Llevar la cultura a todos los rincones

Por Rodrigo González, La Tercera.

[desafio] En un país históricamente centralizado, la irrigación del arte fuera de los límites de Santiago es una necesidad. El sistema circulatorio tiene un nombre clave: red cultural.

Nunca un año tuvo más complicaciones para Muriel Miranda, directora del Festival Internacional de Teatro del Bío-Bío. La quinta versión del encuentro que ella creó en el 2010 junto a sus compañeros Hugo Covarrubias e Isabella Cichero se topó en el 2014 con inconvenientes conocidos, pero también con problemas mayores, con fallas estructurales. “Para esta versión no obtuvimos ningún Fondart, pero aún así lo más grave estaba por venir: tampoco hemos encontrado suficientes sedes dónde presentar nuestras obras. Está casi todo arrendado para cosas como graduaciones, fiestas de fin de año. Es frustrante. Llevamos cinco años y no hay dónde hacer las obras”, explica la actriz sobre el festival que va en noviembre.

La deficiencia a la que alude Muriel Miranda es una de aquellas que cambia cuando se modifica el mapa mental del país. Históricamente esta cartografía habla de centralización cultural y se desentiende de lo que pasa fuera de Santiago. En Concepción, por ejemplo, no existe ningún gran teatro para desarrollar actividades. “Es difícil de entender. No se puede vivir siempre arrendando gimnasios para hacer teatro en regiones”, dice Carmen Romero, directora del Festival Internacional Santiago a Mil, la iniciativa que más montajes lleva a provincias. “Es evidente la falta de infraestructuras y espacio fuera de Santiago. Se hace necesaria una política de redes manejada desde el Estado”, agrega Romero.

La situación de Concepción, la segunda urbe del país, tendrá una solución parcial en los próximos dos años, con la construcción del Teatro Regional del Bío-Bío, del afamado arquitecto nacional Smiljan Radic. “En principio me oponía, porque me parecía un futuro ‘elefante blanco’ en medio de una ciudad que necesita varios espacios. Pero ahora me parece que entre tener esto y nada, es mejor el Teatro Regional”, cuenta Miranda, que suele usar el concepto de redes.

Las mismas palabras se repiten en boca de Constanza Arena, directora de la Fundación Cinema Chile, que este año lleva películas a todo el país a través de su programa Chile: Territorio de Cine. “Nosotros apostamos a estrenar películas en multisalas, en cineartes y en salas acondicionadas. Tenemos experiencias de todo tipo, desde el cine de cerro Sombrero en Tierra del Fuego, hasta el Aula Magna de la Universidad Austral de Valdivia. Nuestra experiencia, con las cintas Crystal Fairy y sobre todo Las analfabetas, es positiva, pero hay una evidente falta de infraestructura”, dice Arena. “Es interesante mirar el ejemplo de la red de cines en provincias que estableció el Instituto Nacional del Cine (INCAA) en Argentina”, agrega.

A la hora de hablar sobre qué es lo que busca el público fuera de Santiago, las respuestas son más o menos las mismas: obras de calidad y, si es posible, que nazcan desde su entorno y respiren su mismo aire. “Recién estrenamos Las cruces de Quillagua, sobre un pueblo de la Segunda Región afectado por la falta de agua, y sucedió que a Iquique y La Serena la gente viajó desde otras ciudades. Querían verla, porque era un tema que los tocaba y los identificaba”, comenta la realizadora Paola Castillo, directora ejecutiva de Miradoc, red que por segundo año consecutivo exhibe documentales locales en Chile.

En esta encrucijada de las redes de exhibición cultural de cine, teatro, música o plástica, las figuras de la audiencia, los museos y los centros culturales son capitales. La primera, porque genera retroalimentación sobre lo que se busca en las regiones y las dos últimas porque vinculan con el público. “A partir del 2000 implementamos un plan de mejoramiento integral de museos estatales a partir de encuestas permanentes, focus group y entrevistas. Y lo que dice el público va desde requerimientos sobre las colecciones de los museos, lo que se quisiera ver hasta las dimensiones de los museos”, explica Alan Trampe, subdirector de la Dibam. “¿Cómo exponer? La idea es hacerlo en nuestros museos y, si no los hay, en otros espacios y en los centros culturales”, agrega.

Al respecto, mantener la dinámica de un centro cultural es un ítem de particular dificultad. No hay colecciones permanentes como en los museos y durante los últimos años los centros han aumentado en gran proporción. Es más, la Presidenta Michelle Bachelet anunció la creación de 15 centros culturales juveniles como una de las cinco tareas prioritarias del Consejo de la Cultura.

“El desafío de los centros culturales es que vayan más allá de la calendarización de actividades y logren verdadera programación de contenidos de calidad. Programar es un acto creativo y la calidad requiere recursos”, reflexiona Bruno Betatti, coordinador de fomento del Consejo de la Cultura. Y agrega: “El desafío para el 2015 y 2016 va a ser generar redes: de centros culturales, de salas de teatro y de cine. De tiendas de música, de películas y de libros. Esto es lo que garantizará una mejor oferta de contenidos en regiones”.