Crecimiento de la ciudad y pérdida de suelos: ¿a dónde va Santiago?

© Wikimedia Commons. Santiago año 2014

Por Carlos Bonilla*

Uno de los impactos más evidentes del proceso de crecimiento de las ciudades es la pérdida de suelos en el área de expansión. Ejemplo de esto es lo observado en la Región Metropolitana, conformada por seis provincias y 52 comunas, donde de acuerdo al catastro del Centro de Información de Recursos Naturales CIREN, el 78% de los suelos de la cuenca se pueden calificar como fértiles y aptos para los cultivos.

Sobre la base de los estudios desarrollados por CIREN y por la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias del Ministerio de Agricultura, entre los años 1970 y 1991, la superficie urbana en la región aumentó en un 46% y la superficie agrícola disminuyó un 25%. Producto de este crecimiento, un 30% de los suelos más fértiles de la región fueron urbanizados, y solo un 10% de los de menor calidad se utilizaron con ese fin. Por otra parte, de acuerdo a información del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la UC, entre los años 1991 y 2001, se incorporaron 12.050 hectáreas de nuevos suelos urbanos, con lo cual la superficie urbana llegó a poco más de 57.106 hectáreas. Esto significa que Santiago creció aproximadamente lo mismo entre los años 1971-1991 y 1991-2001, es decir, la misma cantidad de superficie en la mitad de los años.

Al ampliar el plano regulador e incorporar las provincias que faltaban a las áreas urbanizables, crecieron y se sumaron nuevas zonas, afectando 38.976 hectáreas de los mejores suelos, lo que corresponde al 15% del total de los suelos agrícolas de la región. Las comunas con la mayor disminución de suelos agrícolas fueron Maipú (4.537 hectáreas), Lampa (4.291 hectáreas), Puente Alto (4.196 hectáreas), San Bernardo (3.480 hectáreas), Colina (3.324 hectáreas) y Buin (2.287 hectáreas). Las provincias más afectadas por el cambio en el Plan Regulador Metropolitano de Santiago PRMS fueron Santiago, Chacabuco y Maipo. Esto indica que en la provincia de Maipo desaparecerían los mejores suelos (clases I y II) debido a la urbanización proyectada.

El análisis del crecimiento urbano en la región, en las últimas décadas, demuestra que en el diseño y orientación de esta expansión no se ha tomado en cuenta la calidad de los suelos. Una vez urbanizado, un suelo pierde gran parte de su potencial para uso agrícola y se limita también su potencial para el desarrollo de la vegetación. Si bien el proceso puede ser reversible, puede tomar incluso una generación completa el restituir algunas de sus propiedades. Por tanto, esta es una problemática a abordar con urgencia a fin de cautelar un recurso en extinción.

Por Carlos Bonilla*, investigador del cluster Recursos Críticos, del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable. Profesor asociado del Departamento de Ingeniería Hidráulica y Ambiental UC. Ph.D. Soil Science, University of Wisconsin-Madison. M.Sc. Ingeniería Hidráulica y Ambiental, ingeniero agrónomo y licenciado en Agronomía UC.