Editorial – Caída en el ranking de competitividad

(El Mercurio.09/09/09)

Chile cayó dos puestos en el Índice de Competitividad Global que elabora anualmente el Foro Económico Mundial (en nuestro país, conjuntamente con la U. Adolfo Ibáñez), ubicándose en el 30° lugar entre 133 países. Dos rubros —educación e innovación— mostraron el mayor rezago, y el área laboral exhibió el mayor retroceso.

Esto es negativo, pero no sorprendente: largamente se han señalado la mala calidad de la educación chilena y la falta de incentivos para la innovación en el país, sin que se registren mejoramientos relevantes en los últimos años. Respecto del ámbito laboral, es sintomática la caída desde el 17° al 41° puesto, especialmente por la rigidez en la contratación, los altos costos de despido y la baja participación femenina.

Este estudio se elabora sobre la base de encuestas a los principales ejecutivos de los distintos países, por lo que se mide más la “percepción” que la “realidad dura”. Eso explica, por ejemplo, que, sin mediar grandes cambios de un año a otro, se haya experimentado una baja tan importante en lo laboral. Sin embargo, en economía la percepción con frecuencia se transforma en realidad, y de allí que la información de este índice sea importante. Asimismo, el que este año se hayan medido las percepciones de los ejecutivos en un contexto de crisis económica explica que las fallas de Chile —especialmente las del mercado laboral— se hayan hecho más evidentes.

Un motivo adicional de preocupación es que, en contraste con el nuestro, muchos países de América Latina mejoraran su posición en el índice general, ya que, según este foro, están realizando “importantes avances en medio de un gran shock externo”. Con todo, en términos absolutos la ubicación general de Chile sigue siendo positiva en comparación con los países latinoamericanos y, en algunos casos, incluso desarrollados. Sin embargo, desde 2004 —año en que nuestro país se ubicaba en el 22° lugar— ha experimentado una baja persistente.

La advertencia es dura, y tanto más si se considera que esto ha pasado a ser una constante: en el último año, Chile ha bajado en los principales rankings internacionales: en el Doing Business (Haciendo negocios) que elabora el Banco Mundial nuestro país cayó del 36° al 40° lugar, y en el de “libertad económica” que realiza la Fundación Heritage bajó del 8° al 11°.

¿Qué están mostrando estas caídas? Parte de la respuesta se encuentra en el énfasis puesto en los últimos años en las variables en juego: en nuestro sistema económico, la “protección social” ha cobrado un papel mucho más relevante que la competitividad y el crecimiento. Ella no es antagónica con el crecimiento y es en sí absolutamente necesaria —ya que incluye a los sectores más vulnerables y promueve una sociedad más igualitaria—, pero, traspasado cierto punto, deja de ser un buen complemento para el desarrollo y pasa a crear obstáculos para alcanzarlo. El caso más evidente fue el fracaso de los “estados de bienestar” en la década de 1990, que terminaron asfixiando en esos países la capacidad de competir y crecer. Lamentablemente, es muy difícil para la ciudadanía percibir a partir de qué punto la protección social puede ser perjudicial y, en general, esa política suele brindar a sus autores importantes réditos en popularidad.

Si el eje económico fundamental sigue sólo puesto en la protección social, y no en cómo mejorar además las condiciones que impulsan el crecimiento, muy probablemente Chile seguirá cayendo en los rankings internacionales en el futuro, y ese descenso estará mostrando cómo se va desperdiciando la opción de lograr el desarrollo.