La Sebastiana: una casa en el aire

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Escrito por: Elena Mayorga Marnich, Arquitecta U.B.B. Master P. Territorial IUAV- Venecia

“ Sin embargo, la casa sigue subiendo y algo pasa, un latido circula en sus arterias …” La Sebastiana, Pablo Neruda

El año pasado, exactamente el 18 de septiembre de 2011, “La Sebastiana” cumplió 50 años de existencia. Recientemente, este 5 de enero de 2012, la casa de Neruda fue declarada Monumento Nacional, en la categoría de Monumento Histórico.

Tener una casa, es tener un lugar en el mundo. Más allá del espacio construido, la casa proporciona un soporte existencial a su morador. En nuestra casa somos realmente, lo que no somos en ningún otro lugar.

Neruda fue un gran coleccionista. Su afición era reunir las más variadas cosas de su interés: caracolas, libros, botellas, mascarones y … casas. Neruda tuvo la gran necesidad, de ir consolidando su existencia en donde estaba y hacia donde iba. Su vida estuvo referenciada siempre en torno a una morada: la casa de infancia en Temuco, la pensión de calle Maruri en su juventud en Santiago, su casa en “Los Guindos” junto a Delia del Carril, “La Chascona” junto a Matilde, “La Manquel” en la normandía francesa, “La Sebastiana” en Valparaíso y su casa definitiva y total: la casa de Isla Negra. Sin embargo, como todo buen coleccionista estableció que una colección nunca se debe cerrar, y al momento de fallecer, se encontraba en construcción una casa que no llegó a habitar en Lo Curro, Santiago.

“La Sebastiana” fue buscada a partir de la necesidad de apartarse de Santiago. Era 1959. Pablo y Matilde viajan a Venezuela, residiendo allí por cinco meses. De regreso a Chile, Neruda se encuentra inmerso en una ardua producción literaria, completando sus libros Navegaciones y regresos y los Cien Sonetos de Amor. Asediado por un gran trabajo de creación literaria y cansado de la vida de la gran ciudad, Neruda decide buscar una casa en el puerto, pues este representa para él un lugar asociado a una apacible y entretenida vida de provincia. Su topografía caprichosa además, lo hacía un lugar encantador y fascinante, escribiendo acerca del lugar:

“Valparaíso es secreto, sinuoso, recodero. En los cerros se derrama la pobretería como una cascada. Se sabe cuánto come, cómo viste (y también cuánto no come y cómo no viste) el infinito pueblo de los cerros. La ropa a secar embandera cada casa y la incesante proliferación de pies descalzos delata con su colmena el inextinguible amor.

… Las escaleras parten de abajo y de arriba y se retuercen trepando. Se adelgazan como cabellos, dan un ligero reposo, se tornan verticales. Se marean. Se precipitan. Se alargan retroceden. No terminan jamás”…

Para comenzar esta búsqueda Neruda escribe a su amiga, Sara Vial:

“Siento el cansancio de Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojalá invisibles. No deben verse ni escucharse.

Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme. Ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización. Independiente, pero con comercio cerca. Además tiene que ser muy barata. ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso?”

Sara Vial, encontró finalmente la casa para su amigo Pablo, con las características por él requeridas. Había pertenecido al constructor español Sebastián Collado, y a su muerte había sido heredada por sus hijos, quienes la habían puesto en venta. Constaba de cuatro pisos y estaba aún inconclusa. Neruda y Matilde compraron los dos pisos de arriba. Sus amigos, el matrimonio Velasco Martner, los dos pisos de abajo. Neruda comienza a terminar la vivienda a partir de 1959, dos años más tarde, ya lista para ser habitada “La Sebastiana” es inaugurada el 18 de septiembre de 1961. Treinta y cuatro personas, que de alguna manera habían permitido hacer de “la casa abandonada” la casa de los Neruda, recibieron una invitación artesanal, con ilustraciones de grabados antiguos y un poema, además de una lista de cada una de las personas invitadas y el mérito por estas realizadas, que había hecho posible habitar la vivienda.

La vivienda, en su totalidad, se presenta como una unidad que se desarrolla dentro de un paralelepípedo: dos de sus lados se mantienen inalterables, pues corresponden a los medianeros, los otros dos lados restantes del volumen, presentan la característica de sustracción de sus partes en la medida que el volumen asciende, buscando con ellos la individualización del espacio y la función, para ir estableciendo un diálogo biunívoco con el paisaje.

Debido a la división de la vivienda en dos, los accesos se plantean de manera independiente para cada casa. A la de Neruda se accede desde el segundo piso de la vivienda a través de una escalera caracol, que conduce nuevamente a otra escalera, que nos lleva al tercer piso de la vivienda o a la primera planta de la casa de Neruda. En este nivel encontramos que destaca el área más pública de la casa, correspondiendo a un estar-comedor separado por una chimenea circular. Este espacio enfrenta grandes ventanales que permiten una estrecha relación visual con la bahía de Valparaíso. En el piso siguiente se sitúa el dormitorio de los esposos, y los espacios empiezan a disminuir sus proporciones en la medida que la vivienda asciende. De una forma casi aérea los recintos se superponen unos sobre otros, finalizando en lo que en sus inicios, su primer dueño, había concebido como una pajarera. Espacio que Neruda finalmente destinó a que fuera su biblioteca. Este corresponde al espacio más sensorial de la vivienda: los aspectos visuales potenciados al máximo, dada su condición de mirador espacial permitido por su particular altura, se combinan con el deleite auditivo que provoca constantemente el ulular del viento que afecta al espacio, tanto, como afectaría al punto más alto de un mástil.

Vista de Valparaíso desde la Sebastiana © Wikimedia Commons

Como en todas las casas de Neruda, se debe destacar el rol que juegan los objetos en el espacio, donde este parece concebido para valorizar el objeto, y viceversa. El objeto, aparece como mediador entre la arquitectura y el hombre, humanizando el espacio. Por ellos la casa está contenida de atmósferas, definidas por formas, colores, brillos y transparencias que se entrelazan con el paisaje aportado por los ventanales, lo que determina que esta vivienda, más que ninguna a otra, no tenga sentido si no es a partir de su entorno.

“La Sebastiana” fue saqueada después del golpe militar de 1973, y restaurada en 1991, constituyéndose en una casa-museo, que forma parte del circuito arquitectónico-biográfico del poeta junto con la casa de Isla Negra y “La Chascona”, lugares fundamentales que visitar para lograr la comprensión del universo Nerudiano.

El teórico e historiador de la arquitectura, Christian Norberg-Schulz, establece que la estructura de un lugar, sea este natural o construido, está compuesta por dos categorías: el espacio (tierra) y el carácter (cielo), que siendo analizadas por la percepción y por el simbolismo permitirán la capacidad de habitar del hombre. El espacio-tierra, estaría determinado por sus cualidades matéricas y formales, mientras que el carácter–cielo estaría constituido cualitativa y cuantitativamente por la condición luminosa. Estas dos categorías en el caso de “La Sebastiana”, se funden, ya que por sus singulares características el espacio-tierra se sitúa en el cielo: lo concreto y limitado se desmaterializa por encontrarse en una situación aérea. El cielo de Valparaíso determina la casa de Neruda a trascender desde su propia condición corpórea. Lo permanente se transforma en inestable porque el cielo es cambiante en su luz y en su sonido, y la casa cambia con él.

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