Opinión: Hacia un paisaje urbano sustentable

© Mora Kestelman

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“¿Que es una ciudad? Un lugar con mucha gente. Un espacio público, abierto y protegido. Un lugar, es decir un hecho material productor de sentido. Una concentración de puntas de encuentros. En la ciudad primero son las calles y plazas, los espacios colectivos, luego vendrán los edificios y las vías. El espacio público define la calidad de la ciudad, porque indica la calidad de vida de la gente y la cualidad de la ciudadanía de sus habitantes (Borja 2001; 391)1 .

¿Cómo recuperar lugares con mucha gente? “El retorno a la vida auténtica está simbolizada por el paisaje; entonces, ¿todo es paisaje? ¿paisaje es igual a mundo? ¿sería mejor decir los paisajes son nuestros mundos? Esos mundos son el reflejo de nuestras miradas (o sea imágenes), tanto exteriores como interiores, tanto pragmáticas cuanto artísticas, tanto representaciones como objetos físicos, tanto estados del alma como necesidades vitales” (Berjman 2016; 3).2

La fractura de relaciones sociales y la ausencia de identidad y de apropiación de espacios colectivos ofrece tejidos desarticulados que comprometen a la forma física de la ciudad, con habitantes encerrados tras muros, barreras y cercos. Las tendencias de segregación aumentan el riesgo de violencia ayudando a perpetuarla o, alternativamente, proteger contra ella.

La sensación de (in)seguridad en el espacio público está íntimamente ligada a la desconfianza colectiva sobre un otro amenazante así como a la falta de solidaridad y de experiencias compartidas. Prevalecen en cambio lugares carentes de deseos sociales, de estímulos sensoriales y de vínculo de pertenencia. La competencia espacial es central para la adaptación humana.

De tal modo, las articulaciones entre espacio público e infancia ofrecen ciertas constantes que permiten explicar sus rasgos constitutivos: consolidadas estructuras artificiales, opresivas, clasistas y jerárquicas, que condicionan comportamientos de repetición extenuante. Inhibiendo la percepción sensorial que calma, alimenta la creatividad estimulando los sentidos y la imaginación.

© Mora Kestelman

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En 1997 el Centro de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos declaró que el bienestar de los niños es el mejor indicador de un hábitat saludable, de una sociedad democrática y de un buen gobierno. Todos los seres móviles deben ser capaces de organizar sus acciones en el mundo espacial, es decir, el conocimiento espacial es esencial para vivir en el mundo.

El conjunto de esquemas generativos a partir de los cuales los sujetos perciben el mundo, según Bourdieu,  son al mismo tiempo estructurantes. Productores de sus pensamientos, percepciones y acciones. Avanzando sobre la idea anterior, siguiendo a Tella (2015; 33)3 , “En las periferias, el proceso de cambio genera nuevas relaciones entre espacio, poder e identidad. Mediante símbolos y elementos materiales tiende a ordenar y a reconfigurar el territorio, la población, las inversiones”.

Mediante la socialización los individuos aprenden quienes son, a donde pertenecen, así como valores normas y habilidades propias de la cultura. La obscena falta de cohesión urbana pone en evidencia la necesidad de una agenda metropolitana que articule estrategias de inclusión en el espacio público de los diferentes colectivos sociales que comparten el territorio.

Contamos con diversas iniciativas como antecedente que abordan la problemática de niños y niñas invisibilizados y violentados en la calle, que no han pasado de ser ilusiones normativas, excepciones sectoriales o “Un poco de cosmética a un crudo entendimiento comercial entre empresa y autoridad, estado ausentes los principales actores, los ocupantes” Borthagaray (1985; 214).4

Desde esta perspectiva cabe preguntarnos: ¿niños y niñas no hacen ciudad? El Convenio Europeo del Paisaje (2000)5 entiende por tal cualquier parte del territorio como lo percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y de la interacción de factores naturales y humanos donde la relación con los otros y con el medio ambiente se realiza de manera natural.

De modo que la forma activa de vivir la ciudad de los niños y niñas, a partir de la cual además adquieren valores y actitudes hacia el mundo que le rodea, entra en conflicto con la visión de infancia instalada en el imaginario colectivo. El niño descubre quién es en cuanto aprende lo que es la sociedad. Este aprendizaje solo puede ocurrir en interacción con otros seres humanos.

Entre mayor cantidad de oportunidades tenga un niño y entre más ricas sean las experiencias con el ambiente, el niño podrá desarrollar de la mejor manera su potencial y será más probable que crezca para ser un adulto responsable, comprometido y empático. Los padres son la influencia principal pero realmente se requiere todo un pueblo para criar a un niño (Witt, 2012)6 .

Lineamientos para un desarrollo sustentable

Mora Kestelman

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Para construir paisajes urbanos, caracterizados por la autonomía y la exploración, que envuelvan nuestra vida, basados en el respeto y en el estímulo a la responsabilidad de los niños con espacios públicos de identidad propia, siendo la relación con la naturaleza una necesidad fundamental, planteamos una serie de claves para un desarrollo sustentable:

● Cohesión colectiva y participación: articular el deseo individual con la necesidad colectiva para crear espacios de disfrute e inclusión. Lo que hace a las personas más solidarias es que experimenten lo mismo, así como por ejemplo la participación activa en el saneamiento ambiental: huertas y áreas de secuestro de carbono generadoras de fauna.

● Destacar la imagen estructural: potenciar la accesibilidad, preservando al mismo tiempo el espacio vital, controlando el tránsito vial y el uso del espacio en distintos horarios. Los niños descubren y conquistan con una potencialidad notable de relación intergrupal, donde distintos elementos cumplen un papel importante en la orientación, constituyendo la imagen urbana de su entorno

● Estimular la percepción sensorial: alentar el disfrute de diversos aromas, texturas, sonidos e imágenes. Éstos, a su vez, determinan las condiciones de confort del espacio público. Es necesario intervenir mediante materiales a partir de los datos climáticos, las condiciones acústicas del ambiente en los distintos horarios y una ergonomía flexible a la orientación visual.

● Revitalizar el entorno urbano: respetar el lugar del otro, donde el sujeto encuentra su lugar significante. El patrimonio es una herramienta generadora de vínculos de pertenencia. En su apropiación cotidiana y el uso de sus espacios, se encuentra la clave para la revitalización de la identidad colectiva, una oportunidad para abrazar distintos comportamientos y estimular la identificación simbólica.

● Consolidar la escala urbana: garantizar la continuidad temporal a través de la gestación de una agenda metropolitana involucrando a los diversos actores locales es otro punto clave. La calidad de las instituciones en la gobernabilidad metropolitana es básica para ejecutar políticas públicas en el marco de los intereses complejos del crecimiento metropolitano.

© Mora Kestelman

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Con esta serie de claves para el desarrollo sustentable se propone comenzar a atender las necesidades de la infancia en conjunto con el saneamiento del ambiente para gozar de una ciudadanía más plena mediante la cohesión colectiva y democrática, que trascienda cualquier ámbito local, sabiendo que -como refiere Borja (2001; 393)-, “es inversión económica y es justicia social”.

Los Derechos Humanos Universales de 1948 declaran que la infancia tiene derecho a cuidados y asistencia especiales. Su lugar en la sociedad, el cual está claramente ligado a su relación con la ciudad y su imagen estructural -a partir de estímulos físicos que defiendan la aventura, el juego, la invención y la creatividad- desencadenaría ciertas pautas de comportamiento o predispondría a ellas.

Según UNICEF (2012)7 nuestro país se ubica en el grupo de países con mayor porcentaje de población urbana (78%) y se estima que para el año 2025 el porcentaje de población infantil a nivel mundial se incrementará al 60%. Ubicándose actualmente la población infantil en la franja de mayor densidad poblacional.

La inclusión de las condiciones aquí planteadas en la planeación y diseño de espacios públicos abiertos será indispensable para garantizar que el espacio incida de manera positiva en el desarrollo de los niños como ciudadanos. La aplicación de sus derechos es un factor fundamental para la transformación social ya que en las manos de la niñez está la construcción de una nueva sociedad.

El aprendizaje desestructurado e informal es esencial en todas las etapas de la infancia; para el desarrollo individual e incentivar el proceso de socialización. Entrar en contacto con elementos naturales es una necesidad innata de los niños que sencillamente incita a la autonomía, la colaboración, la curiosidad y la creatividad.

En consecuencia, con un paisaje sustentable será posible satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las futuras. Y en términos de sustentabilidad social, el espacio público promoverá una mayor mixtura de sectores de la población con diferentes ingresos, empleos, edades, géneros y tradiciones. Se trata de la gestión inteligente de lo común.

Recuperando a Heidegger, “Construir, así como poetizar, es dejar habitar” (2001; 139). A partir de la entidad y de la centralidad del uso del espacio y desde la evocación de su propia narrativa los niños serían capaces de transformar su propia historia favoreciendo la construcción de su propio sujeto de derecho. Abrir momentos de libertad garantizaría la igualdad, la democracia y la libertad como valores sociales de este nuevo paisaje.

© Mora Kestelman y Sofía González

© Mora Kestelman y Sofía González

  1. Borja, Jordi (2001): “La ciudad del deseo”, “La ciudad construida urbanismo en América Latina”, Flacso Quito, Ecuador. []
  2.  Berjman, Sonia (2016): “Ciclo de Conferencia ICOMOS: Consejo internacional de monumentos y sitios” Buenos Aires. []
  3. Tella, Guillermo (2016): “La periferia. Representaciones simbólicas y representaciones discursivas “. En: “Espacio, poder e identidad. Hacia un estatus urbano de lugar”. Buenos Aires, Ediciones UNGS. []
  4.  Borthagaray, Juan Manuel (1985) “Summa Temática Nº 214”, Estudio Borthagaray, Gastellu, Marre. []
  5. Consejo de Europa (2000): “Convenio Europeo del Paisaje”. []
  6. Witt, Susan D. (2012): “Notes on theoretical views of parenting: Erik Erikson, Urie Bronfenbrenner and Systems Theory” http://gozips.uakron.edu/~susan8/devparch/theorists.htm []
  7. UNICEF, UNCHS, & Habitat. (1997): “Children’s Rights and Habitat. Working towards child-friendly cities.” Nueva York. []