Movilidad Urbana: autopistas v/s transporte público

El rápido crecimiento económico de los países emergentes está asociado directamente al desarrollo y progreso de las ciudades. Al no existir una planificación adecuada para el crecimiento urbano se generan daños en la economía de estas ciudades, y con esto me refiero específicamente al tema del transporte, que sin duda, ha generado problemas de infraestructura urbana y transporte público importantes, lo cual ha afectado la calidad de vida de sus habitantes.

En la mayoría de los países en vías de desarrollo, la población urbana está creciendo a más del 6% anual, y con ello las ciudades. La tendencia actual de localización se está generando en sectores periféricos, sin una regulación organizada ni planificada, lejos de los servicios existentes, situación que al no tener un adecuado suministro de transporte público alienta  a la dependencia del automóvil.

El crecimiento económico de un país se traduce directamente en obras de infraestructura que mejoren la movilidad de los usuarios. La autopista responden a un agudo crecimiento del uso del automóvil y a la necesidad de disminuir los tiempos de viaje. La cantidad de vehículos en las calles se ha triplicado desde el año 1990, alcanzando los 3,5 millones en el 2011, un 41% de los cuales se encuentra en Santiago. Su presencia en la ciudad genera numerosas externalidades negativas, entre ellas: contaminación en áreas altamente pobladas, afectando el medio ambiente; impactos en el uso de suelo, afectando el valor de las propiedades adyacentes; además ha generado gradualmente un aumento en la congestión, cuestión que hace más de medio siglo no se sospechaba,  ya que se pensaba que las vías rápidas la reducirían y mejorarían la seguridad de las ciudades.

Por otro lado, la planificación territorial ha impedido el diseño de un sistema de transporte público cómodo y eficiente, que incentive al usuario a abandonar el automóvil. Una de sus principales causas de este problema ha sido la extensión descontrolada de los límites urbanos, lo cual ha generado inconvenientes para el traslado de las personas desde estas nuevas zonas urbanizadas hacia los centros productivos de la ciudad.

Por lo tanto, bajo este panorama, las soluciones de movilidad dentro de la ciudad se han vuelto poco beneficiosas para los usuarios. Louis de Grange, ingeniero en transportes, afirma que  el Metro se presenta como la mejor alternativa de transporte, y que pese  a sus mayores costos en inversión y capital, resulta ser el único incentivo que  logra reducir el aumento progresivo del automóvil.

El transporte público ha tendido a decrecer en la últimas décadas en la medida que ha aumentado el ingreso per cápita de las ciudades, dicha reducción en las ciudades con Metro ha sido entre 20% y 23%, mientras que en ciudades sin Metro la reducción en el uso del transporte público ha sido superior al 60%. Con esto se ha demostrado  que  los hogares ubicados en las cercanías del metro tiene una menor cantidad de número de auto v/s en aquellos sectores sin Metro. Por lo tanto, un aumento en la red de metro reduce el uso del automóvil. Esta medida, resulta ser efectiva a diferencia de las políticas de tarificación vial, las cuales no incentiva el uso del transporte público.

Está demostrado que la construcción de un mayor número de líneas de metro aumenta la rentabilidad social, y esto se debe en primer lugar,  a la liberación de espacios públicos que genera el metro. Por otro lado,  el metro no interfiere con los restantes vehículos que utilizan la red vial. Por último,  se generan efectos de largo plazo sobre el sistema de actividades y su concentración. El sistema de metro genera una mayor confiabilidad y seguridad.

En resumen,  el metro genera numerosos beneficios adicionales, disminuye la congestión vial en las ciudades, genera ahorro de tiempo, descontaminación, mejora la eficiencia de la economía de la ciudad al reducir los costos de viaje, y además genera un mayor nivel de actividad en el centro de la ciudad apovechando las economías de aglomeración. Por lo tanto, se hace fácil demostrar que la postergación de los proyectos de metro (ej:linea 3) se traduce en un tremendo costo para la sociedad.

Con todo esto hemos podido confirmar que las ciudades son los motores del crecimiento económico en la mayoría de los países en vías de desarrollo, y debemos tener especial cuidado en las políticas de transporte para evitar generar un desequilibrio. Desgraciadamente, el deterioro del transporte está dañando la economía de numerosas ciudades y junto a esto la calidad de vida de sus habitantes.

Por lo tanto, la pregunta que finalmente nos hacemos es ¿cuál es el costo social de seguir construyendo obras de infraestructura que promueven el uso del automóvil? ¿cómo generar una adecuada planificación de la expansión de las estructuras de transporte público? ¿Cuándo se priorizarán proyectos pensados para los peatones y que promuevan el uso de bicicletas y transporte público?

Se requiere de una gestión integral en el uso del suelo y una coordinación de las políticas de transporte dentro de una estrategia más amplia de desarrollo de la ciudad.