Los shopping evolucionan como neocentros urbanos: el caso de Buenos Aires

Los shopping centers se multiplican, se diversifican, se complejizan y, con ese espíritu, ganan terreno en las ciudades y modifican los hábitos de consumo de los ciudadanos. El concepto de centro comercial cerrado o shopping center responde a la lógica de consumo propia de los 80 y 90 en sintonía con la reproducción de malls en Estados Unidos, que resultó de combinar las actividades de ocio y de compra en espacios cerrados. Cuáles son las lógicas y las implicancias económicas detrás del fenómeno de su expansión y qué desafíos representan para la ciudad constituyen sólo algunos de los tantos interrogantes que se plantean en torno a ellos.

El fenómeno de los shopping centers da cuenta en Argentina de un proceso que se reproduce en toda ciudad de más de 500 mil habitantes. Sólo en Buenos Aires encontramos 17 malls y 15 son los que funcionan en su área metropolitana. Las grandes superficies comerciales han marcado una nueva tendencia de consumo y de ocupación del territorio y contribuyeron a una importante reconversión urbana debido a dos aspectos principales: por un lado, porque a través de ellos se impulsó una renovación de las técnicas del merchandising y, por otro, la importante cantidad de establecimientos construidos y el tamaño que adquirieron.

Presentan numerosas ventajas respecto de los centros comerciales tradicionales, es decir de aquellos insertos en la trama de la ciudad: poseen una estética cuidada, están protegidos de las condiciones climáticas, ofrecen horarios extendidos, tienen capacidad de gestionar descuentos de conjunto y de realizar campañas de marketing con el fin de atraer más visitantes, brindan sensación de seguridad tanto por la presencia de personal de vigilancia propia como porque las áreas de circulación internas no conviven con el tránsito vehicular.

Los shoppings en áreas consolidadas

Básicamente, existen dos formatos de shopping centers por su localización, explica Rodrigo Salcedo Hansen, sociólogo y especialista en políticas urbanas: aquellos ubicados en áreas urbanas consolidadas, que representan un fenómeno urbano y se han adaptado, al menos en parte, a la identidad del país y a la cultura comercial preexistente.

Así, por ejemplo, el Abasto se parece más a una galería comercial bonaerense de clase media que a un mall de clase media norteamericano. Lo mismo se puede decir de lugares como Patio Bullrich, e incluso, en menor medida, Alto Palermo, que deciden mantener ese lujo avejentado del antiguo Buenos Aires en desmedro del concepto americano de “confort”, por ser edificios reciclados y/ó por su carácter céntrico.

Asimismo, el shopping se ha adaptado a los ritmos y particularidades de dicha cultura comercial: el fast-food deja espacio para el café, la conversación y el encuentro tan propios de la urbe porteña. En cuanto a su impacto en la ciudad, han logrado en cierta medida recuperar vida urbana y movimiento en sectores de alto deterioro. El pequeño comercio que rodea al mall, contrariamente a lo que se cree, no desapareció sino que, adaptado a su nuevo vecino, tendió a progresar.

El caso del Abasto es paradigmático, ya que fue concebido no sólo como centro comercial, también como operación urbanística e inmobiliaria en la zona. Efectivamente, indujo una dinamización de las actividades urbanas y de atracción de inversiones en un barrio muy degradado.

Sin embargo, las iniciativas de reconversión, de fuerte carácter privatista, basados en funciones de esparcimiento que antes eran del espacio público, no lograron irradiar la recuperación que se esperaba. Más de 10 años después de su instalación, los contrastes son visibles: edificios, hoteles, supermercados y estructuras modernas contrastan con casas derruidas, veredas rotas y basura en las calles. Los carteles de venta y obras paralizadas se diseminan por el barrio.

Los shoppings situados en los suburbios

Por otra parte, destaca Salcedo Hansen, se encuentran los shoppings que se localizan en los suburbios, como aquellas construcciones más recientes destinadas a servir a los countries y barrios cerrados, localizados estratégicamente sobre rutas y autopistas, siguiendo la lógica del automóvil privado. Tienen una gran capacidad de generar nuevas centralidades y, por lo tanto, generan un vaciamiento del comercio céntrico o de barrio.

Los casos de Unicenter o Soleil, sobre la autopista Panamericana, dan testimonio de ello. El cambio cultural que producen -muy asociados con las formas de urbanización de las clases medias y medio-altas- significa el paulatino abandono del consumo como actividad funcional, que se desarrolla en un entorno de proximidad y de frecuencia diaria, para pasar a ser una actividad a la cual el usuario se dedica casi con exclusividad, trasladándose mayores distancias y buscando asimismo su recreación.

La competencia que genera en los centros comerciales tradicionales o comercios barriales tiene un fuerte impacto sobre sus posibilidades de supervivencia. Los que se mantienen funcionales -en general se trata de importantes ejes comerciales de escala regional o de fuerte carácter céntrico, asociados a terminales de trasbordo de pasajeros- se encuentran en clara desventaja, con un espacio público degradado y un espacio privado mal mantenido.

Nuevos espacios (post)públicos

El espacio público está desapareciendo, y en su reemplazo emergen espacios privatizados, excluyentes y sobrevigilados, tal como el de los shopping centers o de los barrios cerrados. Esta visión pesimista nace de una comprensión idealizada y nostálgica del espacio público como lugar de libertad, de encuentro y de diálogo.

En realidad, el espacio público nunca ha sido este sitio ideal donde todos somos respetados en nuestros derechos. Es algo mucho más complejo, mezclándose la libertad con la represión y el ejercicio del poder. Así, por ejemplo, la plaza pública de la modernidad temprana es al mismo tiempo un espacio de ciudadanía y el lugar donde se instalaba la guillotina.

Históricamente, ha sido el lugar donde productores del espacio (poderes constituidos) y consumidores de éste (ciudadanos) se enfrentan en un juego de estrategia y equilibrio, para determinar qué es lo permitido y qué prohibido en dicho lugar. En la modernidad esos espacios eran las calles, las plazas y los parques. En nuestra época este enfrentamiento ciudadanos-poder se da también en otros espacios, como los “shopping centers” o los “countries, a los que, en conjunto, denominamos “espacios post-públicos”.

La crisis del estado moderno significa también una crisis para el espacio público tradicional: la criminalidad acecha, el espacio se deteriora y las personas simplemente dejan de frecuentarlo; trasladándose a esos lugares “post-públicos”. Son hoy esos espacios constituyen el nuevo lugar de la disputa por la ciudadanía. Un shopping center más vigilado, más excluyente, y el uso de cuyo espacio está más reglamentado, seguramente será la expresión de una sociedad más controlada por los poderes y de una ciudadanía menos fuerte y activa.

El advenimiento de los shopping centers

La acepción “shopping center” constituye un anglicismo adoptado para identificar a un particular tipo de establecimiento comercial que se caracteriza por ser propiedad de una única empresa, administradora de un conjunto importante de locales de venta de productos y servicios -con explotación independiente unos de otros, y cuyos responsables son locatarios de la empresa propietaria.

Los shopping centers hicieron su aparición en Buenos Aires recién a mediados de los ´80, tres décadas más tarde que en su país de origen pero mediante una expansión muy acelerada. Su evolución ha sido de tipo elíptico y puede caracterizársela de la siguiente manera:

Shopping centrales reciclados: los primeros complejos tuvieron una localización sobre áreas centrales y estaban basados en el reciclaje de edificios industriales decimonónicos desafectados;

Shopping periféricos ex-novo: sin interrupción del anterior proceso, se inició una etapa de construcción de edificios a nuevo, con un lenguaje altamente atractivo, de gran tamaño y situados sobre áreas periféricas;

Shopping subcentrales reciclados: finalmente, a mediados de los ´90 se sumó una nueva instancia, la de los shoppings barriales o de vecindad, usualmente construidos por operaciones de reciclaje, pero en una escala reducida en relación con los anteriores.

Desde una mirada social, los shopping centers han inaugurado la era de la compra como actividad lúdica, como espectáculo, y desde un punto de vista territorial, constituye un objeto urbano complejo y un efectivo detonador de fuertes centralidades, consolidando las existentes o generándolas sobre aquellas áreas en donde no las había.

Las localizaciones centrales han producido, por un lado, intervenciones que buscaban reacondicionar y valorizar los viejos edificios, evocando reminiscencias tradicionales, y por otro, el apuntalamiento de ciertas cualidades de centralidad que reforzaran la dinámica del sector.

Del conjunto de efectos visibles, el fenómeno de los shopping centers en Buenos Aires ha contribuido a la generación de nuevas centralidades periféricas, que impactaron contra los bordes de la ciudad construida y que se materializaron a partir de: una descentralización comercial, principalmente sobre los vacíos intersticiales de la segunda corona y posibilitado por el gran repliegue industrial, y una desconcentración residencial, situada sobre la extrema periferia e impulsada por el desarrollo de los corredores vehiculares de alta velocidad.

Este proceso se llevó a cabo por iniciativa privada, sin responder a ningún tipo de estrategia regional y en el marco de un laissez-faire territorial absoluto, ya sea sobre la extrema periferia, en colisión con los bordes urbanos consolidados como suburbanización popular, o llenando los vacíos intersticiales dejados por el anterior avance de la ciudad entre los ejes de expansión de la urbanización.

El shopping como amenaza y oportunidad

En uno y otro caso, en cuanto a su inserción en la ciudad, indiscutiblemente la lógica de los shoppings es la de la autosegregación sobre predios de propiedad privada, rompiendo aquella tradicional relación entre el espacio público y el privado y generando barreras urbanas que quiebran la trama regular de la ciudad abierta, cualidad que históricamente ha homogeneizado el desarrollo urbano de Buenos Aires.

Asimismo, la generación de grandes superficies comerciales cerradas influye en las circulaciones vehiculares y peatonales, implicando trastornos en el tránsito y en los servicios de transporte público; a lo que habrá que sumarle la gran afluencia de visitantes y compradores en autos particulares.

En las áreas urbanas tienen la capacidad de inducir densificaciones, proceso que tiene por una parte la ventaja del aprovechamiento de la infraestructura urbana existente y, por otra, la seria afectación al vaciamiento de otras centralidades tradicionales. En los territorios suburbanos contribuye a la consolidación de áreas difusamente ocupadas.

Ante este panorama, y dado que los shoppings han venido para quedarse, el desafío que se plantea para la ciudad es el debate sobre claras reglas de juego, con políticas de desarrollo urbano definidas, construidas y consensuadas con la ciudadanía, que promuevan la recualificación del tejido urbano, que favorezcan la integración social y que orienten la localización de inversiones.

(*) Versión adaptada de trabajo publicado en Diario El Cronista, Suplemento Proyectar y Construir; Buenos Aires (Argentina): mayo 21 de 2009.