Columna El Observador Urbano: Diez años del Patio Bellavista

patio bellavistaPor Miguel Laborde.

Hacia un Santiago de calidad mundial

Hace una década este polo del barrio Bellavista era un lugar de ficción. El sector tenía vida, con algunos restaurantes, festivales organizados por los Amigos del Arte, la Dulcería Las Palmas y turistas en La Chascona. Todo sumaba, pero de ahí a inaugurar un gran centro de artesanía, arte y gastronomía, había un salto.

La lógica decía que sí. Como lo percibiera el arquitecto Eugenio Joannon un siglo antes, era imposible que ese paraíso cercano se mantuviera en otro espacio tiempo. Tenía que ser descubierto.

Para el gestor del patio, Patricio Jadue, había tres alternativas para el paño de media manzana; demoler y levantar torres, crear un espacio urbano mixto con hotel y edificios o, lo que se impuso con el apoyo de los vecinos, desarrollar un proyecto a partir de lo existente. Por lo demás, la autoridad municipal no aceptó siete pisos para los edificios.

Era el tiempo de los pueblitos de artesanos, como el de Vitacura y Los Dominicos, y esa fue la tónica. Pero no era suficiente. Uno de los dos arquitectos, Pablo de Carolis, había visto en Buenos Aires unos meses antes el reciclaje de barrios republicanos que acogían un comercio con arte, artesanía y antigüedades, en manzanas con accesos curiosos, recorridos por pasajes. Jadue viajó con su esposa y afirmó la idea primera.

Los arquitectos Carolis y Jorge Schliebener proyectaron entonces un bulevar de pequeños locales al interior de la manzana, el que podría crecer si resultaba. Una de las casas, insegura, se demolió para dar espacio a una circulación. La antigua lechería cedió su lugar a otra serie de locales para artesanos y al amplio patio central. La cité de ladrillo acogería más artesanos; en total, unos 50, y se incluyeron algunos restaurantes.

Para los arquitectos de esa etapa fundacional había dos conceptos importantes. Uno, que se contaba con un patrimonio arquitectónico propio del sector, muy santiaguino en su diversidad; era una exhibición valiosa, un atributo. Lo segundo, avalado por la experiencia internacional, era que no convenía instalar estructuras muy rígidas, sino dejar abiertas las posibilidades para cambiar los espacios según las tendencias de los comerciantes que se instalaran. Así, en acuerdo con Jadue, se concilió la conservación de lo existente con la apertura a los cambios.

Los cambios no han dejado de aparecer, a cargo de otras oficinas de arquitectura para intervenir el espacio de un modo unitario, y para sumar construcciones cuando Sala Editores dejó la mitad sur de la manzana. Sigue en evolución, hoy más polo gastronómico que centro artesanal y con un hotel en su programa.

En este aniversario corresponde recordar el gesto inicial. Aunque con cautela, fue lo que gatilló una nueva etapa de Bellavista. A esta inversión de varios millones dólares se sumaron otras importantes, como las de los hoteles Aubrey y Castillo Rojo. Hito de Santiago, el año pasado, al crear la Cámara Chilena de la Construcción -junto al MINVU y la AOA-, los premios Aporte Urbano, le dio el primer lugar en la categoría “Regeneración o rehabilitación urbana”.

Integración
Se concilió la conservación de lo existente con apertura al cambio.