Ascensores de Valparaíso: ¿Ascienden o Descienden?

Escrito por: Victor Gubbins, Arquitecto.

Toda ciudad con pretensiones de tal se compone finalmente de un conjunto de hitos o referencias urbanas históricas o recientes, que a lo largo del tiempo van construyendo una estructura de recorridos, relaciones y perspectivas que permiten comprenderla, reconocerla y apreciarla tanto paisajisticamente como formalmente en su sentido mas amplio.

Santiago es un buen ejemplo, puesto que permanentemente está recibiendo obras públicas y privadas y nuevos paisajes urbanos a lo largo de su eje estructurador norte-sur, reconociendo la continuidad entre el Altiplano nortino y la Patagonia sureña y a lo largo de su eje poniente-oriente, reafirmando la estrecha conexión entre la Cordillera de los Andes y el Océano Pacífico.

En oposición a Santiago, y lamentando poner a Valparaiso como un mal ejemplo, pareciera que las sucesivas autoridades, que han manejado sus intereses tanto desde la capital como desde la región, se han inclinado principalmente hacia Viña del Mar, dejando a esa hermosa e histórica ciudad que se desintegre y desfallezca.

Valparaiso ha sido reconocida Patrimonio de la Humanidad por el mérito de sus antepasados que supieron durante la vigencia del tráfico marítimo por el Cabo de Hornos, construir una ciudad hermosa y diversa, dando cabida a todos sus habitantes, fueran tripulantes, obreros, cargadores y comerciantes, pequeños y grandes industriales, banqueros, importadores y exportadores, marinos y soldados, católicos y protestantes, que compartieron cerros y plan, otorgando con sus tradiciones el carácter a cada uno de ellos.

Fundaron colegios particulares y públicos de alta calidad, con excelentes profesores, en el plan y los cerros, donde alumnos, de todas las clases sociales y residencia en diferentes cerros, compartían esa calidad.

No podemos dejar de mencionar la existencia de hospitales, teatros, residencia de verano de los Presidentes de Chile, clubes de regatas en el mar, grandes equipos de básquetbol y de fútbol, así como industrias emblemáticas de chocolates, cigarrillos, galletas o imprentas, ferreterías y maestranzas de alta calidad.

Hoy día muchos – por no mencionar a todos – han desaparecido o emigrado a Santiago, Viña del Mar u otras ciudades, o simplemente cerrado con candado a causa de la perdida de su carácter de ciudad de intercambio de servicios navieros, bancarios, comerciales, culturales y sociales y la emigración de sus habitantes.

En cuanto a los hitos que mencionamos en un comienzo y que aun nos quedan, son los 16 ascensores en uso o desuso, los que han conformado a lo largo del tiempo su estructura vertical destinada a satisfacer el tránsito de sus habitantes del plan a los cerros, pero también el tránsito de los turistas hacia los paseos miradores de cada uno de los cerros.

Estos ascensores y muchos más que se podrían instalar alimentando alturas mayores, son a nuestro entender, uno de los componentes de la mencionada estructura de recorridos, relaciones y perspectivas que permiten comprender, reconocer y apreciar Valparaiso.

Sin embargo, prácticamente todos los ascensores están abandonados y con justa razon porque su mantenimiento – pese al esfuerzo de sus dueños – ha sido débil y riesgoso, demostrados en el vaivén de los carros y sus estructuras y la fragilidad de los pisos de maderas separadas que transparentan el paso del plano inclinado del cerro.

Lamentablemente estamos yendo mas allá de lo prudente al detener el servicio de los ascensores cortando – prácticamente – la continuidad de los cerros con el plan y eliminando el deseado paseo turístico de los visitantes de la ciudad-puerto.

En comparación con el Metro y el Transantiago los 16 ascensores del Puerto tienen valor mínimo, en cuanto a compra y subvención de su funcionamiento, pero en cuanto a sustentabilidad para una ciudad, del prestigio de Valparaíso, representa una enormidad por tratarse de un componente clave en la recuperación de su estructura urbana.

El nuevo gobierno, que se ha caracterizado por una voluntad de enfrentar los problemas, debiera escuchar a la brevedad a la comunidad porteña que clama por el regreso de los míticos ascensores y además, por la solución a muchos otros problemas sociales, culturales, económicos, urbanos y arquitectónicos pendientes, y que en su conjunto están debilitando peligrosamente el futuro de nuestra Ciudad Patrimonial, y que lamentablemente, ni los Festivales, ni los Fuegos Artificiales podrán esconder.