Los mapas y la construcción de diferencias en la ciudad ¿Se institucionaliza un discurso segregador?

Por Jorge Omar Amado Licenciado en Urbanismo y diplomado en ciencias sociales por la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), Buenos Aires, Argentina.1


“Los mapas más decentes son colecciones de pequeñas mentiras” – Mark Monmonier

A lo largo de la historia el ser humano se ha valido de la elaboración de mapas para representar distintas dimensiones del contexto socioespacial que lo circunda, haciendo foco en temas específicos y con objetivos definidos. La construcción de un mapa se realiza con el fin de suministrar información y examinar situaciones a través de la ubicación y distribución espacial de determinados datos con un interés particular. Esto nos habla de una construcción social, por lo tanto de una interpretación subjetiva e intencionada.

A partir de que las ciudades comienzan a convertirse en objeto de estudio para numerosas disciplinas científicas, se incorporaron análisis espaciales tanto de los fenómenos naturales como de las características, actividades y relaciones sociales observadas en el territorio. Es así que los mapas se convierten en poderosas herramientas para conjugar una cantidad y diversidad notable de información en forma de imágenes. En este sentido, es interesante observar como el hecho de espacializar datos de una realidad contingente mediante herramientas estáticas puede presentar conflictos en relación al tipo de datos utilizados, la forma de representarlos, la realidad que se intenta mostrar y los resultados obtenidos.

Mediante la creación y utilización de mapas la ciencia se ha dedicado a construir escenarios y legitimar discursos basados en esos análisis espaciales que se instituyen como representantes de la realidad y se auto pronuncian como imparciales, precisos y objetivos. Sin embargo, como en la formulación de toda descripción, el mismo hecho de realizar un mapa implica delimitar, acotar, definir y categorizar, lo que muchas veces se traduce en una tendencia a estigmatizar, segregar y restringir. A la vez que describe, el mapa se convierte así en instrumento que legitima y sienta las bases para que un escenario sea reproducido y aceptado como la realidad.

A partir de estas reflexiones surgen algunas cuestiones interesantes de plantear al analizar situaciones sociales mediante mapas: ¿Qué tan precisos y neutrales son los mapas? ¿Constituyen una realidad objetiva, posible de ser verificada en el territorio? ¿En qué medida los mapas y los relatos derivados de ellos contribuyen a imponer y legitimar discursos y procesos; tanto como a definir y estigmatizar lugares y actores? ¿De qué manera un mapa construye por su propia cuenta un escenario determinado e intencionado? ¿Qué papel juega la descripción, como relato, de esas representaciones? ¿Qué recaudos debemos tener al interpretar mapas? Consideramos que estos puntos son importantes de examinar a la hora de incorporar representaciones territoriales al estudio de procesos y fenómenos urbanos, tendiendo en cuenta la estrecha relación entre las dimensiones físicas y sociales que implican.

El problema de representar lo social

Como hemos mencionado, entendemos que el mapa es una construcción social, por lo que supone un sesgo marcado de subjetividad. En este sentido, varios autores consideran que los mapas son sólo una manera, entre muchas otras, de presentar la información. Se trata de una convención social compuesta por diferentes códigos que adquieren significado sólo en relación con otros códigos; producido y definido bajo un contexto determinado. En última instancia, un mapa tendrá las características que su creador quiera imprimirle y la información del mismo estará dirigida intencionadamente.

Realizar un mapa implica sintetizar y confinar situaciones complejas y en constante movimiento en una especie de estampa inerte y estática. Por el contrario, un mapa debe ser dinámico y flexible poder abarcar la complejidad social con su multiplicidad, heterogeneidad, interconexión y movilidad; sumado a las constantes modificaciones a nivel micro que se suceden en la sociedad.

La dificultad de poder representar la realidad sobre un plano bidimensional no sólo remite a las cuestiones sociales, sino que la representación geográfica desde sus orígenes implicó formas y cambios difíciles de ser expresados sin deformar esa realidad. En el caso de interpretaciones sociales, el problema se centra en intentar fragmentar y acotar situaciones entendiendo esa realidad como un producto final, olvidando que la sociedad se reproduce mediante diversos procesos en movimiento constante.

Fuente: http://www.slideshare.net/Ignacio/la-representacion-del-mundo

La construcción de un mapa estará ligada a cierta deformación de la realidad, generalmente intencionada y con fines determinados. En la imagen se aprecia la proyección de Mercator y como la misma amplía las regiones septentrionales trastocando la realidad.

En general, los modelos tradicionales de diagnóstico y análisis urbanos basados en mapas suelen destacarse por determinar áreas homogéneas y caracterizarlas como “buenas” o “malas” según diferentes criterios y variables. Este método, sin embargo, puede ser contrapuesto (o complementado) por análisis menos definitivos y absolutos.

Desde un abordaje menos restrictivo podemos considerar al mapa como una interpretación del territorio atravesada por distintas dimensiones de análisis y que a la vez sirve para “recorrerlo” de diversas maneras. La riqueza de un mapa estará dada, entonces, en tanto permita que cualquier punto dentro del mapa pueda vincularse con cualquier otro punto. Un análisis de este tipo, aplicado al territorio, nos permite sortear de alguna manera las dificultades que se encuentran al intentar definir, sesgar y confinar aspectos sociales.

La cuestión aquí sería buscar la forma de construir mapas donde la posibilidad de cambio, movimiento y contacto no sólo esté aceptada, sino que sea parte inherente, activa y determinante de la herramienta de interpretación, sin olvidar que en algunas instancias la precisión cartográfica puede tomar un segundo lugar ante las consideraciones ideológicas subjetivas.

Con todo, la subjetividad por sí misma no implica un problema para la elaboración y lectura de un mapa, siempre y cuando sea considerada concientemente como parte constitutiva del mismo. Por el contrario, puede ocurrir que en algunos casos la utilidad de los mapas provenga de su sesgo y subjetividad. Lo importante entonces es que los mapas sean explícitos en relación a la elección de sus datos y la manera en que los representan.

En este sentido, las distorsiones, los errores y omisiones que pudieran existir deberían ser declaradas para que los destinatarios estén atentos a lo que pueden o no recibir de ellos. Asumiendo que la subjetividad es intrínseca a la construcción de un mapa y una vez advertido de ello, el lector conciente estará capacitado para utilizar los mapas como una de otras tantas herramientas disponibles desde la cual analizar la realidad.

Los mapas como instrumentos de legitimación discursiva y segregación socioterritorial

En general, los mapas elaborados en ámbitos académicos y científicos son considerados neutrales y fieles a la realidad. Sin embargo, como hemos notado, no son otra cosa que visiones sesgadas y a la vez totalizadoras. Así, la utilización discrecional de estas representaciones reviste un riesgo: la percepción de la realidad ya se encuentra asimilada, ha sido pasada por un tamiz subjetivo, atravesada por una ideología y orientada a ciertos objetivos.

Vivir en los diferentes lugares de la ciudad será entonces vivir en las categorías que definen los mapas, en una representación relativa, atravesada por una fuerte carga simbólica que arroja al individuo hacia los bordes de un mundo construido intencionadamente para él y de cuya construcción él también forma parte. Esta construcción se presenta con un marcado criterio de desvalorización y exclusión, legitimado por los discursos institucionalizados y plasmado en la representación cartográfica que se encargará oportunamente de resaltar esas diferencias, espacializarlas, caracterizarlas, definirlas y catalogarlas de acuerdo a ideologías, valores y categorías precisas.

Con sus “mapas sociales” el arquitecto argentino Horacio Torres fue precursor del mapeo de datos estadísticos, delimitando zonas en diferentes áreas de la Región Metropolitana de Buenos Aires y caracterizando su periferia. A pesar de su rigurosidad cuantitativa y su utilidad relativa, esto implica la construcción de diversos significados y límites simbólicos, así como la legitimación de un discurso que segrega grupos y espacios.

Fuente: TORRES, Horacio (1978), “El Mapa Social de Buenos Aires en 1943, 1947 y 1960. Buenos Aires y los modelos urbanos”. En: Desarrollo Económico 8(70), Buenos Aires: IDES.

Observamos en esas construcciones la emergencia de un simbolismo atribuido a las diferentes áreas de la ciudad que aparecen definidas en gran medida por los sectores sociales que habitan en ellas y que construyen el territorio en la medida de sus necesidades, posibilidades y perspectivas. Por su parte, el territorio entendido como recurso y como producto, con diferentes cualidades geográficas (físicas) y sociales (simbólicas), se distribuye entre los diferentes grupos sociales de acuerdo fundamentalmente a la capacidad económica de acceder al mismo.

La representación simbólica del espacio

Con este tipo de análisis se nota como el lugar de residencia es capaz de definir posiciones y status, confiriendo un tipo de prestigio, honor y clase social particular a sus habitantes. En este sentido, el hecho de vivir en zonas consideradas “buenas” no es considerado reflejo de una buena posición socioeconómica, sino que el lugar por sí mismo se transforma en un hecho otorgador de estatus y prestigio.

De esto se desprende una cuestión interesante para reflexionar: ¿en qué momento y forma “lo geográfico” se combina con “lo simbólico” estableciendo diferencias entre lugares y personas? ciertamente, las posibilidades de entablar relaciones de comparación entre diferentes áreas son tan numerosas como lo son los mismos territorios. Por el contrario, los contenidos simbólicos de las comparaciones parecieran ser limitados, dado que ocurre que las unidades de estudio pueden cambiar, mientras las representaciones simbólicas a ellas asociadas suelen mantenerse.

La idea que subyace en este argumento es que si bien existe una gran diversidad de variables utilizadas para describir, caracterizar y hasta producir diferencias; la creación de fronteras urbanas, en términos simbólicos, se puede reducir a los términos dicotómicos de pobreza y riqueza, que representan en última instancia a lo bueno y lo malo.

Más importante que destacar el contenido valorativo de los mapas simbólicos, es analizar como conforman estructuras de comparación y de qué manera es que son definidos. En este sentido, si vivir en un determinado lugar es un dato relevante para definir el perfil social de una persona o grupo, esa caracterización no es un dato objetivo, sino que se trata de una visión sesgada que no necesariamente será compartida por otros observadores y, más aún, posiblemente sea muy diferente a la autovaloración del propio actor social.

Fuente: Fleckenstein, Leah (1991). How maps lie. Syracuse University Magazine (8)1, 36-39

La forma de representar la información estadística y social varía de acuerdo a la subjetividad y finalidad que el autor quiera imprimirle al mapa. Los resultados obtenidos pueden ser engañosos: en el mapa de la izquierda se marca con círculos el número absoluto de muertes infantiles, lo que pareciera indicar una grave situación en la región noreste. Sin embargo, al tomar el dato de muertes relacionado a la población total, se verifica que igual situación estaría sufriendo la zona suroeste del territorio representado.

De la misma forma, el tránsito por diferentes territorios de la ciudad implica también un recorrido por diferentes campos simbólicos. Es entonces que adquieren importancia los mapas simbólicos urbanos en las relaciones sociales, en los recorridos y en la vida cotidiana debido al rol que juegan en la rotulación y clasificación que hacen referencia directa o indirecta a localidades de residencia y procedencia de las personas.

Contrario a lo que un mapa pueda definir, limitar y catalogar, se entiende a la sociedad como algo activo y cambiante, fuente de dinámicas en las cuales los actores accionan códigos y manipulan su identidad según el contexto social en el que se encuentren. Es precisamente en las interacciones sociales donde la sociedad se construye, se produce y se actualiza. Y un mapa que pretenda ser preciso deberá contemplar esta posibilidad de cambio. En este sentido los mapas aplicados a estudios urbanos deberían procurar con más empeño representar estas características intrínsecas de la sociedad, más que ufanarse de su fidelidad en la tarea de definir áreas, acotar espacios, establecer fronteras y catalogar grupos.

  1. Jorge Omar Amado es licenciado en urbanismo y diplomado en ciencias sociales por la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), Buenos Aires, Argentina. Su formación se complementa con estudios de postgrado relacionados a gestión del suelo, desarrollo sustentable y planificación urbana. En su carrera profesional se ha desempeñado como consultor en temas de planificación urbana, hábitat social y medio ambiente en instituciones públicas y privadas. Ha sido becario en la UNGS y ha participado en numerosos equipos de investigación en dicha universidad tanto como en municipios de la Provincia de Buenos Aires; además de realizar docencia universitaria y en diversos cursos de capacitación. También ha colaborado en la publicación de artículos y textos en revistas especializadas y periódicos locales. Actualmente se desempeña como Coordinador de Hábitat Social en la Municipalidad de San Miguel, Buenos Aires y como miembro de diversos equipos de investigación y consultorías nacionales e internacionales. []