Opinión: Políticas de vivienda y suelo, una necesidad urgente

Por Carlos Aguirre Núñez, Director de la Escuela de Construcción de la Universidad de Las Américas (UDLA) / Constructor Civil, Msc en Gestión Urbana y Doctor (C) en Gestión y Valoración Urbana.

¿Qué ciudades queremos y necesitamos construir?, ¿cómo abordamos las inclemencias medio ambientales que estresan nuestros sistemas urbanos? y ¿cómo nos hacemos cargo de ciudades altamente demandantes de electricidad y agua? Son algunas de las preguntas que debiéramos respondernos a la hora de pensar en nuestras urbes.

Chile vive un punto de inflexión en el manejo de su espacio urbano. Si bien con la Política Nacional de Desarrollo Urbano (PNDU), se dicta una directriz un poco más definida, la transformación de éstas en la arquitectura legal de nuestro país, está pasando a un segundo plano de discusión.

 Aunque las ciudades no marchan ni reclaman, los indicadores de resultados están a la vista, ante desastres naturales de diferente tamaño literalmente ‘hacemos agua’. Entonces qué nos falta para saber a dónde vamos y para tener una hoja de ruta más clara. 

A mí parecer, debemos establecer algunos conceptos necesarios para seguir adelante. En primer lugar, entender que nuestras realidades metropolitanas tienden a compactarse.

En segundo, que nuestras ciudades intermedias y menores, crecen aún en expansión, con un claro predominio del automóvil como medio de transporte. En términos generales, nuestras metrópolis han aumentado la construcción en altura en ámbitos centrales o de mayor centralidad, los que incluidos a los sistemas de transporte público, permiten tener una ciudad con mejores niveles de transporte; mientras las ciudades intermedias presentan un proceso de urbanización más periférico, lo que sumado al aumento del uso del automóvil, aumenta sus niveles de congestión hacia los centros laborales.

El tercer concepto, dice relación con los modelos de transporte metropolitano, los que son multimodos y, por tanto, requieren de complementariedad. En cuarto lugar, la segregación residencial genera una ineficiencia del sistema de transporte que es mayor a su ineficiencia basal, tanto en términos de cobertura como de calidad de servicio.

Como quinto tópico, la calidad de vida y su percepción por parte del ciudadano, debe ser el objetivo principal al momento de generar barrios, los que deben ser accesibles, contar con acceso a servicios públicos, ser amigables con el medio ambiente y brindar soluciones de vivienda que sean dignas.

Respecto a la sustentabilidad energética e hídrica, como sexta arista, ambas deben ser ejes de acción en toda nueva edificación y, por ende, basales en el desarrollo de nuestras ciudades por medio de políticas públicas, planes reguladores así como normas de edificación. Como séptimo y último punto, la eficiencia en el manejo de los recursos de la edificación pública y de las viviendas sociales, debe racionalizarse y enfocarse en un tipo de construcción masiva, altamente controlada y eficiente en términos energéticos.

Después de estos puntos, que pueden ser discutibles, pero que se vuelven obvios ante cualquier análisis, nos deberíamos preguntar como país, ¿qué ciudad queremos?, ¿qué ciudad necesitamos construir?, ¿cómo abordamos las inclemencias medio ambientales que estresan nuestros sistemas urbanos constantemente? y ¿cómo nos hacemos cargo de ciudades altamente demandantes de electricidad y agua?

Si bien son muchas las opiniones respecto a estas temáticas, lo claro es que la Política de Vivienda no debe quedar sólo en los más desposeídos, sino pensarse desde la complejidad de la ciudad, de la generación de barrios y como elemento de cambio en las condiciones actuales de la ciudad.