Columna – Huella ecológica: surge el ciudadano responsable

(El Mercurio. 04/10/2009)

Por Karin Ebensperguer

Hace 40 años, Milton Friedman escribió que la principala responsabilidad moral de una empresa es aumentar sus ganancias, porque así crece la economía beneficiando a todos. Soy muy partidaria de la economía de mercado, y comparto con Von Hayek y Adam Smith que los individuos son el motor del desarrollo y el Estado debe ser subsidiario, pequeño y eficiente. Pero la frase de Friedman nunca me ha gustado. La encuentro soberbia e implacable. Y se ha prestado para desprestigiar injustamente a esforzados empresarios. Esa frase de Friedman llevada al extremo permite que surjan los Madoff, los usureros en Wall Street y los abusadores que se coluden y desvirtúan la economía basada en la libertad.

Hoy ya no se discute que la responsabilidad social debe ser parte de la ecuación y que, además, es rentable. Las personas crecientemente están eligiendo productos e inversiones asociados a una elaboración responsable con el entorno humano y medioambiental. Estamos asistiendo a un lento cambio de estilo de vida, que probablemente va a ser muy significativo cuando sea observado con perspectiva histórica. Se trata del surgimiento del consumidor responsable, y de la medición de nuestra huella de carbono. Todo producto humano, sea un chocolate o un tractor, tiene un impacto sobre el medio ambiente, el que se mide según la forma en que fue producido, el tipo de energía empleada en su desarrollo y transporte, la cantidad de agua ocupada, y los desechos y emisiones contaminantes asociados a él.

Es un asunto que está modificando en forma muy sutil las actitudes personales, y va a tener un enorme efecto en las estructuras económicas, en la política y en la sociedad. Tendremos que empezar a entender conceptos como la “hectárea global”, que es la unidad para medir la “cantidad de planeta” necesaria para regenerar lo consumido por una persona. Es la huella de carbono personal.

El consumo responsable es más que una moda, es una necesidad, y va a llegar a ser un asunto ético, porque ya nadie podrá argumentar ignorancia en relación con su propia huella de carbono. La tendencia en la educación de los niños, sobre todo en países que en esto llevan la delantera como los nórdicos, es ir integrando una cultura de consumo responsable y solidaria, y patrones de conducta para una vida sustentable.

La crisis económica ha traído la polémica sobre aumentar el Estado, cuando lo que interesa es su eficiencia, la que por definición es sin grasa y sin exceso de burócratas. Pero ésa es una discusión de los políticos. Lo cierto es que una vez más la sociedad civil, es decir, todos los que no están en el Estado, son los que realmente van cambiando las cosas para mejor. Es el equilibrio natural, la sabiduría popular por así llamarla, que reacciona para bien y busca soluciones espontáneas. Esa sociedad civil les está exigiendo al Estado, a los políticos y a las empresas cuidar a las personas y al medio ambiente.