El misterio de la “Isla de los Muertos” atrae a más de 3.500 turistas en verano

Proyecto del municipio, MOP y Subdere busca evitar su deterioro natural y mejorar instalaciones para los visitantes.

Por Macarena Villa, El Mercurio

Solo una de las 33 tumbas que forman el cementerio natural de la “Isla de los Muertos” tiene identificación. Data de 1906, según la inscripción.

Muchas versiones circulan en Caleta Tortel sobre estas muertes. Desde allí salen las embarcaciones hacia la isla, que está a unos 15 a 20 minutos de distancia en lancha rápida.

La historia cuenta que a inicios del siglo XX llegaron más de cien hacheros chilotes hasta el sector Bajo Pisagua, contratados por la Sociedad Explotadora del Baker. Allí se instalaron para sacar madera en barco hacia la zona central.

“Hay versiones de que, como la empresa quebró, les habrían envenenado la alimentación que les pasó a dejar un barco y por eso la gente murió. Gente de la empresa dijo que los trabajadores se enfermaron de escorbuto y murieron”, relata Bernardo López, alcalde de Tortel.

Pero el valor histórico de este cementerio es que alberga el sitio más antiguo con construcciones occidentales de la Región de Aysén, por lo que en 2001 recibió la declaración de Monumento Nacional. Entonces se instaló una cerca de ciprés de las Guaitecas para evitar el ingreso de animales.

Las tumbas, que se pueden ver desde una pasarela de madera, están medio de un mallín, con ñires, canelos, helechos y otras especies. Las cruces están cubiertas de algún tipo de moho. Algunas están inclinadas, apoyadas en árboles o atravesadas por alguno de ellos.

El misterio y su entorno convirtieron a la isla en un atractivo imperdible de Tortel, que tiene poco más de 500 habitantes. En la última temporada estival recibió más 3.500 visitas de chilenos y extranjeros.

Esta cifra, añade el edil, comenzó a subir en 2002 cuando se abrió un camino por tierra desde la caleta que conecta con la Carretera Austral.

Pero la isla ni siquiera tiene un embarcadero formal. El visitante debe saltar desde la lancha hacia el reblandecido borde.

Por eso, hace un par de años el municipio comenzó a trabajar con la dirección regional de Arquitectura del Ministerio de OO.PP. en un proyecto para evitar su deterioro natural y mejorar instalaciones para los visitantes.

El programa de Puesta en Valor del Patrimonio de la Subsecretaría de Desarrollo Regional (Subdere) financió el diseño. Y a fines de mayo un experto del Consejo de Monumentos Nacionales visitó el lugar para evaluar el proyecto.

Roberto Doering, director regional de Arquitectura del MOP, explica que tiene tres objetivos: proteger a la isla de la erosión que le causa el caudaloso río Baker, restaurar el cementerio y sus tumbas, y construir un nuevo embarcadero, que considera un circuito de pasarelas de 1.200 metros de recorrido.

Este mes esperan recibir la recomendación técnica favorable para postular a fondos del Gobierno Regional y Subdere, y financiar la ejecución, que se estima en $1.200 millones.

“Queremos empezar las obras en marzo de 2014, hay que trabajar en invierno porque el río baja su caudal”, comenta López.

Los nombres

Hace un par de meses el antropólogo Mauricio Osorio encontró en una publicación local de la época una lista de 59 personas, con nombre y primer apellido, que habrían fallecido en Bajo Pisagua entre el 7 de julio y el 27 de septiembre de 1906. Se trata solo de hombres que, estima, tendría entre 17 y 45 años de edad.

“Se informa que hubo abandono de un contingente importante de personal chilote. Se habla de más de 200 trabajadores: entre 209 y 219”, dice. Por eso lo califica como la “Tragedia obrera de Bajo Pisagua”.

Pero la lista de fallecidos es mayor porque otros murieron en el Vapor Araucanía que en septiembre de 1906 llegó a rescatarlos. El capitán Guillermo Titus hizo una declaración notarial de que rescató 157 personas.

Un equipo de arqueólogos exhumó una de las tumbas en 1998. “Como era de prever, la humedad local y la acidez del suelo destruyeron totalmente los esqueletos”, explica el arqueólogo Francisco Mena, quien dirigió el estudio como académico de la Universidad de Chile.

Encontraron pedazos del esmalte de unos molares, tres botones diferentes (uno era de una fábrica francesa del siglo XIX) y los cajones de ciprés intactos.

“Mi impresión es que fueron abandonados (…) y que la causa fundamental de su muerte es hambruna. Tal vez después a la larga llega a escorbuto, pero por la debilidad de la gente”, dice Mena.

La hipótesis es descartada por el alcalde López, dado el conocimiento que tenían los chilotes de la zona y la gran cantidad de animales que había.