultura.cl

Mujeres en dos ruedas

La industria ha reaccionado con bicicletas livianas y plegables, además de indumentarias y protecciones adecuadas. Lo que se requiere es construcción de mejor infraestructura.