El Santiago indígena

Hacia un Santiago de calidad mundial el observador urbano.

Por Miguel Laborde, El Mercurio

Es una revolución cultural. En sólo diez años, entre el censo de 2002 y el nuevo, se duplicaron los chilenos que informaron ser indígenas, superando el millón 700 mil personas (almas, se decía en la Colonia).

Por más de un siglo y medio no se les reconoció su plenitud cultural y espiritual, por lo que preferían ocultarse. Ahora, aparecen en el escenario destacando en primer lugar los mapuches de la Región Metropolitana: 566 mil.

Lento ha sido el proceso de reconocimiento, pero al fin avanza. Poco y nada son las esculturas urbanas que los representan, básicamente del Santa Lucía y de la Plaza de Armas.

El Cerro Blanco está más cercano al ideal, como espacio representativo de nuestros habitantes precolombinos, porque ya en esos tiempos fue un sitio ritual.

Intuían los indígenas locales -¿o lo leían en las piedras?- que éste había sido parte de ese brazo de los Andes que baja al valle, antes de quedar aislado como cerro-isla. Entendían que es un regalo de la montaña, uniendo el lugar de los dioses, allá arriba, con el humano de aquí. Colocaron en su ladera norte, la cara que mira el sol, sus piedras tacitas.

Pedro de Valdivia e Inés de Suárez se detuvieron en él, admirando la meseta que encabeza, apta para una ciudad; pero, ya sabemos, los indígenas no aceptaron la idea y debieron instalarla al sur del río. Como era la mejor llanura del valle, el conquistador se la asignó a sí mismo, aunque años después se la cederá a su compañera. La ermita de doña Inés, en lo alto del Cerro Blanco, será el origen de la iglesia que luego se levanta a los pies de éste -La Viñita-, y que se convertiría en el primer templo católico elevado en Chile.

Ese sector siguió su destino propio, una Chimba casi rural, al otro lado del Mapocho; por eso es que cuando vino la crisis católica y se buscaron terrenos retirados (“recoletos”) para recobrar la fe, aquí ubicaron los suyos dominicos y franciscanos. Seguía siendo un lugar de experiencias espirituales.

En el pequeño templo que representó la primera Viñita, se fundó la Cofradía del Santo Rosario, la más antigua de Chile, que le dio su nombre a la actual avenida Santos Dumont. Con el tiempo éste fue abandonado y años después se debió levantar una iglesia nueva, la actual, en cuyo interior está la Virgen de Monserrat, que según la tradición es de 1574.

Su historia también nos lleva al mundo de las etnias locales. Estando dormido un indígena, habría tenido una aparición de la Virgen; luego, al ir a cortar leña, en un tronco vio la misma imagen.

A fines del siglo XIX, todavía recordaba monseñor Crescente Errázuriz las procesiones de indígenas católicos por las calles de Santiago, cantando en su lengua los himnos.

Estamos recuperando la historia y ello se hace visible en la ciudad. Ahora podemos ver en una ventana un letrero que avisa que allí “se enseña mapudungún, la lengua mapuche” y, más allá, en el Barrio Lastarria, un afiche que ofrece clases de idioma y cultura mapuches.

En Cerro Navia, con su alta población de esa etnia -13 mil-, cultivo de la medicina herbolaria y Parque Ceremonial Mapuche, se dan las condiciones para incluso tener una comuna completa con ese factor de identidad.

Padres y madres mapuches, ahora de nuevo, están demostrando interés en transmitir su lengua a los hijos, ese hilo ancestral que casi se rompió en la generación anterior.

Para cerrar el ciclo, luego de tanto choque y desencuentro, el Cerro Blanco podría ser el lugar que simbolice esta nueva cultura.

Portal de los pueblos originarios:www.beingindegenous.org .

CERRO BLANCO
Estamos recuperando la historia y ello se hace visible en la ciudad. El Cerro Blanco podría ser el lugar que simbolice esta nueva cultura.