Editorial – Gestión patrimonial en Valparaíso

(El Mercurio, 09/11/2008)

El triunfo por primera vez de la opción opositora en la gran comuna de Valparaíso abre la esperanza de que lleguen a dicha ciudad aires de renovación en el estilo y la cultura administrativas, notoriamente necesarios en este campo después de 15 años de gestión concertacionista. Durante ese período, el sector patrimonial ha sido un área particularmente dañada por la escasa atención y la falta de ideas claras. Cinco años han pasado desde que, gracias a múltiples iniciativas sectoriales, el casco histórico de Valparaíso fue designado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, como una forma de celebrar y proteger su valioso entorno urbano. Sin embargo -como lo han mostrado sucesivos reportajes de este diario-, los avances alcanzados hasta ahora han sido muy escasos.

En este ámbito existen aún dos grandes deudas que constituyen la estructura básica para diseñar un plan de trabajo eficaz, que tenga resultados visibles antes del año 2011, en que Unesco examinará oficialmente los progresos que se hayan logrado en la materia.

Por una parte, es urgente crear una Corporación de Gestión de Patrimonio que permita superar el actual comité, que a juicio del alcalde electo Jorge Castro constituye “una fórmula trabada y con una fuerza burocrática tremenda”, que, entre otros problemas, ha impedido acceder a los recursos otorgados por el BID para proyectos con categoría patrimonial.

Más seria aún es la ausencia hasta ahora de un plan rector de gestión, que fije un programa de acción y metas claras por alcanzar en un plazo prudente. Es difícil entender la falta de acuerdo entre los distintos sectores de la ciudad para concordar un plan semejante. Se afirma que no se han podido conciliar posiciones encontradas -las que priorizan un plan de preservación y las que ponen el foco en el patrimonio como una oportunidad para un armónico desarrollo urbano de toda la ciudad.

Es ésta una discusión artificial si se mira la experiencia de casos parecidos en nuestra región: ciudades latinoamericanas con pocos recursos, con problemas económicos y sociales similares a los de Valparaíso, han podido desarrollar programas patrimoniales inclusivos, que evitan el desarraigo o el éxodo de los habitantes originales. Con fondos provenientes de diversas fuentes, centrados en tareas que puedan ir en respaldo de la recuperación del legado urbano de la ciudad, y que beneficien a toda la comunidad, la preservación aparece como un principio complementario y natural, y que no se desvirtúa en productos urbanos turísticos de carácter excluyente o meramente pintoresco. Sólo falta un impulso renovador y estusiasta, que ponga la tarea del rescate de la ciudad y de su avanzado deterioro en un lugar prioritario de las políticas edilicias.