Opinión: Las ciudades como centro de desarrollo, creatividad y emprendimiento

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Por Alejandra Labarca D. Coordinadora Proyecto Ciudades Fraunhofer Chile.

La estrategia de Chile para su exitoso crecimiento económico en los ’80 y ’90 se basó principalmente en el equilibrio de las cuentas fiscales, la seriedad de las instituciones y en general, la preparación de un entorno macroeconómico favorable para las inversiones, fueran éstas nacionales o extranjeras. En general, las inversiones se manifestaron en las empresas extractivas de recursos naturales, y en el sector de los no transables, en la construcción,  los llamados “utilities” y los servicios financieros.

En cualquier caso, la mirada y el desarrollo del capital humano no fue parte de la estrategia de crecimiento de los últimos 30 años, lo que ha llevado a Chile a un nivel muy rezagado de productividad y entre los menores productores de bienes y servicios creativos a nivel mundial, por detrás de Brasil, Argentina, Bolivia y Perú.  De hecho, actualmente, la industria creativa representa un 1,6% del Producto Interno Bruto (PIB) de Chile.

Otra de las falencias que tuvo la estrategia de crecimiento de Chile hasta la fecha ha sido dejar al mercado la resolución de problemas de índole público, y alejarse de su rol regulador para garantizar que los ciudadanos puedan acceder a un bienestar de acuerdo al desarrollo económico. De esta forma, el mercado no ha logrado resolver el tema de la propiedad de los recursos ambientales y su cuidado, el transporte público, la televisión abierta, la urbanización de las ciudades, la descentralización y muchos otros asuntos que pueden haber sido clave en la calidad de vida de los chilenos de hoy.

Hoy llegamos a un punto en que las ciudades son el centro de la actividad, los conocimientos, las redes, los capitales, la cultura y la entretención, la conectividad pero también son el lugar de la contaminación, la congestión, la delincuencia y el hacinamiento.

Esa es la realidad y necesitamos cambiarla para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos a la vez que garantizamos un desarrollo económico compatible con la sostenibilidad social y ambiental.

Hay abundante literatura y consenso de que en la era del conocimiento, son las personas las llamadas a impulsar el crecimiento económico a través del emprendimiento, la innovación y la creatividad, las cuales deben encontrar lugares aptos para su florecimiento y consolidación.

En esta materia, el reconocido Richard Florida, especialista en urbanismo y crecimiento económico viene afirmando que “la creatividad humana es el recurso económico definitivo”, materia que fue el foco de su libro de 2002, “The Rise of Creative Class” (traducido como La clase creativa). Para él, los lugares que propician y permiten de mejor manera la creatividad y el emprendimiento son “los lugares con una gran concentración de personas homosexuales o de bohemios tienden a presentar tasas más elevadas de innovación y de crecimiento económico”, lo que demostraría su tolerancia a lo diferente y la total ausencia del miedo a serlo.

Para Florida, el entorno donde estos fenómenos se producen son las ciudades. A partir de estas ideas, desarrolló un Índice Bohemio (que mide la concentración relativa de artistas, escritores, músicos y otros trabajadores de estos sectores) y lo aplicó a conurbaciones como Los Ángeles y Nueva York (que encabezan el listado en Estados Unidos), en contraste con ciudades como Hartford, en el estado de Connecticut, que figura muy por detrás.

A la vez, Florida elaboró una fórmula para lograr el deseado crecimiento, que sintetizó como las tres T: Tecnología (medida como la concentración de la innovación y de la industria de alta tecnología), Talento (entendido como “capital creativo”) y Tolerancia (a las minorías sexuales y étnicas). Con estas tres variables construyó, a su vez, su Índice Global de Creatividad.

En Chile necesitamos remover el piso, y crear una nueva cultura. ¿Difícil? Sí; ¿Largo? Mucho; ¿Rentable? Absolutamente. Estamos empezando con Valdivia, Valparaíso. Ciudades que de alguna manera tienen una identidad y no la quieren perder. Sin embargo necesitamos más ayuda, más confianza, acabar con la inercia. Es necesario entender que nadie hará nada por nosotros y que estos cambios requieren recursos humanos y financieros. El gobierno hace su parte con dificultad pero las empresas están al debe. Es el momento de que las empresas nacionales con capitales extranjeros o sin ellos devuelvan la mano al país que por largo tiempo entrego las condiciones necesarias para hacer buenos negocios. Invertir en el futuro de Chile es una buena apuesta.