Imagen Ciudad: Significado e Implicancias


Por Felipe Cáceres Merello, Director de Análisis e Innovación de Visión Humana.

En un escenario de globalización caracterizado por la creciente integración de personas, recursos y territorios a una única sociedad global, las ciudades deben ser capaces de gestionarse de manera tal que puedan presentarse integradas al mundo pero con características únicas e irrepetibles que las posicionen de manera distintiva en términos de lo que pueden entregar. En esa línea, la imagen que diversos públicos tengan de ellas resulta un elemento clave.

La imagen que proyecta una ciudad o imagen ciudad media en las decisiones de actores y públicos relevantes para su potencial desarrollo social, cultural y económico: para sus residentes, en tanto lugar para vivir; para los inversores, como un lugar donde situar su negocio; para los turistas y visitantes, como un lugar con atractivo cultural, entretenido o de descanso. En general, un grupo de interés para la ciudad actuará en relación a ella condicionado por el conocimiento, intensidad o sentido de los atributos de imagen que tenga de la misma (Del Barrio, Luque y Rodríguez, 2009).

¿Pero qué se entiende cuando se habla de imagen ciudad?

Según Dowling (1986), la imagen es “un conjunto de significados por los que llegamos a conocer un objeto, y a través del cual las personas lo describen, recuerdan y relacionan. Es el resultado de la interacción de creencias, ideas, sentimientos e impresiones que sobre un objeto tiene una persona”. De esta manera, podríamos definir imagen ciudad como el significado total que evoca una ciudad en un determinado grupo de personas y que los predispone hacia ésta.

La imagen ciudad puede descomponerse en un conjunto de atributos geográficos, urbanísticos, sociales, económicos y culturales que caracterizan a una ciudad en particular: sus atractivos naturales, las tradiciones de su gente, los edificios, sus parques, etc. En ese sentido, la imagen ciudad es un constructo multidimensional y socio-histórico, ya que incluye aspectos que operan en diferentes ámbitos, interrelacionados, dinámicos y que parten fundamentalmente desde el uso y apropiación del espacio por parte de las personas.

Ahora bien, la imagen que se construye de algo o alguien es elaborada comúnmente a partir de la información que se dispone, de manera justa o injusta con la realidad. Por ello, la imagen ciudad no basta con definirla sino que también requiere ser apropiadamente comunicada. En ese ámbito, su administración y gestión se hace cada vez más necesaria.

Una gestión de la imagen ciudad que tenga mayores probabilidades de eficacia requiere al menos de la confluencia de tres elementos: la alineación estratégica de los actores clave de la ciudad (autoridades públicas, representantes de la ciudadanía, representantes del sector privado, entre otros), la participación de la comunidad y la generación sistemática de conocimiento a través del seguimiento de indicadores de imagen ciudad.

En primer lugar, se requiere del acuerdo y trabajo conjunto de los distintos actores políticos, sociales y económicos que forman parte de la ciudad y su funcionamiento. En ese aspecto, un proyecto de posicionamiento de la imagen ciudad debe transformarse en un proceso que entregue sentido y coherencia a los diferentes sectores, dotándolos de una visión común que les permita reconocerse primero en sus potencialidades para luego proyectarse a partir de ese consenso.

Consecuentemente, la gestión de la imagen ciudad debe contar también con la participación de la comunidad local, entendiendo que una ciudad la constituyen sus propios habitantes y sus prácticas. Desde esa perspectiva, la gestión de la imagen ciudad trasciende el mero diseño de una campaña de marketing, ya que la participación e integración de los distintos actores que la componen resulta un recurso estratégico.

Por último, monitorear el comportamiento de los determinantes de la imagen ciudad en los diversos públicos objetivos a través del seguimiento sistemático de indicadores, permite no sólo asumir la posición en la que se encuentra la ciudad (respecto a lo que ella misma puede entregar y respecto a otras ciudades), sino que también la posibilidad de tomar decisiones más certeras y precisas respecto a desarrollar y/o evaluar estrategias.

A través de un proceso de este tipo, la ciudad no sólo consigue una marca o sello propio que puede ser “vendible” en términos comerciales sino que también (y fundamentalmente) se produce a sí misma, es decir, asume una singularidad a partir de la relación de sus elementos constituyentes.

BIBLIOGRAFÍA