Administrar la abundancia y construir ciudades de calidad

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Foto de Los Hueseros desde SF vía Flickr

Los últimos días hemos sido testigos de cómo la prensa ha anunciado una eminente crisis económica que se avecina a nivel mundial; por otra parte, una y otra vez hemos escuchado hablar, en los últimos años, de Chile como una “Economía Estable”, y de tiempos de bonanza económica.

Según el último Informa del Fondo Monetario Internacional (FMI), el poder de compra de los chilenos, creció en el último año en casi US$ 1.000: desde US$ 13.083 anuales por habitante en el 2006 a US$ 13.936 en el 2007. ¿Qué significa esto? El PPP (PIB per cápita corregido por paridad de poder de compra) es un índice que mide el ingreso “real” de una persona en un país, en referencia a una canasta de servicios y productos similares para todo el mundo; en ese sentido es un indicador más certero que el PIB per cápita tradicional, que sólo divide el PIB nacional en la población. Esta cifra pone a Chile en el primer lugar en América Latina.

Al parecer, los chilenos estamos en una situación ventajosa: podemos comprar más o, visto desde otro punto de vista, podemos comprar cosas de mejor calidad; esto se traduce, por supuesto, en todos los ámbitos de consumo, y bajo el modelo neoliberal imperante, podemos hacer caber dentro de éstos muchos de los elementos que constituyen las ciudades, tanto desde el punto de vista de los particulares, como desde el Estado.Administrar la abundancia es uno de los desafíos mayores a los que se puede enfrentar una nación; y en temas de ciudad es una tarea de proporciones, cuya responsabilidad cae tanto en los privados como en los organismos públicos. De todas las relaciones que podamos encontrar entre este dato y la construcción de ciudades, es posiblemente el desarrollo sector inmobiliario, cuya explosión en los últimos años está a la vista de todos, el más evidente.

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Foto de Ramiro Garcia S vía Flickr

Tomando el caso de Santiago, el año pasado la construcción de metros cuadrados en edificios superó por primera vez al de casas, lo que lleva a deducir que la construcción en áreas centrales de la ciudad fue por primera vez mayor a la de la periferia; así mismo, la construcción de equipamiento, infraestructura y espacio público por parte de los organismos estatales se ha visto beneficiadas con esta bonanza económica.

Surge entonces la inevitable pregunta por cómo conjugar cantidad y calidad. Parece que los tiempos de bonanzas son precisamente aquellos en que la calidad puede aparecer como prioridad uno, tanto en las producciones inmobiliarias especulativas, como en las respuestas estatales en asuntos de equipamiento, educación, salud y vivienda, por nombrar sólo algunas.

¿Cómo administrar esta abundancia? Parece necesario no sólo hacerlo bajo una mirada estratégica que apunte hacia el desarrollo, sino implementando las medidas normativas pertinentes para hacer perdurar el desarrollo en el tiempo y que unos cuantos años de vacas gordas no se conviertan en sólo recuerdos, sino en una oportunidad aprovechada con resultados y consecuencias duraderos.

Según el mencionado informe del FNI, “frente a la creciente crisis financiera mundial, las economías emergentes se enfrentan al reto de controlar la inflación, al tiempo que deben mantenerse alerta ante los riesgos generados por la desaceleración de las grandes economías.”

¿Cómo lo hemos hecho hasta ahora? ¿Nos queda tiempo para administrar mejor esta abundancia? ¿Qué opina usted al respecto?