Se acentúa despoblamiento en el Altiplano y envejece su población

Poblados están casi abandonados o habitados por adultos mayores.

(El Mercurio – 20/09/11)
Por Víctor Fuentes

Guallatire, poblado ubicado en Putre, Región de Arica y Parinacota, tiene hoy sólo dos residentes: Bernardina Sánchez y su “ayudante” Doris. Atienden un hospedaje para turistas donde antes funcionaba una escuela. Son las únicas habitantes de ese lugar, en que, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el año 2002 había 37 casas y vivían nueve personas.

“Nací y estudié acá, cuando vivíamos más de cien personas. Ya no queda nadie. Yo también me fui en 1999, pero volví hace dos años para hacerme cargo del hospedaje”, dice Bernardina.

De acuerdo a lo que revela en forma preliminar este precenso -proceso que define cuántas viviendas se asignará a cada encuestador en 2012-, el Altiplano acentuó su despoblamiento. La tendencia predomina en la Región de Arica y algunos pueblos de Tarapacá y Antofagasta.

En el precenso debutaron las PDA (sigla en inglés de Asistentes Digitales Personales), computadores con GPS que permiten georreferenciar las viviendas y que se usan como formularios electrónicos, muy útiles en poblados de Caquena, donde los vehículos no podían llegar y era necesario avanzar a pie por hasta 90 minutos.

Aun así tuvieron dificultades, como el caso de la estancia de Ubine, que sólo al tercer intento pudo ser ubicada. No tenía ningún habitante. Según familiares de localidades cercanas, todos se fueron a vivir a Putre.

Para evitar que las visitas coincidieran con los horarios de pastoreo, muchas se hicieron a las 7 de la mañana o entre las 6 y las 8 de la noche. Otra forma de precensar fue con las oficinas móviles del INP, el día en que los jubilados y montepiados de diversos poblados se reunían para recibir sus ingresos. Y los datos son reveladores.

En Ancuta (Putre) vivían siete personas en 2002. Hoy se cuentan cinco. Una de ellas es Tomasina Jiménez, que con su marido Wilford Téllez atienden una posada para camioneros. “Éramos una familia grande, pero algunos se murieron y otros se fueron. Acá cuesta conseguir agua y para comprar alimentos hay que hacer tres escalas: Zapahuira-Putre-Arica”, dice la mujer.

En el mismo sector está Visluvio. Allí no se observan habitantes, sólo casas cerradas con candado. Apolinario Castro y Juana Chamaca son los únicos anfitriones en Chilcaya (Putre), caserío con siete casas deshabitadas. Pastorean 200 animales y preparan charqui de llamas.

General Lagos vive esta situación en varias de sus localidades: Alcérreca, con 260 habitantes hace nueve años, ahora suma diez; Chislluma pasó de doce a seis; y Humapalca, de once también se redujo a seis.

La situación se repite en Colchane (Tarapacá) y Toconce (Antofagasta). En esta última, a 40 km de Bolivia, su escuela se cerró hace cinco años porque se quedó sin niños. Su población descendió de 200 a 22 personas.

El envejecimiento de los habitantes del Altiplano es otra de las situaciones que advirtieron los enumeradores que recorrieron la zona entre mayo y agosto. En los caseríos, la mayoría de las personas son de la tercera edad, muchas con gran desconfianza ante las visitas y las preguntas, pues temen robos. En Parinacota, los hombres de más de 65 años eran 209 en 2002. Para fines de esta década bordearán los 400.

“Desarrollo es soberanía”

El presidente de la Comisión de Zonas Extremas del Senado, Jaime Orpis, considera que la situación en el Altiplano es “extremadamente delicada, porque es una zona geopolíticamente estratégica”, y la soberanía “no sólo se ejerce a través de la disuasión, sino que también con poblamiento, desarrollo y fronteras vivas”.

Para el doctor en Geografía Humana y jefe del magíster en Desarrollo Urbano de la Universidad Católica, Arturo Orellana, el problema obedece a la falta de incentivos para el desarrollo de los pueblos en la zona y evitar el éxodo hacia ciudades grandes. “Si no se resuelve en las próximas dos décadas, vamos a asistir a una pérdida total de la población”, afirma.

La gobernadora (s) de Parinacota, Leda Díaz, atribuye el fenómeno a la pérdida progresiva de agua en la zona, que redujo el forraje y afectó la alimentación de los animales. “El despoblamiento es por la falta de trabajo y ausencia de alternativas de educación”, dice. El gobernador de Tamarugal, Espártago Ferrari, explica que en Tarapacá los habitantes del Altiplano se han desplazado a Iquique y Alto Hospicio.