Matriz de energía eléctrica ¿Cómo cubrir la demanda energética sin dañar el medio ambiente?

El caso de la termoeléctrica Barrancones nos obliga a reflexionar sobre el futuro que tendrá la matriz eléctrica de nuestro país en los próximos años. El cambio climático, la volatilidad de los precios de combustibles fósiles y las exigencias crecientes de productos “verdes” en los mercados internacionales son sólo algunos de los factores que nos llevan a considerar las ventajas comparativas de mejorar la eficiencia y diversificar las fuentes de energía en pos de garantizar el crecimiento económico. Sobre esta base, las innovaciones tecnológicas juegan un importante papel en el incremento de eficiencia en la generación, transmisión y consumo de energía y, simultáneamente, en la capacidad de evitar la emisión de carbono. La creación de un marco normativo e institucional que regule, promueva y fiscalice el uso de tecnologías ultramodernas resulta fundamental al permitir mejorar la utilización más eficiente de las fuentes, en especial de combustibles fósiles, y la creación de energías renovables no convencionales (ERNC).

Durante los últimos 20 años, la demanda de energía eléctrica en Chile se ha incrementado de forma sostenida, a una tasa promedio anual de 6,7%. La oferta de energía eléctrica se ha desarrollado básicamente a partir de fuentes de energía convencionales (combustibles fósiles e hidroelectricidad), cuya incorporación, como lo demuestra el caso de Barrancones, ha respondido a una regulación y normativa imperfecta que no da garantías ni visión de largo plazo al suministro eléctrico y a la protección del medio ambiente.

Pese a que la industria eléctrica nacional está integrada por un conjunto de empresas generadoras, transmisoras y distribuidoras, en la actualidad nuestro país cuenta con una red excesivamente vulnerable debido a la dependencia de fuentes convencionales importadas y su fuerte centralización, la más alta de América Latina. El Sistema Interconectado Central (SIC) maneja aproximadamente el 69% de la capacidad instalada y las importaciones alcanzan cerca del 70% de sus energéticos, casi el 100% del petróleo y el 96% del carbón.

En esta medida, la variabilidad incesante de los precios de combustibles fósiles y la escasez que podrían presentar estos en el futuro, sumado a la precariedad de transmisión y distribución de energía, reflejan un panorama no muy alentador y resaltan una serie de interrogantes al hablar de eficiencia y productividad.

Si bien recientemente las autoridades han intentado subsanar estas debilidades, creando incentivos a la inversión en fuentes convencionales y estableciendo algunos beneficios para facilitar la introducción de las energías renovables no convencionales, estas medidas no han logrado concretizar un plan estratégico que involucre un balance entre la multiplicidad de objetivos y conflictos que superpone cualquier política energética. No sólo desde la mirada exclusiva del desarrollo energético, sino, más ampliamente, en términos de su interacción con el medio ambiente, la urbanización y, por último, con el desarrollo económico.
 

Estos desafíos plantean la necesidad de reformar la normativa vigente en función de aumentar el poder de acción y la capacidad técnica de las instituciones pertinentes. La profesionalización en la toma de decisión y proporcionar la base para una discusión más amplia entre las partes interesadas ha demostrado ser clave en la experiencia internacional para cimentar políticas integrales y eficaces. Sólo así se evitaría caer en discrecionalidades y personalismos tan lamentables como el caso de la termoeléctrica Barrancones y se avanzaría realmente en mecanismos que garanticen la coordinación entre los distintos enfoques y sectores.

El desarrollo de un marco estratégico permitiría construir lineamientos futuros basados en cifras concretas y con visión a largo plazo. La matriz de energía eléctrica no puede continuar respondiendo a la inmediatez política que ha primado hasta hoy, es tiempo de generar conocimientos técnicos en relación al impacto y las ventajas comparativas que podría tener un fuerte plan de inversión en nuevas tecnologías.

Esto se hace significativo en un contexto global donde las fuentes energéticas no convencionales han demostrado ser cada vez más competitivas en muchos países. Es necesario tomar conocimiento de que la eficiencia y la integración de nuevas fuentes (ERNC) será el factor más importante en el futuro para resolver los problemas ecológicos y de energía. La utilización de fuentes convencionales no hace más que comprometer al sector energético con largos plazos de rendimiento de la inversión, postergando medidas que en el futuro hubiesen disminuido los costos marginales en los sistemas eléctricos y mejorado la competitividad de nuestros productos en los mercados internacionales.

Total composición matriz eléctrica SIC-SING. Fuente: Ministerio de Energía