Déficit del Transantiago

(El Mercurio. 1/07/2009)

El Transantiago continúa inquietando: sus déficits siguen en aumento. En mayo de este año, éste alcanzó a 32 mil 399 millones de pesos, una cifra que en términos reales es 10,5 por ciento superior a la de igual mes de 2008. Los aumentos reales habían ocurrido también en los meses previos. Las autoridades sugieren que este déficit ha comenzado a estabilizarse, pero no hay evidencia de ello. El incremento en el déficit en mayo es superior al de mediciones pasadas, y el aumento durante 2009 ocurre a pesar de que el pasaje es algo más alto que en 2008 y de que el precio del combustible ha tenido una enorme disminución.

En gran medida esto ocurre porque la ciudad está restringida por diversos contratos que, en su momento, se programaron para un conjunto más limitado de recorridos y buses. Frente al fracaso del plan original, el Gobierno optó por no desahuciar los contratos, sino introducirles modificaciones en el margen. Es difícil saber cuál era en ese momento la opción más razonable, pero los cambios en el número de buses y recorridos, junto a una tarifa irreal, se han traducido en los déficits que hoy alarman. Se proyecta que este año el sistema perderá aproximadamente 540 millones de dólares, pero no debería sorprender si se sobrepasa esa cifra. Esto, porque la tarifa sigue siendo irrealmente baja, las campañas contra la evasión no han rendido los frutos esperados y, además, no se ha observado un aumento en el número de pasajeros transportados.

A esto se añade que la agregación de nuevos servicios y recorridos eleva el costo por pasajero transportado. Este proceso adolece de las mismas fallas del diseño original del Transantiago: es definido centralizadamente, sin suficiente información. La pretensión intelectual de este intento ha llevado a cometer errores importantes que, a la postre, han significado la suspensión de recorridos o el rediseño de los mismos después de pocos meses. Llevar adelante estas iniciativas es gratis para las autoridades, porque el costo de esos experimentos es asumido finalmente por los contribuyentes, que tampoco tienen la información suficiente para evaluar esas experiencias.

El sistema ha mejorado marginalmente respecto de la situación inicial. Las significativas sumas invertidas, que se han traducido en más recorridos, y más largos en algunos casos, junto al aumento de la flota, han producido ciertos resultados. Con todo, los usuarios siguen insatisfechos y continúan evaluando muy mal al Transantiago.

No hay registro de una política pública que signifique tanto gasto estatal y que deje tan molestos a los usuarios. Incluso el principal mérito del cambio de sistema -la reducción en el número de accidentes- palidece al lado de la ineficiencia con que se han utilizado los recursos públicos.

Merecen especial atención dos aspectos futuros, respecto de los que aún no hay claridad. Por una parte, la tarifa tiene que converger a un valor más real, y eso no puede seguir postergándose. Por otra, debe haber una estrategia clara para enfrentar los vencimientos de contratos, para realizar cambios estructurales al sistema y asegurar que los subsidios permanentes al sistema sean socialmente apropiados. Ambas tareas requieren acuerdos políticos sólidos y permanentes. Urge que ellos se alcancen, y no se sigan postergando indefinidamente.