¿Dos Hallstatt en el mapamundi?

Hallstatt es villa austriaca ubicada en el borde del lago Hallsätter See, no supera los mil habitantes y es relativamente conocida por sus antiquísimas minas de sal. No obstante, también existe Hallstatt en China, en las afueras de Huizhou, en la provincia sureña de Guangdong. Suenan igual, pero son distintas, o no tanto. ¿Qué ocurrió para que dos poblados de distintas lenguas tengan el mismo nombre?

Para responder esta interrogante, hay que remontarse al 18 junio de 2011, día en que China Minmetals Corporation, un gigante mundial de la metalurgia, anunció que invertiría US$940 millones en la construcción de una réplica de la villa austriaca. La consternación entre los habitantes del pueblo “original” se hizo evidente y su alcalde, Alexander Scheutz, expresó su preocupación porque los chinos copian distintas obras, sean de la envergadura que sean.

Pero sus palabras no bastaron, porque actualmente el pueblo clon no sólo está terminado, sino que ya fue abierto al público, noticia que ha dado la vuelta al mundo. Muchos han sido los juicios que se han realizado en torno a esta edificación, ya que antes parecía imposible copiar la totalidad de una zona. Sin embargo, esta limitación ahora se reduce a dos aspectos: la inviabilidad de replicar los aspectos intangibles de un lugar y  su componente humano.

En efecto, cada ciudad enlaza en sus construcciones la historia y las tradiciones de un lugar, las características geográficas y climáticas, y la identidad otorgada por sus habitantes, las actividades que ellos desarrollan y el modo en que lo hacen. Por esto, hablar de dos lugares iguales en distintas partes del mundo es, por decir lo menos, extraño y curioso.

Esta réplica, por un lado, puede alterar los sentimientos de identificación y pertenencia de los habitantes austriacos respecto a su pueblo original, porque verán como otro grupo, con características físicas, psicológicas y culturales distintas, se desenvuelven en un lugar que busca imitarlos, a pesar de no tener la tradición histórica ni una cultura similar arraigada.

Por otro lado, esta nueva edificación genera debate acerca de si este hecho se mantendrá aislado o si se convertirá en una tendencia a nivel global. De ser así, las brechas espacio – temporales se acortarán y las tradiciones serán desarraigadas y transformadas de acuerdo a los códigos culturales que primen en el lugar donde se imiten.

Si otro país quisiera replicar en su territorio una obra chilena, independiente de cuál sea esta, sería elogiado por algunos y criticado por otros. Desde cierta perspectiva, esto podría ser interpretado como que en Chile se están haciendo bien las cosas, tan así que son dignas de exportar. En cambio, otros se opondrían y dirían que es necesario proteger y preservar el patrimonio para enaltecer su carácter de nacional, con el fin de promover el turismo, para que el país sea reconocido a nivel internacional y reciba, in situ, transferencias culturales y enseñanzas de cómo se deben desarrollar los espacios urbanos.

Actualmente, los habitantes del Hallstatt austriaco reciben más turistas chinos que antes. Tal vez la motivación de su viaje se explica porque necesitan conocer el origen del nuevo pueblo europeo que acoge su país asiático. Sin lugar a dudas, su visita los sumergirá en una comparación y evaluación de lo que realmente tienen, si es o no una parte del Viejo Continente, o sólo terrenos artificiales que buscan transportarlos a una realidad imaginada.

Hallstatt en China siempre será una “copia”, una muestra de progreso arquitectónico y de rapidez de edificación, pero nunca será el verdadero Hallstatt  austriaco, el que fue reconocido en 1997 como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, enfatizando su carácter de único e inigualable.