“Smart City”: más allá de la tecnología es avanzar hacia una ciudad colaborativa y participativa

Por Loreto Rojas Symmes, Académica Escuela de Geografía, Universidad Alberto Hurtado y Vicepresidenta de Ciudad Viva

Hace unos días tuvimos en Chile un evento para discutir acerca de “Smart City” –ciudades inteligentes– en el marco del “Smart City Expo World Congress” que se desarrollará en noviembre en la ciudad de Barcelona. Este evento se centrará en los desafíos que tendrán las ciudades en los próximos años, en el marco de un acelerado crecimiento urbano con bajos niveles de sostenibilidad ambiental.

En Santiago al igual que otras metrópolis del mundo, existe una fuerte tendencia a la concentración urbana, ahí se encuentra la principal oferta de empleo y servicios, un sistema productivo eficiente, economías de escala, diversidad en la oferta educacional y cultural etc., todos elementos altamente valorados a la hora de tomar decisiones de localización residencial.

Si bien las ciudades hacen un considerable aporte a la economía de los países, es también donde se producen los mayores usos de energía, de impacto atmosférico, de transporte y, por lo tanto, es hacia las ciudades donde se traslada la discusión de fondo en temas medioambientales: movilidad sostenible, eficiencia energética, valorización de residuos y lucha contra el cambio climático. Este escenario da cuenta que lo que hagan las ciudades será muy importante para lograr el objetivo de reducir el impacto medioambiental, más aún si se considera que el consumo mundial de recursos naturales (minerales y combustibles fósiles) va camino a triplicarse hacia 2050 y ejercer un catastrófico impacto, lo cual prende una luz roja en este ámbito.

Siendo este el marco, las ciudades tienen un rol político cada vez más relevante, organismos mundiales como la ONU y el Banco Mundial, que hasta hace algunos años solo se relacionaban con gobiernos, ahora dialogan a nivel de ciudades, lo que posiciona a los alcalde en un rol político relevante, más aún en el marco de una ciudad como Santiago, en que no existe una autoridad u organismo que mire a la ciudad en forma integrada1 , a diferencia de otras ciudades de igual dimensión en el mundo.

En la complejidad de este marco que abre oportunidades, surge el concepto de “Smart City”, término que se centra en la sostenibilidad medioambiental, la habitabilidad y la eficiencia de los servicios que se prestan en las ciudades y que tiene como finalidad la mejora de la calidad de vida de las personas que la habitan. Atendiendo a esto es válido preguntarse ¿Qué elementos deben estar presentes en una ciudad inteligente además del uso de la tecnología?, ¿Qué rol debe tener la ciudadanía en esta nueva visión de ciudad? y además ¿Qué papel tiene la forma gestionar la ciudad como un elemento de mejora cuando hablamos de Smart City?

Muchas de estas preguntas quedan abiertas, más aún para un concepto que empezó a tomar fuerza hace muy pocos años, donde la mayor parte de los proyectos (si no todos) han estado asociados a iniciativas de empresas tecnológicas, llevando a que el concepto de Smart City sea entendido desde la perspectiva del uso de tecnologías, restringiendo su definición, sus potencialidades y el aporte que otras dimensiones y diversos actores que conforman la ciudad pueden brindar. Una definición considerando los elementos aquí señalados entiende que la tecnología, si bien es una dimensión relevante, no es un fin y tendrá una importancia diferente según los objetivos a lograr por cada ciudad, su punto de partida y el camino que cada una necesite recorrer, de acuerdo a sus problemáticas, su cultura y su forma de abordar los proyectos.

Un elemento importante de relevar es que los proyectos de “Smart City” son evidentemente colaborativos, encontrando hoy un terreno fértil tanto en organizaciones ciudadanas como usuarios de los servicios de la ciudad, a quienes les interesa participar en las decisiones que ocurren en lo cotidiano y que les afectan directamente. Al mismo tiempo, vemos como en varias ciudades del mundo se asoma un cambio de modelo, transitando hacia una “cultura del compartir” y consumo responsable. Ejemplos de ello son “Social Car” en España, sistema de arriendo de autos entre particulares; “Aventones” en México, sistema para organizar grupos de usuarios y viajes y; “Zimride” en Estados Unidos, sistema para organizar y compartir viajes y los gastos asociados.

En la misma dirección y ligado como aporte a la sustentabilidad va tomando fuerza la “cultura del intercambio”, Londres es un ejemplo de espacios compartidos, de lugares que estando temporalmente desocupados pueden ser usados por otras empresas o personas a la espera de su uso definitivo, práctica que además de ser un aporte a la sostenibilidad ha apoyado la revitalización de barrios en decadencia.

Más centrado en las persona, desde el concepto de “Smart City” cobra importancia el rol de una “ciudadanía activa”, ciudadanos que no sólo identifican problemas, sino que también propuestas y que además visualizan información que las autoridades o tomadores de decisiones no están recogiendo para resolver problemas y definir políticas para sus territorios. En esta línea, diversos países hoy cuentan con plataformas que apuntan a reportar problemas a las autoridades, generar apoyo ciudadano y mejorar la gestión de los municipios. Ejemplo de ello son “Fix My Street” en Reino Unido y “See Click Fix” en Estados Unidos. La primera enfocada a reportar problemas de infraestructura y gestión urbana y la segunda a dar cuenta de problemas urbanos (pavimentación, señalización, etc.). En el ámbito del transporte “Fix My Transport” en Reino Unido, ofrece un espacio a los ciudadanos para informar problemas relacionados con rutas de transporte o paraderos y estaciones, además de poder compartir el reporte con otras personas.

En un nivel más avanzado encontramos plataformas para compartir ideas de mejoramiento barrial, instancias de diálogo y mejoramiento de propuesta (“Neighborland” en Estados Unidos) y plataformas implementadas por gobiernos locales, con el fin de recibir abiertamente peticiones de vecinos, creación de causas y votaciones de ideas (“ePetition” en Reino Unido). Esto es complementado con proyectos de sensores ambientales (“Sense the City” en el marco del programa “People Smart Cities” de la Comunidad Europea) y de seguridad (“Alertab” en Colombia).

Entendiendo que el espacio público es el lugar por excelencia de la participación ciudadana real, no podemos pasar por alto estos nuevos espacios que están surgiendo y que requieren ser utilizados de forma eficaz por la ciudadanía en general, “Smart City” ofrece un espacio complementario de participación, un espacio que en las palabras de Portela y Errandonea (2013) “combinan de manera “Smart” aquellas dotaciones y actividades ciudadanas autodeterminantes, independientes y conscientes (…) y que una “smart city” se vale de la tecnología y de la ciudadanía como activos principales para su desarrollo, con el fin de generar una sostenibilidad en todos sus ámbitos”.

Todos estos argumentos me llevan a sostener que “Smart City” más allá de la tecnología es avanzar hacia una ciudad colaborativa y participativa.

  1. Tema al que ya me he referido en otras oportunidades, por ejemplo, véase http://cultura.biobiochile.cl/notas/2012/06/08/por-que-la-necesidad-de-un-alcalde-mayor-para-las-ciudades-chilenas.shtml []