Bullente persa Biobío se potencia como paseo familiar gracias a mayor seguridad

Casi 30 efectivos policiales vigilan el sector los fines de semana:

Más de 25 mil personas, entre familias con niños y jóvenes, visitan los galpones del barrio Franklin sábados y domingos.

Por Bernardita Álvarez (El Mercurio)

La mala fama del persa Biobío, ubicado en pleno barrio Franklin, al parecer, está por acabarse. La delincuencia e inseguridad que lo caracterizan desde su surgimiento durante la crisis de 1929 -que obligó a la gente del sector a salir a la calle a vender sus productos, conformándose el primer “mercado persa” de Santiago- lo han perseguido por décadas, que se mantuvo con la aparición de los extensos galpones para el regateo durante los setenta, y la ampliación del persa hasta San Diego en los noventa.

Pero desde el último año, el mayor control policial en el sector ha hecho que este lugar se esté transformando en un paseo familiar durante los fines de semana.

Roberto Higuera solía frecuentar este barrio solo, curioso por las antigüedades, pero ayer lo acompañó su señora, Lorena Pozo, y sus tres hijos. “Lo hemos pasado muy bien”, cuenta Pozo, mientras compra figuritas de Mickey Mouse en el puesto de juguetes “Mil monos”.

El matrimonio Carlos Céspedes y María Victoria Santander son los dueños de este local ubicado en el galpón Persa Biobío, entre San Isidro, Franklin y Eduardo Matte, y coinciden en que el sector está más amigable. “Se agradece que haya más vigilancia, porque ahora frecuentan más las familias y la gente está más tranquila”, dice Céspedes.

En la 4ª Comisaría de Santiago centro afirmaron que cada fin de semana, dos oficiales, más 35 funcionarios de Carabineros, vigilan el sector del persa, ubicado en el cuadrante de calle Placer, Ñuble, San Diego y Av. Vicuña Mackenna.

Vintage

Los jóvenes son otro público que está dando un nuevo aire al sector. Los hermanos Pablo y Juan Alfredo García, de 35 y 21 años, respectivamente, recorrieron ayer zigzagueantes el barrio, en búsqueda de relojes y cajas metálicas antiguas. “Está más seguro que antes, aunque igual hay que cuidarse”, dicen.

Un tocadiscos es lo que llevó a María de los Ángeles Beltrán (25) a visitar por primera vez el persa Biobío, buscando el regalo de cumpleaños de su recién esposo y de paso decorar su nuevo departamento al estilo vintage.

“Me gusta mezclar lo nuevo con lo antiguo, y acá hay algunas cosas que me llaman la atención. Aunque es inabarcable de conocer en un solo día”, opina.

Emilio Bartolini, quien atiende hace 23 años en calle Biobío 606, ha sido testigo de los cambios del barrio. Las lámparas de lágrimas son la especialidad, y cuenta que antes no se vendían tanto como hoy. “Viene harta gente joven que se está emancipando y les gusta decorar sus casas con cosas que hace diez años nadie buscaba”, sentencia.

Antigüedades

En “El Andamio”, en Biobío 626, venden muebles antiguos a tentadores precios. La nueva gastronomía

Otro de los atractivos del persa Biobío es su original oferta gastronómica. En un estrecho pasillo del galpón Trejo y Gatica Ltda. -por calle Franklin, entre San Isidro e Ingeniero Obrecht- una hilera de puestos de comida internacional se instaló en el último tiempo, tentando con sus módicos precios y una propuesta diferente a los típicos carritos.

Uno de ellos es “Lai Thai”, (Franklin 602), local de comida tailandesa que lleva menos de un año de funcionamiento, y fue destacado como una de las mejores picadas de 2011 por Revista Wikén. Otro es “El Libanés”, que con tan sólo cinco meses de vida, ya tiene una clientela cautiva, gracias a sus shawarma con bebida a $2.500, preparados por su propio dueño, Samir Mercel.