6 casos exitosos de librerías comunitarias que promueven el acceso a la lectura

Hace un tiempo les mostramos que en Nueva York se habilitaron librerías públicas en las cabinas telefónicas en donde los transeúntes podían tomar un libro y donar otro con la única condición que una vez leído lo devolvieran para que otra persona lo tomara prestado. Este tipo de biblioteca se ha replicado como intervención en otros países con el objetivo de promover el acceso libre a la lectura.

En la reciente Bienal Internacional de Diseño, realizada en Saint-Étienne, en Francia, se expuso Livre Exchange, una instalación que sigue esta tendencia. Diseñada por Didier Muller, miembro del colectivo francés House Work, el proyecto consistió en colgar de los árboles cajas transparentes con libros en su interior.

Más info y otros casos de librerías públicas después del salto.

La colección de pequeñas casas fue diseñada por Nathalie Faessel para que actúe como un refugio para los libros en caso que llueva. Al igual que la intervención hecha en Nueva York, la única regla era que los visitantes tomaran un libro mientras estuviesen en el parque y lo devolvieran, aunque fuese en otra caja, una vez que terminaran su paseo.

La intervención de Muller también permitía a las personas que quisieran quedarse con un libro que lo hicieran, siempre y cuando dejaran uno propio. La aceptación de esta librería por parte de los vecinos radicó, según sus diseñadores, en que trabajaron con materiales que no resultaron ser tan invasivos con el parque, como lo son las cajas acrílicas y las cuerdas verdes que se mezclaban con los árboles.

Este proyecto se enmarcó en el tema central de esta versión de la bienal que fue afianzar la empatía de los ciudadanos con su ciudad, construyendo sus espacios públicos entre todos.

The Little Free Library en Australia. © BookusBinder, vía Flickr.

Pero este no es el caso más reciente de estas intervenciones. De hecho desde 2009 ya se han creado varias librerías de este tipo, las que incluso han sido construidas por los mismos ciudadanos, quienes han seguido los consejos del grupo estadounidense Little Free Library, creado por Todd Bol y Rick Brooks en Wisconsin, EE.UU.
Su objetivo es acercar la cultura a las personas que están alejadas de los centros urbanos y fomentar ciertos valores comunitarios.
Para montar una de estas librerías, los precursores de este proyecto motivan a quienes se quieran sumar a esta iniciativa a que construyan los soportes con materiales amigables con el medio ambiente y que idealmente ya hayan sido utilizados.

The Little Free Library en Haití. © BookusBinder, vía Flickr.

Cuando las nuevas cabinas ya están construidas y con libros disponibles, sus creadores, que puede ser cualquier vecino, las pueden agregar a un mapa interactivo de la página, para que los habitantes encuentren la librería más cercana a sus casas.
Para que los libros vayan rotando y los lectores siempre tengan a mano nuevos contenidos, los libros de las distintas bibliotecas son cambiados entre sí y permiten que cada vecino done los que quiera. Actualmente, Little Free Library agrupa bibliotecas públicas en Australia, Angola, Colombia, Estados Unidos, Haití, India, Japón, México, Pakistán, Qatar y Uganda, entre otros, las que están georeferenciadas en el mapa.

Siguiendo el ejemplo de las cabinas telefónicas en Nueva York, la compañía británica British Telecom, operadora de las clásicas cabinas rojas, decidió no retirar algunas de ellas que están en zonas más despobladas con el fin de destinarlas a los grupos comunitarios que quisieran convertirlas en librerías públicas.

En Holanda, se dispuso un gran contenedor sobre un camión para acercar los libros a las comunidades que no tienen los recursos económicos para construir una biblioteca permanente. Ideado por el arquitecto Jord den Hollander, BiebBus funciona como una biblioteca infantil móvil que cuenta con una biblioteca en el primer piso y con una sala de lectura en el segundo.

© Ediciones Corregidor, vía Flickr.

En Argentina, el artista Raúl Lemesoff también creó una biblioteca móvil y pública, llamada “Arma de Instrucción Masiva”. Ésta fue construida a partir de un Ford Falcon de 1979 que fue equipado con estantes y 900 libros. Con su librería, Lemesoff ha recorrido todo el país y espera llevar su proyecto a los barrios de Perú y Bolivia.

En un costado de la calle Otets Paisiy, una de las principales avenidas de Plovdiv, en Bulgaria, se dispuso un viejo trolebús que fue rescatado para ser convertido en la biblioteca Otets Paisiy Trolebús. Diseñado por la firma local Studio 8 1/2, fue creado no sólo para fomentar la lectura, sino para revitalizar esta zona de la ciudad. Su interior se habilitó con cómodos lugares para leer algunos de los 600 libros que contiene.

Hace 55 años por la calle pasaban trolleys, pero actualmente es un paseo peatonal, lo que ha incrementado el interés de los habitantes por conocer este nuevo formato de librería.

Con la creación de estos nuevos lugares de lectura ha aumentado el interés de los habitantes por desarrollar iniciativas comunitarias que revitalizan los espacios públicos. Asimismo, permiten que elementos que para algunos ya estaban en desuso vuelvan a alargar su vida útil con una misión educativa y democratizadora como es ampliar el alcance de la lectura, sobre todo en los lugares más apartados.