El grafitero que pinta las fachadas del Santiago bohemio

Su primera obra la realizó en un muro de Bellavista y luego se internacionalizó. Al punto que expuso en la Fundación Cartier.

Por Carolina Parra, La Tercera.

Cuando Basco Vazco era niño, pintaba dinosaurios, tigres y perros con una destreza que sorprendía a sus compañeros de curso. Entonces, no usaba ese seudónimo y le faltaban años para agarrar su primer spray y ser uno de los grafiteros más famosos que han parido las calles de Santiago. Sólo en 2000, después de pintar un muro de dos metros de alto en la fachada de un almacén de Bellavista – cerca de Purísima- se hizo conocido. Después ya fue incluido en libros extranjeros sobre street art y lo llamaron para participar en exposiciones, una de ellas en la Fundación Cartier en París en 2009.

Basco cuenta que en ese tiempo ya se había comenzado a alejar de la zona céntrica de la ciudad para dedicarse a lugares más abandonados en Bellavista, Independencia y La Vega. “A la gente le empezó a gustar lo que yo hacía y me daban permiso para pintar sus fachadas”, recuerda.

Desde entonces que el artista sigue en este camino. “Me concentro ahora en Recoleta e Independencia, porque en este sector de Santiago hay un abandono generalizado de las fachadas”, dice antes de explicar por qué ya no firma sus dibujos: “Hago cosas menos notorias, pues cuando pasan inadvertidas generan un sentido de pertenencia mayor entre los vecinos”.

Su barrio

El joven se crió cerca del estadio Santa Laura. Cuando se dedicó al grafiti, decidió “personalizar” los muros de su barrio.

Basco dice tener una relación especial con las cosas aparentemente muertas de la ciudad, como paredes desechas en espacios que una vez fueron habitados. “La otra vez estaba en un peladero en la calle Santa Isabel y había una pequeña habitación con una cortina y una cama en medio. Ahí traté de pintar lo que uno de sus habitantes hubiera hecho, que no es ninguna figura ni llamativa ni atractiva”.

Basco cuenta que se alejó del clásico grafiti, que consiste en ocupar un lugar y dejarlo como un emblema. “La pintura que yo hago es la pintura que yo hago nomás”.