Pese a su bajo perfil, Felipe Alessandri gana Santiago con un intenso trabajo “en la calle”

Municipales 2016 SantiagoEl candidato de Chile Vamos obtuvo el 46,76% de los votos, superando a Carolina Tohá (36,08%):

Pocos creían que tenía reales opciones de triunfar. Pero el militante de RN, apostando por una campaña austera, incansable y con mucho contacto con los vecinos, consigió imponerse en “la madre de todas las batallas”. Esta es la crónica del día más importante en la carrera política de quien se hizo del apodo de “candidato robot” entre sus cercanos.

Gazi Jalil Se diría que ni siquiera sus asesores más cercanos creían que iba a ganar. Bastaba ver la austeridad del edificio donde funcionaba su comando: una vieja casona cerca de avenida Matta, fría y algo estropeada, que contrastaba con el sofisticado hotel boutique del barrio Brasil, donde su contendora, Carolina Tohá (PPD), esperaba los resultados. Y que estaba a años luz de los hoteles cinco estrellas que sus antecesores en el pacto escogían para celebrar sus triunfos en la alcaldía de Santiago.

Felipe Alessandri (RN), sin embargo, parecía no darles demasiada importancia al tema ni a los murales pintados en las paredes, algunos con directa alusión a los de la Brigada Ramona Parra ni a las malas condiciones del baño. Para muchos, había logrado ser candidato de Chile Vamos casi por descarte, así que él se esmeró durante todo el día en repetir prácticamente el mismo discurso: que ha querido ser alcalde desde 2004 -cuando fue elegido concejal-, que su fuerza electoral estaba en la calle y que estaba confiado.

Lo dijo cerca de las 8 de la mañana, frente a una modesta concurrencia de periodistas que llegaron a verlo desayunar en el patio de la casona junto a miembros de su comando y amigos personales. No había ningún dirigente del pacto entre ellos. Mientras se servía café y marraqueta con palta, Alessandri apenas disimulaba el frío que había a esa hora. Estaba vestido con una delgada camisa celeste, pantalones de tela y zapatillas rojas, una combinación que provocó miradas silenciosas de los presentes.

Dijo que había despertado a las 6:15 de la mañana, antes que sonara el despertador, no tanto por los nervios, sino que por otra razón: “Soy mateo, tengo cien por ciento de asistencia a los concejos y en mi comando me dicen el candidato robot, porque no descanso ni como”.

Sin llamar la atención

Alessandri partió luego, sin gritos ni una gran comitiva, a votar al Liceo de Aplicación, hasta donde llegó a las 9:50, exactamente la hora fijada en su programa de actividades. Para entonces, Carolina Tohá ya había votado en la escuela Luis Calvo Mackenna, a pocas cuadras de allí, y ya sabía que a la salida había tenido que enfrentar una manifestación de unas 15 personas que la increparon por el desalojo de las tomas en colegios municipales y le enrostraron los pagos de SQM al PPD, cuando Tohá era presidenta. Fue un momento tenso, que la alcaldesa logró esquivar subiéndose rápidamente a la van que la esperaba, pero que siguió en la calle con golpes, empujones e insultos entre manifestantes y adherentes.

La salida Alessandri fue, en cambio, tranquila y hasta discreta. Dijo que condenaba la situación vivida por su competidora y se subió a la camioneta roja en que se trasladaba. En su programa seguía acompañar a Sebastián Piñera a votar en la escuela República de Alemania a las 10:45 horas, por lo se estacionó algunas cuadras más adelante para hacer tiempo. Se bajó a comprar una bebida en un minimarket y saludó a los pocos transeúntes que pasaban a esa hora por la calle Cumming. Tal vez fue el momento que mejor reflejó lo que había sido su campaña y un anuncio de cómo terminaría: estaba solo, escoltado apenas por un par de colaboradores, y no llamaba mayormente la atención de nadie. Algunos lo reconocieron y se acercaron a felicitarlo. Otros pasaban diciéndole que ya habían votado por él. Y, como mucho, dos o tres personas le rechazaron el saludo.

Alessandri dijo que si la elección fuese esta, ganaría por paliza, pero ni él mismo tomó demasiado en serio sus palabras.

Del Lexus a la camioneta

Estuvo casi una hora allí, porque Piñera venía retrasado, pero esperó sin reclamar. Durante ese tiempo, Alessandri habló de su padre, Gustavo Alessandri Valdés, de 87 años, ex diputado y ex alcalde designado de Santiago. Contó que lo iba a acompañar a votar y que estaba preocupado por él: “Tiene dificultades para caminar. Tal vez tengamos que usar una silla de ruedas, aunque sé que la iba a rechazar. Como todo político, es vanidoso. Pero él me enseñó a valorar el servicio público, de él viene mi vocación”.

Al final, antes de partir, un par de señoras se acercaron para tomarse una foto con él, un vecino le reclamó por los grafitis de su fachada y dos monjas le sonrieron más por cortesía que porque supieran quién era.

Llegó a la escuela Alemania más tarde de lo presupuestado, a bordo del Lexus de Piñera. Pese al caos que originó la llegada, Alessandri hizo grandes esfuerzos por mantenerse al lado del ex Presidente. Pese a que ningún micrófono lo buscaba, el concejal resistió los empujones y se quedó allí, donde la las cámaras lo captaran.

Tras la votación, Piñera se fue rodeado de una nube de periodistas, mientras que Alessandri volvía a su camioneta, con menos atención, pero con algunos saludos y gritos de apoyo, la mayoría de mujeres de la tercera edad. Una de ellas le alabó las zapatillas rojas.

Después, el concejal se fue a su casa. Allí, junto a su mujer Alejandra Baumann y sus tres hijos, almorzó asado y ensalada y esperó hasta las cinco de la tarde antes de aparecer de nuevo en su comando, esta vez con su familia.

Carolina Tohá, en tanto, había almorzado en el restaurante El Huaso Colchagüino, junto a su equipo de campaña -entre quienes estaban Álvaro Elizalde y Patricio Canelo, jefe político y territorial, respectivamente-, además de su pareja, el abogado Jaime Madariaga. Cercanos a ella contaron que si bien se le veía tranquila, estaba nerviosa y durante la jornada se comportó cauta, evitando hablar con la prensa antes de conocerse los primeros resultados.

Salir a la calle

Alessandri optó por lo mismo, así que al llegar a la casona se encerró con su equipo en un galpón del patio, adaptado con tres televisores y algunas mesas para seguir el conteo. A medida que las mesas comenzaban a darle cierta ventaja, no solo se escuchaban más fuerte los gritos de triunfo, sino que comenzaban a llegar más gente y más medios de prensa.

Afuera, la estrecha calle apenas permitía la circulación de más autos y dentro ya no cabía nadie más. Solo cuando estaba 10 puntos sobre Carolina Tohá, Alessandri abrió las puertas del galpón, entre los vítores de sus partidarios, la mayoría dirigentes vecinales.

Esta vez, las cámaras y micrófonos se le tiraron encima: “Este es un llamado de atención a los políticos a que salgan a la calle”, dijo, y destacó el llamado de la alcaldesa felicitándolo por su triunfo.

En el comando de ella reinaba la desolación. Al caer la noche, la candidata reconocía la ventaja de su contendor: “Quiero felicitar a Felipe Alessandri por su triunfo. Corresponde felicitar a los triunfadores, desearles éxito en su gestión y desearle lo mejor a la comuna de Santiago”. El ex Presidente Ricardo Lagos llegó hasta allá para apoyarla. “La he venido a saludar precisamente en este momento, complejo y difícil, porque es una gran alcaldesa que hizo una gran labor”. Agregó que “este resultado nos está diciendo que hay una fuerza mucho más grande que, no obstante el éxito que ella tuvo en su municipio, es capaz de dar un mensaje que va más allá de Santiago. He conocido en mi vida triunfos y derrotas, pero en cada una de ellas he tratado de extraer cuál es la lectura profunda, debemos reponer las energías, hacer los análisis que hay que hacer que son profundos, no podemos desconocer lo que las urnas nos han dicho. Primero, por la elevada abstención, y segundo, por la forma como esas personas que concurrieron a votar se han expresado”.

Mientras Lagos hablaba, Alessandri destapaba dos espumantes y anunciaba que no habría el tradicional balconazo en la Municipalidad de Santiago, sino que la celebración sería en la Villa Helena Barros, cerca de Rondizzoni, un antiguo condominio donde ha ido desde que salió elegido concejal. Allí, algunas vecinas lo conocen como “Felipito”.

Antes visitó a su padre en privado y mientras llegaban a la villa los primeros dirigentes políticos, como Felipe Kast, Luciano Cruz-Coke, Cristián Monckeberg y Hernán Larraín, Alessandri esperó nuevamente a Piñera para llegar junto a él bajo una lluvia de papel picado, abrazos, gritos y felicitaciones.

Alguien notó un detalle en su vestimenta: se había cambiado las zapatillas rojas por zapatos café.