Haiti, la búsqueda de un proyecto a la medida

Por Ricardo Toro Dowling

Todo aquel que viaja a Haití con la intención de colaborar regresa desilusionado, impotente y, sobre todo, desesperanzado, convencido pues de que se trata de un país sin solución, sumido en un declive irrefrenable. Conclusiones que resultan comprensibles si se analiza en base a lo que se ve. El desorden, la basura, los escombros, en fin: el caos. Esto es una realidad incómoda para quienes venimos de países ostensiblemente más desarrollados, que entendemos el potencial desaprovechado. La verdad de las cosas es que todos esperan de Haití algo que va más allá de sus posibilidades culturales.

El proyecto que propongo a continuación comprende una aldea de veinte casas ubicadas en la región de Kenscoff, en una localidad rural llamada Demisseau, que se encuentra a quince kilómetros de distancia del centro de Puerto Príncipe, un sector en donde las familias lo perdieron todo y dado su difícil acceso la ayuda humanitaria no llega. Hacer factible nuestra aspiración implicaba diseñar con lo mínimo y obtener grandes resultados. Así entonces, junto al arquitecto Cristian Winckler, quisimos idear una fórmula ad hoc al contexto y a la altura del desafío.

Abstrayéndonos del terremoto, sus consecuencias y los proyectos de emergencia, si uno coteja la historia con el contexto actual, resulta evidente que Haití se encuentra hoy en un periodo estable, sin perjuicio que aún requiera ayuda para mejorar infinitos aspectos. Lo que falta no son proyectos, sino que estos sean a la medida.

Así, por ejemplo, si se le ofrece a un haitiano promedio una casa completamente sustentable, gratuita, que le ayude a vivir cómodamente el resto de su corta vida, este aceptaría (lógicamente), sin embargo bastarían sólo dos días para que ya haya desinstalado los paneles solares, las ampolleta y los revestimientos, para luego venderlos en la feria Bombagai un sábado en la mañana. Quedándose únicamente con el techo y los muros, pues, si fuesen de madera, su venta sería muy rentable.

Concentrándonos en la arquitectura, específicamente en la vivienda social, lo que Haití necesita de la ayuda internacional no son grandes soluciones, pero sí proyectos a escala local, que consideren la afilada línea que existe entre la escasez y los excesos, en consecuencia, que se diseñe lo justo, con el propósito y la convicción de entregarles un estándar de vida razonable, no mirando desde la perspectiva extranjera, sino que desde los conocimientos y las capacidades de un lugareño, de modo que sea posible generar un aprendizaje poco invasivo que no altere mayormente sus costumbres.

EL PROYECTO

De un total de dos millones de habitantes en Puerto Príncipe, casi medio millón de personas sigue viviendo en campamentos de refugiados, donde las mayores agravantes son la falta de higiene, de seguridad y de privacidad. Pero la dependencia de recibir suministros, sobre todo de agua para consumo, torna compleja la misión de erradicar los campamentos temporales.La propuesta consiste entonces en entregar lo básico: Techo y Agua, para lograr este objetivo.

Lo primero es diseñar una vivienda unifamiliar vernacular, siempre pensando que la acción pueda ser replicada con mano de obra haitiana. Por esa razón se decide trabajar con bloques de concreto que ellos pueden producir artesanalmente, lo que permite fachadas cerradas y semicerradas, de manera que sea posible administrar la ventilación sin abrir grandes vanos.

Lo segundo es integrar hábitos haitianos optimizados para facilitar la aprobación por parte de la comunidad beneficiada. Normalmente ellos no habitan el interior de sus casas, debido al calor, se ven obligados a pasar gran parte del día bajo un árbol o, en casos privilegiados, en el porche. En circunstancias que este es el espacio que se quiso potenciar, más que en un lugar externo, se replantea como un lugar intermedio, flexible, cubierto y ventilado, área común que cumple indistintamente la función de estar, comedor, terraza o living.

Por último, abastecer permanentemente de agua para consumo, mediante unmétodo económico que no requiera mantención. Se trata de un sistema de captación de aguas pluviales a través del techo (SCAPT) cuyo tanque de almacenaje está al interior de la vivienda, esto permite conectar baños y cocina a una red interna de agua obtenida de las lluvias, lo que ayudará a mejorar los índices de higiene evitando enfermedades y muertes por contagios, y ganar privacidad para disminuir la tasa de violación y embarazos en zonas marginales.

En definitiva, se construirá una aldea en un lugar donde la principal actividad económica es la agricultura, con la cual se pretende fomentar una vida en comunidad, estrategia que ha tenido óptimos resultados en proyectos ideado para la ciudad. En este caso, en el campo, se subsanará la escases de vivienda evitando viajes de hasta diez kilómetros para obtener agua, entregando una casa a modo de herramienta que también les permitirá regar en épocas de sequía, creando así una localidad autosuficiente.