Carta de la semana: “Impacto vial y transporte público”

Torres Titanium y Costanera Center, Santiago.

En la historia reciente de las ciudades chilenas, hemos visto en varias oportunidades cómo ciertos proyectos se destacan especialmente por su mala planificación y poca consideración de las implicancias viales, medioambientales y patrimoniales. En la carta enviada por Fernando Sánchez a El Mercurio, se critican los procesos que van desde la planificación del proyecto, pasando por la gestión, hasta su aprobación, pero especialmente se enfatiza en la cantidad de recursos invertidos en mitigación y otras alternativas de “salvataje”, las cuales generalmente se planifican de manera apurada y sin conseguir un efecto total sobre el problema en cuestión.

La carta después del salto

Señor Director:

Don Andrés Hortal discrepa en carta publicada ayer de don Juan Carlos Eyzaguirre, en relación con la conveniencia de que en nuestros centros de oficinas se sigan las pautas de ciudades como Manhattan y Londres, las cuales no contemplan exigencias de estacionamientos para sus nuevas construcciones comerciales en altura, pues asume que estaríamos condenados a no tener los medios de transporte público suficientes para soportar las necesidades de desplazamiento de sus usuarios.

Si aceptamos la tesis de don Andrés, al paso que vamos, no nos alcanzará tampoco el tiempo para ir por el día al mall , como él señala, sino que deberemos contemplar alojar en los automóviles en que pretendamos ir y venir de tan cautivante panorama. Lo ideal sería que los grandes centros comerciales se ubiquen en las periferias urbanas, con amplios accesos viales y playas de estacionamientos. En los distritos de oficinas es más apropiado contemplar bulevares comerciales a nivel de calle.

Hay una muy mala planificación urbanística, una peor tramitación de permisos de construcción y una nefasta estructura de incentivos para financiar y ejecutar infraestructura de transporte. Deberíamos acordar introducir urgentes mejoras del sistema de permisos de construcción y evaluación de impactos viales, que contemplen severas sanciones a quienes audazmente pretendan incumplirlas y así, eliminar de raíz las malas prácticas de las que somos testigos a diario, para preservar un nivel aceptable de calidad de vida y el valor patrimonial de nuestras ciudades.

Las enormes cantidades de recursos malgastados en construir estacionamientos y en ejecutar mitigaciones viales parciales, deberían aportarse a un fondo de uso exclusivo para dotar de centros de estacionamientos públicos y a mejorar las vías de transporte colectivo a los nuevos polos de oficinas que se autoricen. Tenemos un ejemplo a la mano que fue producto de las circunstancias históricas, y no de una iluminada planificación, en nuestro propio centro de Santiago, el cual funciona eficientemente sin necesidad de requerir estacionamientos para sus más de un millón de usuarios que van y vienen diariamente.

Fernando Sánchez Chaigneau