Las ciclovías deberían ser vistas como un estándar urbano

Por Hernán Silva B.

En la actualidad, los proyectos de inversión para materializar ciclovías, deben demostrar su rentabilidad social ante MIDEPLAN. Si bien esta exigencia resulta atendible para muchos de los proyectos de inversión en vialidad urbana e interurbana, ello no se justifica en el caso de las rutas para bicicletas.​

La gran mayoría de los proyectos en los que se desarrolla una evaluación técnica, económica y social corresponde a casos en donde la obtención de los beneficios es clara y directa. Ejemplo de ello son los proyectos de mejoramiento de calzadas, conexiones viales, concesiones viales, desniveles, etc. En esos casos, los beneficios se obtienen de los ahorros de tiempo de viaje y los consumos de recursos de los usuarios del sistema. Estos análisis son posibles, debido a que el comportamiento de la demanda de transporte de los vehículos motorizados es predecible y administrable a través de las variadas metodologías y herramientas de simulación y predicción que existen en Chile y a nivel mundial.

​Sin embargo, ello no ocurre con el caso de los proyectos que favorecen el transporte en bicicletas. En ellos, la demanda no es fácil de predecir, así como tampoco sencillo identificar de manera directa y nítida los beneficios que generan. Sumado a lo anterior, en general existe poca estadística respecto de la demanda y no se monitorea su comportamiento con el fin de administrar patrones, tendencias de crecimiento y  su composición. Tampoco existen herramientas de simulación que permitan reproducir su comportamiento actual y proyectarlo hacia escenarios futuros.

​Producto de lo anterior, y en un afán exclusivamente tecnicista, el Estado ha insistido en mantener la exigencia de las evaluaciones sociales en todos los proyectos de ciclovías de cierta envergadura. Para ello ha desarrollado una metodología que, en un gran porcentaje, se nutre de beneficios que provienen de los ahorros de tiempo y consumos de vehículos motorizados.

​Nuestra propuesta no apunta a enfrascarnos en una discusión metodológica profunda, sino más bien, a defender el enfoque que las ciclovías deben ser consideradas un ESTÁNDAR URBANO. Así como hoy lo son la pavimentación de las veredas, la provisión de iluminación pública, las áreas verdes, los semáforos, los aspectos de seguridad, la señalización, la demarcación, etc. Nadie discute que dichos proyectos constituyen necesidades básicas y por lo tanto, sólo deben ser justificados con reportes sencillos y en general, su ejecución depende única y exclusivamente de la disponibilidad de presupuesto.

Haciendo un símil con la justificación de los semáforos, nuestra propuesta consiste en que los proyectos de inversión pública de ciclovías se justifiquen teniendo en consideración tres variables fundamentales (el flujo de bicicletas, los accidentes y la velocidad máxima de los vehículos motorizados) y la superación de umbrales mínimos para cada una de ellas de acuerdo a lo que se indica en la siguiente tabla.

El costo lineal por construir veredas no es muy distinto a construir una ciclovía, y sin embargo, el Estado obliga a gastar tiempo y recursos no despreciables para que estas últimas demuestren su robustez social. Los semáforos hace más de una década que son un estándar urbano, y son inversiones significativas. No obstante, para que se construyan, una vez que existen los recursos, sólo se requiere que se justifiquen, es decir, que se den, en la práctica, condiciones operacionales especiales en la intersección involucrada respecto de los flujos y que existan estadísticas de accidentes que superen determinados umbrales.

​Junto con estar convencidos que las ciclovías debieran ser consideradas un estándar, los aspectos que no deben despreocuparse por ningún motivo son los relacionados con los diseños, la seguridad, la conectividad y continuidad, los aspectos sociales y el desarrollo económico potencial asociado. Todo lo anterior analizado en contextos ampliamente participativos que incluya tanto al sector público, como el privado y la ciudadanía.

​Considerando lo anterior, la base de esta estrategia es la existencia de información estadística del comportamiento de la demanda de bicicletas. Por lo tanto, resulta fundamental que en todas las ciudades se monitoree la evolución del comportamiento de estos flujos, así como también los accidentes en los cuales se ven involucrados sus usuarios. De esta manera, y si aplicamos los mismos principios que inspiraron la metodología de justificación de semáforos, los datos que se obtengan de este proceso, permitirán apoyar la justificación de inversiones en ciclovías de manera más fácil y directa.

​Si lográsemos cambiar este paradigma, el Estado se ahorraría millones de pesos que hoy gasta en los estudios que se abordan con el enfoque actual, y junto con eso también ahorraríamos el tiempo que se ocupa a lo largo de esos procesos, que por lo general, superan el año o año y medio. Tiempo y recursos que serían mucho mejor aprovechados si se focalizaran en los aspectos fundamentales como los que se mencionaron anteriormente.

Finalmente, a estas altura, deberíamos dar por sentado todos los beneficios no cuantificables que nos brindan las ciclovías en términos de ayudar al medio ambiente, los beneficios a la salud de las personas, los ahorros en los tiempos de viaje y los beneficios económicos de realizar “viajes costo cero”.

UYT