Nuevo plan del alcalde Cristián Labbé, ¿Providencia Cero?

En las últimas décadas que han dado lugar a las más agitadas transformaciones en Providencia, se ha evidenciado que ya no sólo cumple un rol comunal sino predominantemente metropolitano. Toda intervención física o política pública ahí ocurrida se convierte en laboratorio de discusión y material para reflexionar sobre cómo y quiénes construyen ciudad, desde el polémico Costanera Center, la transformación del barrio Suecia, el modelo de bicicletas públicas y en última instancia, el plan del alcalde Cristián Labbé para dejar de emitir patentes de alcohol y salón de baile en toda la comuna. Tras este último anuncio, Providencia se enfrenta a otra iniciativa de tipo prohibitivo y limitante, al carecer de visión estratégica para regular las distintas actividades que se han realizado desde hace décadas en la comuna. En definitiva,  el plan del alcalde hace honor al nombre de la radical doctrina de la “tolerancia cero”.

La planificación urbana en Providencia resalta por su capacidad de mantener una comuna con una alta diversidad de usos armonizados. Es esto lo que diferencia gradualmente corredores de comercio medio y alto como el eje entre las dos Providencias a aquellas de uso habitacional replegado a barrios interiores de menor escala. Del mismo modo, la oferta de pubs, bares y algunos restoranes, se comenzó a espacializar en algunas vías, desde Manuel Montt a Tobalaba y en algunos barrios como Bellavista o Italia, generando verdaderos clusters de la vida nocturna Santiaguina. Atractivo turístico y local, en una capital donde se suele tildar por los mismos habitantes de fome debido a la baja oferta de actividad nocturna en las comunas más céntricas.

La medida de Labbé, arbitraria, sin mayor consulta ciudadana, pasa por alto los procedimientos regulares para ir por la vía de la restricción, reduciendo la riqueza de la comuna a Providencia Cero: cero participación, cero actividad, cero atractivo. El plan no contempla una investigación para verificar si los locales en cuestión provocan realmente daños o ruidos que generen considerables impactos y molestias a los vecinos. Cuando los reclamos se vuelven acumulativos, se debiera notificar al local para avisar que no habrá renovación en su patente, pudiendo los dueños de éste apelar para revisar el caso nuevamente. Del mismo modo, estos pueden presentar un recurso de protección frente a la acción arbitraria, iniciativa realizada por el barrio cervecero de La Reina, que corrió la misma suerte respecto a la medida municipal.

barrio cervecero de La Reina, fuente: tomocerveza.cl

Lo que se espera del procedimiento es regular la especificidad de casos, considerando que poseen exigencias barriales distintas. Existen sectores con una vocación histórica de actividad nocturna, como Bellavista, donde prevalece la dinámica de los bares volcados a la calle, alto tránsito y el ruido que esto implica. En estos casos, se comprende que es un barrio con ciertas zonas de uso habitacional desvalorizado y quienes eligen vivir ahí, poseen conciencia de esto.

El barrio Suecia ya sufrió un imperioso cambio de rol, por presiones ejercidas a una escala reducida por los mismos vecinos afectos al fenómeno NIMBY (Not in my Backyard), así como también metropolitanas, en la posibilidad de expandir el polo de negocios de Sanhattan por el eje Providencia. La estrategia no sólo consistió en dejar de renovar las patentes, sino también la libertad para construir en mayores alturas, generando una arremetida de proyectos inmobiliarios que están cambiando el barrio de cuajo. Los problemas que había arrastrado el barrio nocturno de Suecia, junto con el potencial de localización y de generación de un espacio de alta mixtura de usos en un polo que cada día recibe mayor inyección de flujos, es un escenario que no evoca la mera extensión de un bloque de oficinas. Es así como una seguidilla de gestos municipales voluntariosos transforman los perfiles urbanos sin mayor consulta ciudadana respecto a temas que inciden directamente en el modo en que queremos habitar nuestras ciudades.

En este caso, como otro más en la lista, se alude nuevamente al tema de la seguridad vecinal para incentivar medidas dogmáticas, como el conflicto del cierre de calles y pasajes, sin comprender que una solución pro desarrollo urbano y social no puede componer políticas prohibitivas que limiten los derechos ciudadanos. Cabe recordar para quienes tienen memoria frágil, la importancia de que la ciudad se piense sobre una imagen colectiva, internalizando su capital social y urbano como un proyecto mayor, y no como el resultado de una tensión de grupos de interés en conflicto. En esta línea, las autoridades locales no deben atender los barrios como piezas aisladas, sino considerar su composición dentro de la ciudad, y poder orientar así la planificación de espacios que traduzcan la aparente objetividad de la rentabilidad en indicios de mayor calidad de vida.