Transporte en Santiago: disculpe las molestias…

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Lamentable escenario vivió el sistema de transporte público de la ciudad de Santiago el pasado viernes 14, debido al corte en uno de los cables que suministraba energía a la red, afectando las líneas 1, 2 y 5.

Si bien este hecho se suma a los otros tres episodios de errores en la red en lo que va del año 2014, esta última falla del sistema de metro, evidencia la crítica dependencia modal que tiene actualmente el sistema completo, la inequidad social asociada a la falta de un transporte público de calidad y la falta de interés público en viabilizar el uso prioritario y eficiente del transporte público masivo en Santiago.

La agenda sobre temas de transporte ha sido en el último tiempo crecientemente discutida en el ámbito público, comunicacional y político, ya que junto a los nuevos paradigmas de la sostenibilidad, se ha introducido el concepto de la eficiencia en esta materia y los costos económicos que conlleva la mala calidad de transporte. Sin embargo, un factor que aún no se aborda como prioritario es el factor de la inequidad social asociada a la falta de un transporte público de calidad.

Santiago en la actualidad tiene los mayores índices de desigualdad urbana, producto de pasadas –y no completamente superadas- políticas de vivienda y de regulación de suelo. Si bien la reciente falla de metro no representa sus normales índices de funcionamiento, actualmente existen sectores en la ciudad que viven constantemente descompensaciones en el ámbito del transporte como consecuencia de usos modales que no satisfacen a sus usuarios ni en tiempo ni en términos de la experiencia de viaje. Este panorama se evidencia claramente en el habitual uso de transporte público en horario punta, ya sea en el uso de Metro como ante la opción de Transantiago para comunas que quedan alejadas del centro de trabajo y servicios de Santiago; y así también se evidencia en los interminables tacos producidos por la congestión vehicular, que no discriminan por localización geográfica en Santiago.

Por otro lado, las actuales barreras de segregación y desigualdad social parecieran acentuarse ante los conflictos de transporte como los recientemente vividos en Santiago, ya que si bien se trata de un hecho que afecta a una gran porción de los usuarios del sistema completo, las largas distancias y la imposibilidad de combinar con otro medio de transporte hacen aún más injusto el desajuste para el sector de la población más vulnerable –como suele suceder en varios otros aspectos de la actual administración urbana.

Sin embargo, no sería justo comentar estos conceptos simplemente desde la emergencia de lo ocurrido. Es importante reconocer también que en términos de transporte público se ha avanzado en la definición y actual construcción de las líneas de metro 3 y 6, que permitirán el uso de este medio de transporte en un alto porcentaje de pasajeros más en el mediano plazo. A esto se suma el anuncio gubernamental de hace algunos días de un plan de inversión en proyectos de transporte, que abarca la ampliación de la línea 2 y línea 3 del metro hacia las comunas del Bosque y Quilicura respectivamente, lo que permitirá aumentar la accesibilidad del sistema hacia comunas que actualmente se encuentran en una gran desventaja respecto a otras zonas de la ciudad.

Lo cierto es que la construcción de infraestructura de movilidad es la primera clave para asegurar la efectividad de las medidas que se tomen en términos de políticas públicas. Es así como las soluciones propuestas en función de asegurar una mayor eficiencia en uso del auto –como así la sobrevaloración de mejoramientos viales en calles y autopistas urbanas- compromete el riesgo del corto plazo. Y nuevamente, la manera de asegurar la efectividad del sistema de transporte en el largo plazo, se construye sobre la base de la infraestructura pública de transporte masivo (en los distintos modos que este suponga), involucrando a los sectores públicos y privados en una mirada conjunta y multisectorial.

Una de las preguntas más importantes respecto al desarrollo de políticas públicas relativas al transporte –y posiblemente de las más difíciles de responder en la práctica-, es qué tipo de transporte contribuye de mejor manera a la generación de ciudades más equitativas. A los ya conocidos parámetros medioambientales, económicos y sociales, se suman cada vez con mayor intensidad la participación y la gobernanza, ya que ambas permiten incorporar aspectos locales facilitando la toma de decisiones y la acción sobre los proyectos de diversas índoles.

¿Cuáles son las consecuencias de un mal funcionamiento del transporte público en las ciudades?
Ciertamente tomar decisiones sobre la base de la emergencia –ante lo ocurrido con la falla de tres líneas de metro-, no supone necesariamente acertar respecto a las decisiones que se tomen en términos de movilidad urbana. Sin embargo hay ciertos conceptos importantes de ser demandados cada vez con mayor intensidad por la población, que tienen relación con las consecuencias de un mal funcionamiento del transporte público en las ciudades:

Consecuencias sociales que tienen relación con la calidad de vida de la ciudadanía, lo que se evidenció de manera muy cruda y gráfica el pasado viernes 15 en Santiago, y que sin embargo es una postal habitual ante cada caída, falla o evento de saturación de alguno de los modos de transporte masivos en Santiago.
Consecuencias distribucionales de las actividades que se realizan en la ciudad; lo que en Santiago se evidencia en la concentración de actividades en un eje que va desde el Centro-Providencia-Las Condes.
Consecuencias comunitarias y civiles, reflejadas en una menor participación de la ciudadanía en eventos, actividades y otras situaciones por problemas de traslados hacia otros puntos de la ciudad.
Consecuencias culturales. Parece no tener mucha relación, pero una ciudad que carece de buen transporte público, carece también de espacios temporales y físicos para que sus ciudadanos puedan asistir a eventos culturales, y puedan desarrollar actividades de recreación, ocio e incluso deportivas de una manera en que no interfiera con su regular sistema de vida.
Consecuencias medioambientales cuantificables en términos de polución urbana, ruido, entre otros aspectos.

Uno de los grandes desafíos que tiene actualmente el Transporte Público es ser atractivo –o al menos más atractivo- que el transporte privado. Si bien la contingencia con lo recientemente ocurrido no ayuda a contribuir con esta idea, uno de los incentivos para que esto se de en el mediano plazo, es la INTEGRACIÓN de los sistemas, considerando la experiencia de viaje no sólo desde que el usuario toma su medio de transporte, sino además incorporando el inicio del viaje desde el hogar, todos los posibles puntos de transbordo e intermodalidad y el punto de destino.

Finalmente, desde una perspectiva personal, hoy lo que se necesita es mayor integración modal y mayor oferta de nuevos modos de transporte que puedan integrarse a la red, pero por sobre todo, se requiere un efectivo y real interés público (y político) por viabilizar y asegurar el uso prioritario y eficiente del transporte público masivo.