Un crack en la ciudad: rupturas y continuidades

Por Dr. Arq. Guillermo Tella, Doctor en Urbanismo.

El proceso creciente de dispersión y de fragmentación territorial al que asisten las metrópolis, ante el progresivo desvanecimiento de la tradicional “ciudad compacta”, conduce a una fractura de las tradicionales tendencias de crecimiento de las ciudades. El vaciamiento de las áreas consolidadas, la descentralización del terciario avanzado, el desarrollo de los sistemas de infraestructura viaria, el aumento de la movilidad intraurbana y el incremento de la ocupación del suelo inciden en el surgimiento de piezas urbanas a modo de ínsulas autónomas, en yuxtaposición y convivencia con bolsas de marginalidad, vacancia y pobreza.

A través del tiempo, numerosos estudios centrados en la cuestión urbana identificaron a la ciudad en relación con la jerarquía de funciones y de equipamientos existentes sobre un territorio. La huella trazada permite centrar la atención en los fenómenos de apropiación de centralidades territoriales.

En el marco del capitalismo industrial (fordista), a mediados del siglo XX se consolidó la “metrópolis moderna”, con una estructura jerárquica de relaciones funcionales y sociales. En el proceso de crecimiento, la ciudad invadía el espacio rural circundante, dando lugar a una expansión urbana continua, en mancha de aceite, con una neta separación entre campo y ciudad. Los núcleos centrales, de alta densidad, eran habitados por la burguesía, y los bordes urbanos, a modo de “periferias-dormitorio”, por el proletariado industrial.

Dado que el centro decidía y controlaba los destinos de la periferia, era la industria y la residencia de los sectores sociales bajos los que se desplazaban hacia los suburbios y consolidaban un crecimiento relativamente compacto. Con lo cuál, la ciudad tradicional, si bien ofrecía una distinción entre el paisaje urbano y el paisaje rural, presentaba una fuerte dependencia económica, social y cultural del campo.

Desde esta perspectiva, la periferia fue entendida como el “no-centro”, y constituía aquella parte de la ciudad que rodeaba al núcleo consolidado. Carente de estructura funcional autónoma, de atributos de centralidad, de identidad y de sentido de pertenencia, era el lugar donde se habitaba por necesidad, con baja densidad y homogénea composición social. (cfr. Bozzano, 1999).

Sin embargo, en tiempos del capitalismo avanzado (postfordista), el progresivo desvanecimiento de la tradicional “ciudad compacta” evidenciado en las últimas décadas, cada vez más dispersa y fragmentada, ha constituido un tema recurrente en los estudios urbanos, que comenzaron a manifestar las limitaciones de los conceptos de “centro” y de “periferia” para explicar la realidad urbana que en ellos se observa. (Soja, 1996).

En tiempos de la sobremodernidad, de superabundancia de acontecimientos y de individualización de referencias, los componentes se adicionan sin destruirse; contexto en el que emergen los no-lugares como espacios anónimos de confluencia. El lugar es considerado por M. Augé (2000) como el espacio del encuentro entre unos y otros, donde se expresan la identidad, la relación y la historia, y el no-lugar como el espacio donde nada de ello se sucede. La oposición entre lugar y no-lugar evidencia la desaparición de la frontera entre lo privado y lo público, y el surgimiento de “espacios del consumo”, de carácter no identitario, donde la historia es transformada en elemento de espectáculo.

Cómo definir el fenómeno actual

¿Cómo definir entonces el fenómeno actual? No se trata de un proceso de urbanización porque la ciudad no crece en “mancha de aceite”, por expansión continua y con concentración en un núcleo central. Tampoco es una suburbanización debido a que se no observa un crecimiento urbano en coronas compactas en torno a la ciudad central. No resultan suficientemente explicativas las tendencias de periurbanización, que ofrecen una integración a la dinámica metropolitana de los antiguos núcleos rurales. Por otro lado, la difusión de las actividades urbanas hacia los espacios rurales, entendidas en términos de Dematteis (1998) como rururbanización, también parecen poco abarcativas.

Finalmente, no es posible hablar de efectos asociados a fases culminares del “ciclo vital” de la ciudad –como señalan P. Hall y D. Hay (1980)–, a partir de procesos de desurbanización, como declive demográfico, o de contraurbanización, como recuperación del núcleo central. Este ciclo urbano, en cambio, pareciera corresponder con aquello que G. Dupuy (1991) denomina como los “nuevos territorios del automóvil”, en el contexto de un proceso de dispersión suburbana conocido como urban sprawl, que tiende a dispersar la población y a concentrar actividades a modo de exurbanización o edge cities. (cfr. Garreau 1992).

En consecuencia, en la nueva realidad urbana, la creciente movilidad pendular, la expansión y complejización de usos, la multiplicación de redes y flujos, y la disolución de unidades territoriales convencionales atentan contra la capacidad explicativa de las tradicionales definiciones sustentadas en umbrales de densidad y de desplazamientos. La descentralización del terciario, el vaciamiento de las áreas consolidadas, el aumento de la movilidad intra-urbana y el exponencial incremento de la ocupación del suelo se encuentran en la base de un proceso de dispersión periférica, en donde conviven bolsas de marginalidad con centros de negocios, a modo de piezas autónomas que se yuxtaponen en forma discontinua entre terrains vagues.

El escenario planteado da cuenta de un proceso específico de transformaciones urbanas que no puede ser descrito como una simple suburbanización de actividades económicas. En Buenos Aires presenciamos un proceso de reestructuración de la centralidad que transforma todos los ámbitos urbanos y suburbanos. Funciones comerciales, de oficinas y de entretenimientos mutan de manera sustancial. La lógica de ubicación que caracteriza a esta reestructuración urbana en gran parte se acoge a los sistemas de centralidad seculares de esta ciudad, y genera problemas sociales, funcionales y ambientales específicos que resulta indispensable afrontar. (Tella, 2001).

Componentes distintivos del sistema

Las áreas centrales de la ciudad constituyen las zonas con mayor accesibilidad y las de mayor concentración y diversidad de actividades; atributos principales para definir un centro. Esto conduce al natural desplazamiento de las viviendas de los lugares centrales hacia las periferias, así como las zonas de mayor densidad suelen concentrarse sobre los ejes principales, y la población con menores ingresos se localiza generalmente sobre las áreas intersticiales o de menor accesibilidad.

Con lo cual se produce de manera continua: una sustitución de usos (de rural a urbano, de residencial a comercial), una diferenciación espacial (de densidad de población y de concentración de actividades) y una segregación territorial (de equipamientos por niveles socioeconómicos). En este marco, el particular caso de Buenos Aires es posible reconocer tres componentes distintivos del sistema de centralidad: el área central, los subcentros tradicionales y las nuevas centralidades.

Área central: El área fundacional de la ciudad de Buenos Aires concentra el mayor número de viajes y de actividades en un reducido espacio. Asimismo, pueden identificarse en su interior espacialidades de fuerte atracción, tales como las áreas de transferencia, y de concentraciones diversas (comerciales, políticas, bancarias, financieras, institucionales, culturales, recreativas). Entre ellas convive una trama de actividades y de prácticas sociales que articulan ambas espacialidades. (Bozzano, 1999).

Subcentros tradicionales: Desde su arribo, asentados sobre las tierras altas, los ferrocarriles surcaron el territorio con más de 150 kilómetros de vías, que dieron origen a más del 90 por ciento de los subcentros actuales. A través del tiempo, la red vial fue acomodando su traza respecto de la ferroviaria, y el transporte público le imprimió fluidez y continuidad comercial a los corredores vehiculares.

Nuevas centralidades: Nuevas formas de concentración y de dispersión manifiestan la vocación hacia una economía de servicios en la ciudad, que induce a la diseminación de las actividades sobre el territorio, con migración de actividades de las áreas centrales hacia los bordes metropolitanos; conformando aglutinamientos insulares de pequeños fragmentos urbanizados entrelazados sobre entornos no urbanos. Esta situación manifiesta una relación dicotómica entre procesos que tienden a una mayor integración económica pero, también, a una mayor dispersión espacial.

En el sistema de centralidades de Buenos Aires se pone de manifiesto, entonces, una situación de fuerte tensión entre la continuidad de algunas tendencias tradicionales de reproducción y la ruptura de otras, ante a la emergencia de nuevas lógicas de concentración de actividades, de movilidad intraurbana y de apropiación del espacio.

© Guillermo Tella

Los patrones territoriales identificados

Desde esta perspectiva, se han identificado diez patrones territoriales que intentan definir el nuevo escenario metropolitano de Buenos Aires:

Consolidación selectiva: La configuración metropolitana presenta dos aspectos principales de crecimiento y de consolidación territorial, a partir de los cuales la mancha urbana se cualifica, densifica y expande: el predominio de los sectores centrales por sobre los ámbitos periféricos, y el predominio de los ejes principales por sobre los espacios intersticiales.

Monocentralidad dominante: La aglomeración urbana se conforma a partir de una fuerte estructura monocéntrica, en torno al área fundacional de la ciudad, sobre la que confluye un encadenamiento radial de subcentralidades urbanas de diferentes jerarquías, alineadas sobre la axialidad de los ejes ferroviarios y confirmadas por la confluencia de corredores vehiculares.

Polarización urbana: La diseminación sobre el territorio de una serie de nuevos artefactos urbanísticos, contenedores de actividades terciarias, produce un crack en la ciudad a través de la instalación de una nueva trama de centralidades que polariza la estructura metropolitana, genera ínsulas territoriales y consagra un sistema reticular de movilidad desde la lógica del automóvil particular.

Ámbitos contenedores: Mientras que los centros tradicionales son utilizados por los sectores bajos de la sociedad, estructurados a partir de la continuidad que ofrece el transporte público y de “la calle” como ámbito de integración, los sectores medios y altos se apropian de las nuevas centralidades, a partir de un espacio de carácter privado que funciona como soporte colectivo de las prácticas sociales.

Diferenciación tipológica: Este proceso de insularización territorial se manifiesta al menos en tres tipologías claramente diferenciadas: (a) sobre una expansión metropolitana, con dependencia del sistema viario; (b) sobre una centralidad consolidada, con apropiación de sinergias territoriales; y (c) sobre un centro local-residencial, con integración a la trama urbana.

Tipologías metropolitanas: La insularidad sobre expansión metropolitana se compone por artefactos urbanísticos que presentan áreas de influencia de escala metropolitana; vinculaciones directas con el sistema troncal de movilidad vehicular; baja ocupación, consolidación y articulación con el entorno urbano; y una apropiación de los atributos de accesibilidad de la zona.

Tipologías urbanas: La insularidad sobre centralidad consolidada aparece compuesta por artefactos urbanísticos que presentan áreas de influencia de escala urbana, vinculaciones directas con importantes corredores comerciales, densa concentración de actividades terciarias del entorno urbano y adscripción al sistema de centralidad de la zona.

Tipologías locales: La insularidad sobre centro local-residencial se conforma por artefactos urbanísticos que presentan áreas de influencia de escala local, vinculaciones directas con arterias comerciales vecinales, inserción en un tejido residencial consolidado con baja densidad edilicia y poblacional, e integración a la dinámica socio-urbana de la zona.

Articulación sistémica: En consecuencia, conviven en la región metropolitana de Buenos Aires dos sistemas de centralidad: (a) la de los centros tradicionales y (b) la de nuevos centros. Ambos sistemas, de relativa autonomía e interacción conflictiva, se articulan en un nodo dominante: el área central de la ciudad, y ello explica el fuerte carácter monocéntrico que, desde sus orígenes, ésta aún ostenta. (Tella, 2003).

Reconstrucción identitaria de lo público

Este modelo de organización del territorio metropolitano, signado por particulares lógicas de movilidad, de aprovisionamiento, de recreación y de producción, conduce a un tipo de ciudad dispersa y fragmentada, cerrada y excluyente, y atenta contra los valores de la ciudad tradicional. Tradicionalmente, la plaza era el lugar del abasto público, del comercio de alimentos perecederos. Al mismo tiempo, constituía uno de los escasos ámbitos urbanos en los que, además de su función de abastecimiento, se desempeñaban como articuladores sociales, fortaleciendo las relaciones de vecindad.

En Buenos Aires se manifiesta un cierto paralelismo entre la ubicuidad del mercado como realidad absoluta y el modo en que sus herramientas globales, el andamiaje funcional de una economía transnacional, se implantan sobre sistemas territoriales previos. Sin promover una tabula rassa, considerando al espacio como una suerte de áreas deseables y conexiones viales eficientes, este modo de operar sobre el territorio logra descomponer y desarticular a la ciudad preexistente, y la vacía de valores y contenidos.

El cambio profundo que resulta de pasar de un sistema abierto e inclusivo, como es el tejido tradicional de la ciudad, a este nuevo esquema va acompañado por cambios de conducta del hombre urbano. Sucede que, mediante una nueva red de recintos y conectores, se rompe la interioridad de la ciudad redefiniendo la pertenencia y la figura del ciudadano. Contrasta en este escenario la función del Estado, otrora gestor del bien público y hoy identificado con el gerenciamiento inmobiliario, con la inversión transnacional, direccionando recursos fiscales a obras de mejoramiento de áreas privilegiadas en detrimento de áreas con profundas necesidades insatisfechas.

Buenos Aires muestra en estos tiempos cómo su subordinación a nuevos modelos de ciudad y de disciplinamiento social, el de la ciudad global y el de la ciudadanía de consumo, desarticula el contrato fundacional representado en su trama indiana. Tachada por yuxtaposiciones funcionales y herida por exclusiones sociales, aquella trama que hasta no hace mucho tiempo funcionaba como integradora de barrios, humores y vivencias distintas, parece no ser hoy un espacio de participación y sí resulta lleno de violencias y temores.

Hacia una integración de las ínsulas

La desarticulación por desuso del espacio público y de la calle, el encapsulamiento de funciones de recreación en contenedores de tipo semi-público y la dependencia del transporte vehicular privado cambian la vida urbana y desactivan los ritmos comunes del paseo barrial donde los vecinos marcaban una velocidad tan asociada a la medida del loteo. La pérdida de una estructura tradicional como la ciudad y la liberación en formas violentas de las fricciones generadas por la convivencia social demuelen el sentido profundo del habitar. Al hacerlo, se pierde el marco referencial que guía el comportamiento social, y regenerar los lazos de comunidad deviene en una ardua tarea.

Resulta interesante observar cómo estos artefactos se convierten en nuevas pseudo-plazas para el esparcimiento-consumo de los ciudadanos, que ostentan derecho de admisión y permanencia restringida de público por parte de sus propietarios. Tratándose de estructuras fundamentalmente centrípetas, disgregan en el exterior mediante la disolución del zócalo comercial tradicional.

Sólo a partir de la revisión de los procesos profundos y estructurales que afectan hoy a Buenos Aires, tanto en su dimensión conceptual e instituyente como en aquella construida e instituida, será posible delinear respuestas. La presencia que en distintas escalas generan nuevas centralidades en la ciudad, reconoce una yuxtaposición del sistema tradicional de ciudad con uno nuevo y dominante.

Desde esta perspectiva, las estrategias posibles parecieran ser: potencializar nodos de concentración de actividades de carácter social, económico y cultural; corregir la distribución territorial de equipamientos “de prestigio”; incorporar las dinámicas locales; favorecer trazados que permitan la permeabilidad y el contacto entre partes; definir nuevas formas de articular lo público y lo privado, lo individual y lo colectivo, y configurar un tejido conectivo, continuo y equilibrado.

Dado que este fenómeno de ruptura en las tendencias tradicionales de conformación de centralidad se encuentra atravesando una fase crucial, se torna indispensable generar nuevos mecanismos de producción, evaluar sus efectos y proponer repuestas alternativas a las lógicas de fragmentación instaladas en la ciudad.

Fuentes citadas

–Augé, Marc. (2000), Los no lugares: Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa Editorial.
–Bozzano, Horacio. (1999), Le territoire mètropolitaine. En: Les territoires de la restructuration industrielle dans la Region Metropolitaine de Buenos Aires. Universidad de París III-Sorbonne Nouvelle, Tesis Doctoral.
–Dematteis, Giuseppe. (1998), “Suburbanización y periurbanización. Ciudades anglosajonas y ciudades latinas”. En: Francisco Javier Monclús Ed.; La ciudad dispersa: Suburbanización y nuevas periferias. Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona; pp. 17-33.
–Dupuy, Guy. (1991), Les territoires de l´automobile. París: Anthropos-Economica.
–Garreau, Joel. (1992), Edge City. New York: Anchor Books.
–Hall, Peter y Hay, David. (1980), Growth Centers in the European Urban System. Londres: Heinemann.
–Soja, Edward. (1996), Six Discourses on the Postmetropolis. Imagining Cities, Routledge.
–Tella, Guillermo. (2001), La modernización tardía de una metrópolis semiperiférica. El caso de Buenos Aires y sus transformaciones socioterritoriales recientes. Madrid, España: Revista Urban Nº 6, Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio, Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Universidad Politécnica de Madrid; pp. 61-76.
–Tella, Guillermo. (2003), “La mutación de enclaves urbanísticos en Buenos Aires”. Guadalajara (México): Revista Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad, Volumen IX (septiembre-diciembre); Universidad de Guadalajara; Departamento de Geografía y Ordenación Territorial; pp. 211-237.

En: Tella, Guillermo. (2007), “Un crack en la ciudad: Rupturas y continuidades en la trama urbana de Buenos Aires”. Buenos Aires: Ediciones Nobuko. ISBN 978-987-584-081-2