El Metro de Santiago y la pérdida de la memoria histórica

© Ariel Cruz Pizarro vía FAU

Por Patricio Duarte. Académico del Instituto de Historia y Patrimonio. Facultad de Arquitectura y Urbanismo Universidad de Chile.

Tras la celebración del Día del Patrimonio Cultural es reconfortante observar la alta y creciente convocatoria que esta iniciativa genera en la ciudadanía. Ello lleva a pensar que la promoción de la conciencia y valoración del patrimonio urbano arquitectónico nacional fuera una batalla, que iniciada hace muchos años por algunos pocos “románticos pioneros”, va siendo ganada y sumando nuevos entusiastas adeptos. Sin embargo, esta impresión inicial resulta algo ilusoria si por otra parte vemos los desaciertos que siguen ocurriendo y que son atentatorios contra nuestro patrimonio cultural y delatan la falta de responsabilidad elocuente que le cabe a cada generación respecto de su obligación por resguardar y preservar hacia el futuro dicha memoria en tanto bien común trascendente.

A modo de ejemplo lamentable de esto último cabe comentar el despojo patrimonial que ha significado recientemente el desafortunado remozamiento de varias de las estaciones de la línea 1 del Metro de Santiago. El Metro es sin duda una de las obras más importantes en la historia urbana de Santiago y cuya construcción ha sido un desafío de toda índole a lo largo de la ejecución de sus diferentes etapas. Cada una de ellas resume de buena manera un momento particular de la historia de la construcción de esta magna obra y cuyo significado, dados sus múltiples alcances, trasciende más allá del ámbito de su realización específica.

La Línea 1 por su parte adquiere un significado histórico particular dado que, siendo la primera en construirse y en entrar en funcionamiento expresa el momento de nuestro pasado reciente en que dicho avance pudo hacerse realidad e incorporarse a nuestra ciudad. La línea 1 del Metro de Santiago en sus estaciones, en sus antiguos trenes ya emigrados a otras líneas, nos habla o hablaba de un Chile que ya no existe, demostrando un valor testimonial indiscutible. El diseño de sus estaciones, que ahora a más de alguno puede parecer tedioso y primario, fue la expresión de la realidad del Chile de ese entonces, de recursos mucho más limitados que en la actualidad, y donde el ingenio de aprovechar lo que la industria nacional proveía permitió hacer. Ello posibilitó, sin embargo, otorgarle un diseño particular a cada estación a través de los revestimientos utilizados imprimiéndoles una estética inconfundible, muy cercana a ese carácter austero tantas veces bien ponderado de la sociedad chilena que puede que también hoy ya no exista. En la actualidad la realidad es bastante distinta, abundancia de recursos de donde elegir, las importaciones nos permiten crear sin grandes limitaciones o restricciones.

Es por eso que hoy causa melancolía y enfado el ver cómo han sido intervenidas estas antiguas estaciones sin mayor justificación aparente. De forma sigilosa y eficiente, en el lapso de una noche por vez, han ido siendo retirados, hasta el momento, los revestimientos originales de las estaciones Manuel Montt, Los Leones, El Golf y Alcántara. Siendo el Metro de Santiago una empresa estatal paradigmática en muchos aspectos, ¿por qué se ha cometido un despojo como el que se ha realizado? ¿Cómo se concibe que una empresa del mismo Estado que promueve la celebración del Día del Patrimonio Cultural sea responsable de este atentado patrimonial y cómo ese mismo Estado acepte este hecho sin pronunciarse al respecto? ¿Es que el siempre mal entendido progreso asimilado en este caso a remozamiento lo justifica todo? ¿Por qué no se intentó lo que correspondía: la restauración de dichas estaciones suponiendo que presentaban daños que hacían necesaria una intervención?

Así las cosas, es claro que en el ámbito de la conciencia por la defensa y conservación del patrimonio cultural no debemos dejarnos engañar por la justificable alegría de las celebraciones. Aun queda bastante camino por recorrer y mucho trabajo por hacer para que situaciones como éstas no se repitan en beneficio de nuestra identidad histórico cultural.

Artículo originalmente publicado por FAU Opina.