La basura de Las Condes que reciclan los presos de Santiago

[La cárcel de la esperanza] Sillas, televisores y muebles viejos que llegan al Punto Verde de Las Condes se reciclan en el Centro de Estudio y Trabajo de Gendarmería. Ahí, los desechos del barrio alto se convierten en la materia prima de los reos.

(La Tercera – 23/08/11)
Por Carlos Palacios

Hace algunas semanas, llegaron unos viejos televisores al Punto Verde de Las Condes. Los aparatos estaban en mal estado, faltaban piezas y tenían fusibles quemados. En la era de los LCD, las pantallas LED y la alta definición, eran candidatos perfectos para sumarse a la pila de electrodomésticos que se juntan en este centro de reciclaje, ubicado en el sector poniente del Parque Araucano. Allí hay sillas, colchones, sofás y lavadoras -entre otros desechos-, y cada vez llegan más familias del barrio para botar aquello que ya no les sirve. Desde que abrió en mayo de este año, el Punto Verde ha triplicado sus visitas. Sólo en julio, 314 vecinos de Las Condes pasaron por ahí.

Lo que estos habitantes del sector no saben es que parte de su basura va a dar al Centro de Educación y Trabajo (CET) de Gendarmería, una unidad penal semiabierta, creada a principios de los 80. Ahí, los presos les dan nueva vida a los desperdicios del barrio alto. Tampoco saben que cada vez que reciclan, están matando dos pájaros de un solo tiro: sus desechos se convierten en la materia prima para que los reos puedan aprender un oficio y, con el tiempo, rehabilitarse.

El acuerdo entre Gendarmería y el municipio es reciente. Comenzó hace poco más de un mes y estos televisores y algunas sillas de oficina fueron los insumos iniciales. Según el alcalde de Las Condes, Francisco de la Maza, “a medida que detectamos un volumen de desechos suficiente, contactamos a la gente del CET y se los vamos a dejar”.

Las instalaciones del CET distan mucho de la imagen que se puede tener de una cárcel. Al interior del recinto -ubicado en calle Blas Cañas esquina Lira, en el centro de Santiago- hay un edificio que data de 1915, que originalmente sirvió de convento. No hay patios ni pasillos enrejados. De hecho, no hay rejas. Además, tiene pequeños jardines con árboles y pasto. Allí se escucha el sonido de las sierras y los cinceles tallando la madera, y el eco de los martillazos. También, se siente el olor de la pintura fresca. Como si se tratara de una escuela de bellas artes.

En el lugar trabajan 55 reos provenientes de distintos penales de Santiago. Los hay de Colina II, San Miguel, Puente Alto o la ex Penitenciaría. No importa el delito o la cantidad de años de condena, hasta el CET llegan los presos que quieren aprender cómo subsistir sin tener que cometer delitos. Son los que quieren trabajar.

“Ellos postulan en sus propios penales, pasan por filtros sicológicos y aquí se someten a un programa de rehabilitación, en el que los educamos y capacitamos. La idea es que terminen su condena con herramientas para desenvolverse en la sociedad”, explica Alejandro Veas, jefe del CET Metropolitano.

Se levantan a las 7.30 de la mañana, se duchan, afeitan, toman desayuno y, a las 8.30, marcan tarjeta. “Como si fuera una pyme”, explica Veas. Además, reciben un sueldo semanal.

La jornada laboral se extiende hasta las 17.30 horas en alguno de los talleres que ofrece el CET. En estos se fabrican distintos productos que luego son vendidos a empresas, instituciones del Estado o directamente al público, en una pequeña tienda ubicada en calle Lira. Hay un taller de mueblería, donde se fabrican mesas, sillas y productos de madera. En el de zapatería, en cambio, producen hasta cerca de 12.000 pares de calzado al año. También funciona una imprenta, de la que salen cuadernos y libros, y un taller de cerámica ornamental, donde los reos diseñan mosaicos y figuras. Y el último es el taller de reparación, al que llegaron los televisores y sillas provenientes de Las Condes.

Adolfo Rain tiene 27 años y debe cumplir seis y medio de condena. Cayó preso en la ex Penitenciaría por robos reiterados, hurtos y sustracción de vehículos, pero lleva dos meses en el CET. “Estar aquí te cambia el chip”, dice.

El, junto a los otros tres internos que trabajan en este taller, ya refaccionó algunos televisores. “La tele estaba mala, con el condensador quemado. Le cambiamos los electrodos y los fusibles. Soldamos todo y la reparamos”, cuenta Adolfo.

Ahora, el resucitado televisor de 21 pulgadas se luce en el casino donde almuerzan los internos de esta unidad penal. “La idea es que su propio trabajo les permita mejorar su condición de vida. Por eso, en este caso, las teles se colocaron en el dormitorio y en el casino”, explica Veas.

Las sillas de oficina, en cambio, irán a dar al exterior. Alfredo tiene 23 años y una condena por robo con intimidación. Reparó dos sillas, que son un regalo que va a entregar a su hijo y a su mujer. Las sillas que llegaron a morir a Las Condes revivieron en el CET, en sus manos. Ahora -al igual que Alfredo-, éstas tendrán un nuevo uso en su casa de Quilicura. “Estar acá es bueno. Es una segunda oportunidad para salir adelante”, finaliza.