Familias y vecinos se reúnen en plazas para hacer ejercicios personalizados al aire libre

Por Florencia Polanco, El Mercurio.

Buscan evitar encerrarse en un gimnasio, después de un largo día de trabajo:

Arman grupos y entre todos contratan a un preparador físico tres veces a la semana. La ventaja es que lo hacen de noche, cuando el calor baja y los hijos duermen.

Cada vez son más las personas que prefieren pasar una tarde en una plaza, disfrutando caminar al aire libre, que encerradas entre cuatro paredes.

Además, pese a que es un espacio asociado usualmente a los juegos y a los niños, últimamente los adultos también lo saben aprovechar bien.

Se trata de vecinos, familias o grupos de amigos que, cansados del sedentarismo físico, deciden contratan a un entrenador personal para que los ejercite en la plaza más cercana a su casa.

Prefieren esta alternativa, sobre todo para evitar encerrarse en un gimnasio después de llegar de la oficina o la universidad, que implica estar durante horas en un espacio cerrado.

“Para una que es mayor, la gracia de hacer deporte aquí es que con los jóvenes te entusiasmas mucho. Además de estar recuperando un espacio verde, que antes se usaba mucho más que ahora”, cuenta Claudia Bravo, de 48 años, quien se entrena junto a sus hijos en la Plaza Corte de Apelaciones de Vitacura.

Las clases son tres veces a la semana y en horario nocturno, para recrearse después de un largo día de trabajo o estudios.

El grupo de ella, liderado por el entrenador Vicente Uribe, está compuesto por más de diez personas, entre ellos familiares, amigos o vecinos curiosos que se sumaron al verlos entrenar. Así, comentan mientras se ejercitan, formaron una comunidad vecinal en torno al deporte, pese a que muchos no se conocían.

La sesión de Vicente es intensa. Son más de las nueve de la noche y llevan cerca de una hora saltando o apoyándose sobre sus palmas para trabajar la musculatura y la fuerza, los ejes centrales del programa Crossfit.

Al otro lado de la plaza, un grupo de dueñas de casas y trabajadoras de medio tiempo les siguen el ritmo. Son Andrea Mackenna, Valerie Engler y María José Córdova, quienes reciben las instrucciones de Diego Bustamante, experto en calistenia, una técnica que usa el peso corporal.

“La gente está prefiriendo los espacios libres, para refrescarse. También aprovechan de crear lazos, para generar redes de apoyo”, comenta Diego, mientras le indica a cada una de ellas el siguiente ejercicio que deben realizar en las barras de un juego.

“Nuestro vínculo es la plaza. Nos conocimos aquí, nos pusimos de acuerdo y se transformó en la solución de la vida, porque dejamos a los niños acostados y cualquier cosa que pase salimos corriendo a la casa”, cuenta María José. Incluso, si entre ellas tienen algún problema, se ayudan mutuamente.

Pese a lo duro del entrenamiento que siguen, para ellas es el momento de relajo y conversación más esperado del día.

Para las trillizas Valentina, Constanza y Javiera Busquets, que entrenan junto a su mamá, su tarde de ejercicios personalizados también es una instancia para compartir. “En qué otro momento sales y te echas al pasto, sino es en este. Aparte, es la hora del día donde nos topamos todas, y nos desconectamos un rato”, dice Valentina.

Su entrenador, Rodrigo Ebner, partió igual que ellas. Hace algunos meses dejó su carrera en política comercial para enfocarse en su verdadera pasión: el deporte y la alimentación saludable. Ahora se dedica a motivar a otras personas, para que hagan ejercicio no como un deber, sino como un estilo de vida. “Respirar e interactuar con la naturaleza lo transforman en una experiencia, y eso ayuda a que sea un hábito entretenido”, sostiene.

$35.000

mensuales cuesta en promedio una clase grupal y personalizada, tres veces por semana.