Cómo afectó la edificación en altura a los residentes de las comunas históricas

Estudio de la U. de Chile sobre renovación urbana midió los efectos en los últimos 10 años.

Por Valentina Pozo, La Tercera

“Disponibilidad Inmediata”, decían los carteles que pendían de las recién levantadas torres de departamentos a principios de los 90. Habían surgido producto de una política pública emanada del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, que propiciaba la densificación de comunas céntricas que en los últimos 40 años no habían sumado nuevos habitantes.

Durante toda esa década proliferó este tipo de construcciones en Santiago centro, Recoleta, Independencia, Quinta Normal, Macul y Ñuñoa. Ayudaba que los planes reguladores ahí permitieran el desarrollo inmobiliario y ayudaba, también, que se contemplara la entrega de subsidios para la compra de nuevas viviendas en esos sectores.

En Independencia, se densificó el cuadrante de Av. La Paz, Bezanilla, Bustos y Rivera; en Recoleta, las calles Santos Dumont, Av. La Paz, Olivos, Dominica y Av. Perú.; en Santiago centro, aparecieron grandes estructuras en Tarapacá, Vicuña Mackenna, Av. 10 de Julio y San Diego (barrio Santa Isabel); y en Quinta Normal, se apostó por Santo Domingo, Gral. Velásquez, Carrascal y Matucana.

Más al sector oriente, en Ñuñoa, las calles elegidas fueron Campo de Deportes, E. Castillo Velasco, Seminario, Dublé Almeyda, Irarrázaval y Sucre, y en Macul, la avenida del mismo nombre, entre Rodrigo de Araya y Camino Agrícola.

Para determinar qué pasó con las comunidades en esas zonas, la Facultad de Arquitectura (FAU) de la U. de Chile realizó un estudio denominado “Primera Encuesta Metropolitana a Residentes de Barrios de Renovación Urbana en el Gran Santiago”, que duró tres años y que contempló encuestas a 746 hogares, con más de 2.500 personas.

Lo que llamó la atención de los investigadores fue el efecto de desplazamiento que se produjo entre los vecinos históricos hacia comunas colindantes, lo que generó un rompimiento de las redes sociales de larga data.

El director del proyecto, el arquitecto Ernesto López, afirma que al no poder pagar los precios por las nuevas construcciones de su comuna loes vecinos, tuvieron que emigrar. “Varios de los que vivían en Independencia, por ejemplo, se tuvieron que ir a Pedro Aguirre Cerda; otro, de Santiago centro, a la periferia de la ciudad. Esto les significó descender un peldaño en la escala social”, explica López.

El académico habla en este caso de “una pérdida del ‘derecho a ciudad’, que tiene que ver con la facultad de conservar su vida de barrio y sus redes” y agrega que un 40% de los encuestados en todas las comunas tuvieron que dejar sus barrios.

La investigación arrojó, además, una pérdida de calidad de vida entre los habitantes que permanecieron en las zonas densificadas. Esto, por el exceso de sombra que trajeron las nuevas torres y los atochamientos vehiculares en sus calles (ver infografía).

Calidad de vida

Los investigadores registraron que en sitios donde antes existía una casa, se levantaron torres de hasta 31 pisos, donde cabían hasta 300 departamentos, cada uno con sus respectivos autos. “El problema es que las calles que no fueron acondicionadas para la nueva carga. como el caso de Santa Isabel, entre Tarapacá y Av. 10 de Julio”, explica López.

Para el arquitecto hoy existen fuertes carencias en las políticas públicas de desarrollo en altura, sobre todo en las comunas encuestadas. “Se habló de renovar barrios, de revitalizar el mercado, algo que está bien y que sucedió. El problema es que no se habló del efecto sobre los residentes”, dice.

Respecto de la visibilidad, tanto los antiguos como los nuevos experimentaron problemas. Mientras los primeros se vieron afectados por la sombra que provocaron las torres y el bloqueo de sus tradicionales vistas (los de Av. Independencia solían mirar al cerro San Cristóbal), los segundos pronto vieron cómo se instalaba un edificio vecino a metros de sus ventanas. “Quedaron mirando hacia colgadores de ropa”, cuenta López.

Desplazados

El documento de la FAU registró que los habitantes históricos recibieron bajos pagos por sus terrenos. “Lo que no les permitió comprar una vivienda en el mismo sector”, aclara el arquitecto a cargo.

El estudio no identificó dónde se fueron a vivir los antiguos vecinos, pero el académico asegura que perdieron sus redes. “Eso acusa la carencia de una buena Política Nacional de Urbanización”, afirma el sociólogo Camilo Arriagada, coautor del estudio.

“Lo que estamos viendo en Santiago es un proceso de gentrificación, pero no del que vemos en ciudades como Nueva York, Londres o Berlín. No es como el de las películas, que ocurre cuando llegan a artistas y boutiques a zonas deprimidas. Aquí no sólo es visualmente distinta, sino que tiene una transformación radical de la infraestructura social de la ciudad”, explica López.