Una escisión del tiempo: Demolición del patrimonio edilicio en Buenos Aires

Por Dr. Arq. Guillermo Tella, Doctor en Urbanismo y Arq. Gustavo Diéguez

La reciente demolición del bar O’ Rondeman en el barrio de Abasto de la Ciudad de Buenos Aires constituye un caso testigo que encierra problemáticas cruzadas. El interés se centra en la puesta en escena de situaciones de tensión instaladas y que ponen en evidencia la complejidad de la problemática abordada en la que conviven diferentes intereses en pugna. Preservar el patrimonio cultural o abrir paso al desarrollo inmobiliario representan los paradigmas que se discuten y en esa puja los diferentes actores toman posición y accionan en consecuencia, con manifestaciones territoriales concretas que impactan sobre el carácter público del espacio.

Un bar protegido y aún así… demolido

En el salón del bar O´Rondeman, Carlos Gardel se inició como intérprete. Allí conformó su dúo junto a José Razzano. Sus habitaciones de la planta alta alojaron a artistas diversos desde la década del ´10. El edificio había sido protegido al igual que los lotes anexos al antiguo Mercado del Abasto en un polígono que conformaba una de las tantas áreas de protección histórica que la ciudad posee, cada vez en mayor número.

Repentinamente, una reglamentación que no tuvo mayor difusión pública dictaminó la desafectación de la protección histórica a todos los inmuebles de la mencionada área. Un par de meses después, el edificio histórico ya no estaba en pie. Es entonces cuando se pone de manifiesto la interrogación acerca del rol de las áreas urbanas, su cumplimiento y las prerrogativas institucionales para su modificación.

La presión ejercida por los desarrolladores inmobiliarios para este tipo de situaciones se vale del grado de “perjuicio” al que se sienten sometidos los propietarios de inmuebles afectados por la protección patrimonial, sin contemplar ni poner en juego a la ecuación que articula estratégica y económicamente a los bienes patrimoniales. Un grupo numeroso de entidades públicas y privadas locales comenzó desde aquel desafortunado hecho una campaña de difusión, concientización y acción ciudadana para revertir la situación.

En ese momento no hubo respuesta. En la actualidad, las autoridades se comprometieron a volver atrás la medida tomada. El área volverá a estar protegida. Sin embargo este episodio acerca muchas preguntas y aporta datos para una reflexión sobre el presente y el futuro de los bienes patrimoniales de la ciudad en función de la participación pública en el desarrollo urbano.

Los últimos meses del bar O’Rondeman

El ejemplo citado parece ajustarse a las condiciones narrativas de un relato literario clásico. Es una historia que resume el posible proceso biológico de aquellas obras y construcciones urbanas que guardan valores memorables. El caso condensa todas las etapas del “ciclo vital”, muchas de las cuales se han precipitado en cuestión de días: 1) construcción, 2) vigencia, 3) olvido, 4) abandono, 5) ruina, 6) reconsideración mítica, 7) ocupación precaria, 8) definición en la normativa urbana como área de protección histórica, 9) desafectación de la protección patrimonial, 10) demolición, 11) construcción de obra nueva en el lote, 12) protesta vecinal y 13) supuesta re-afectación como área de protección histórica.

Sin embargo, y lejos de considerar este relato como una historia completa y finalizada, es necesario situarse en cada una de las etapas del ciclo para observar en el interior de la contingencia temporal las diferentes decisiones y omisiones. De la etapa 1 a la 7 trascurrieron cien años. Durante el 2003 se incluyó a las nuevas áreas de protección históricas de la Ciudad de Buenos Aires. Entre la etapa 9 y la 13 pasaron solo seis meses.

Sin lugar a dudas, aquella fase del proceso enumerado que queda más expuesta -por su violencia práctica y por las consecuencias visibles-, es la decisión política del retiro de la protección histórica que desencadenara esos seis meses de episodios sucesivos. Una decisión de tal naturaleza sólo puede ocurrir ante un interés o mecanismo de presión concreto.

La disposición dictada deberá considerarse como un hecho accidental si es que se quiere llegar hasta alguna cuestión de fondo. En ese caso, el primer aspecto estructural que surge es el relacionado con el nivel de representatividad de las decisiones de acción urbana y el grado de participación de la ciudadanía en la concepción de la imagen de la ciudad como construcción colectiva.

La reflexión sobre cambios normativos en una ciudad dinámica como Buenos Aires aparece como una oportunidad para la participación ciudadana, pero sólo si el tema se instala como una necesidad; si se constituye realmente como de interés para la sociedad la producción de canales de discusión acerca de la apropiación colectiva de los temas referidos a las formas urbanas, su apariencia y su dialéctica con lo funcional; si el ciudadano puede incorporarse a estos temas de política urbana. Es necesario asegurar que esta no parece ser una conducta de carácter espontáneo.

El ejemplo de las divergencias en la conceptualización acerca del modelo de ciudad posible puede comprobarse en una anécdota clara que ocurre dentro de las mismas dependencias de gobierno que, por definición, se propone llevar adelante una política urbana con unidad de sentido.

A varios meses de la demolición estos datos aún conviven en el mismo espacio de difusión de las acciones de gobierno. Resulta oportuno reconocer al Código de Planeamiento Urbano como la herramienta que hoy permite condensar una imagen de ciudad a partir de la forma edificada. Si bien en la actualidad es el elemento más preciso en términos de una discusión sobre la ciudad, no ha sido una pieza inalterable sino que fue incorporando modificaciones para las diferentes áreas.

Sin embargo, depositario y contenedor de teorías urbanas y de un modelo urbano, a la vez no alcanza -por su mismo carácter técnico y normativo- a ser considerado una herramienta pública para la construcción colectiva sino como una herramienta de la esfera privada para el desarrollo inmobiliario, que actúa en tensión permanente con aquellas definiciones más próximas al patrimonio público como las áreas de protección histórica.

También es preciso señalar que si bien la normativa y las dependencias administrativas y de ejecución llevan adelante, cada vez más rigurosamente, una tarea instrumental de ordenamiento en función de la construcción del conjunto general de las manzanas a partir del lote, no son institutos implementados para actuar como un monitor didáctico para la ciudadanía, como una herramienta de información pública de la imagen de la ciudad en su conjunto y menos aún como un elemento de comunicación que dé cuenta de los procesos urbanos y sus transformaciones.

Lo que ciertamente deja este Código como indicio para interpretar el rol ciudadano en temas específicos del patrimonio edificado es la alternativa del ejercicio colectivo a través de la presentación de iniciativas propuestas por entidades representativas y organizaciones vecinales activas. Las acciones de organización civil y demás experiencias sociales surgidas a partir de la crisis institucional del 2001 han sembrado un camino de reflexión acerca de las verdaderas preocupaciones ciudadanas y la capacidad de organización por fuera de la esfera estatal.

Los primeros cien años del bar gardeliano


Durante la primera década del siglo veinte, en la esquina de Agüero y Humahuaca, se construyó este edificio de dos plantas que sirvió como bar y lugar de recreación para los trabajadores del Mercado de Abasto. La Sociedad Anónima Mercado de Abasto Proveedor comienza sus actividades en 1893. En pocos años la zona comenzó a poblarse de estos espacios que abastecían las necesidades de la multitud que vivía de la actividad del Mercado.

El inicio de la carrera artística de Carlos Gardel ocurre en este contexto. El veloz desarrollo de una cultura como la del tango en tan corto lapso coincide con el desarrollo de Buenos Aires como metrópolis. La transformación de una cultura del suburbio en una cultura urbana demoró lo mismo que la zona de Abasto en quedar integrada a la trama central de la ciudad.

Desde la década del cuarenta comienza a producirse una gradual transformación de usos debido a la ocupación funcional de las zonas aledañas con actividades propias de la dinámica del mercado, tal como los depósitos maduraderos de fruta, con el consiguiente desplazamiento del equipamiento recreativo y parte de la población hacia nuevas periferias. Poco a poco la actividad concentradora del mercado comenzó a perturbar el funcionamiento de una ciudad que extendió sus construcciones.

Las adyacencias del mercado quedaron entonces en una zona gris entre el nuevo tejido urbano habitado de acuerdo a las convenciones asumidas para los nuevos barrios de la ciudad y el tránsito cotidiano de los camiones en su carga y descarga de productos. La zona entra entonces en una progresiva degradación edilicia, sumada al asentamiento y al crecimiento de la marginalidad, luego que el Mercado comenzara su lento proceso de traslado hacia la nueva periferia de Buenos Aires a finales de la década del setenta.

Ese fenómeno de construcción masiva e irrepetible en Buenos Aires pudo comprenderse casi un siglo después. La pérdida de piezas urbanas comienza a ser objeto de lamentación pública, desde que el proceso de metropolización ha tomado un cierto reconocimiento en favor de su singularidad.

A su vez, y en coincidencia con la reapertura hace diez años del edificio del Mercado como centro comercial, se ha comenzado a rescribir una historia mítica del Abasto que acompaña a las narraciones que por diferentes motivaciones buscan reencontrar la vigencia del lugar desde su historicidad y su valoración cultural. Esta valoración histórica es más reciente de lo que parece. Para el caso de O´Rondeman podrá decirse que es incomprobable si se le suma la pérdida patrimonial y simbólica relacionada con el mito cultural de Gardel, aún dentro de la posibilidad irónica de una reconstrucción.

El hecho de la demolición del edificio, sobre todo porque ha sido acompañada por la desprotección desde una dependencia estatal, puso en segundo plano otro problema estructural no menos atendible como el real estado de decadencia de las edificaciones que han caído por el paso del tiempo y el abandono. O´Rondeman también constituye en ese sentido una figura simbólica. Es un edificio representativo de la degradación edilicia del área y su proceso de deterioro de alrededor de cuarenta años.

La pérdida patrimonial en primera instancia ha nacido de la voluntad de los propietarios que no han puesto en su balanza cuestiones relativas al valor en términos amplios. Es por eso que una estrategia ofrecida como solución por algunos funcionarios relacionados con el patrimonio histórico es dotar de mayores valoraciones prácticas a los propietarios de bienes catalogados patrimonialmente.

Patrimonio edificado vs. desarrollo inmobiliario


En el Abasto se plantea en la actualidad un desafío en relación con las posibilidades de interpretación temporal de los signos dejados por ese proceso histórico de degradación que lo caracteriza tan fuertemente desde lo físico. Estrategias divergentes, aún sin un proyecto común que las canalicen, buscan acercar soluciones a esta situación.

Lo cierto es que cualquier estrategia que se apoye en estas lecturas sobre el pasado depositado en la ciudad visible del espacio público, no deberá dejar de lado la dimensión social expresada en el presente de la ciudad invisible detrás de las fachadas que, desde diferentes intereses -de propietarios a ocupantes- y por circunstancias antagónicas, no se ha apropiado de la imagen futura de la ciudad prefigurada por las normativas urbanas.

En consecuencia, a partir de un caso particular de estudio, como lo es la demolición de uno de los más tradicionales bares de Abasto -aquel en el que a Carlos Gardel se le “pianta un lagrimón”-, se logra cristalizar una serie de procesos latentes que entran en situación de tensión. Por un lado, la presencia de un stock patrimonial que atesora una gran porción de la historia del lugar. Por otro, una fuerte demanda de sustitución edilicia para albergar a nuevas funciones.

Y entre medio, situaciones de conflicto planteadas por las diversas comunidades locales que pujan por preservar sus derechos adquiridos y la puesta en escena de estrategias políticas tanto ascendentes como descendentes, que oscilan entre la consagración de un proceso de gentrificación y el fortalecimiento de la diversidad sociocultural.

De manera que tres parecieran ser las dimensiones de análisis que se abren: el papel que han jugado los distintos actores a través de tiempo -y que hoy juegan-; la instalación de micropolíticas y acciones asociativas de recuperación de la identidad; y, finalmente, las mutaciones de significación que ha sufrido en esta instancia el espacio público como ámbito de soporte de prácticas sociales.

Dado que muchas áreas de valor patrimonial atraviesan agudos procesos de fragmentación, de exclusión y de segregación social, es indispensable fortalecer las relaciones de vecindad, ofrecer nuevas oportunidades a la población y recuperar aquellos valores sociales en pugna.

(*) Versión adaptada de trabajo presentado en el VIII Congreso Internacional de Rehabilitación del Patrimonio Arquitectónico, en la ciudad de Salta (Argentina).