La gestión pública y el Parque Cultural de Valparaíso

Es muy probable que el Parque Cultural de Valparaíso se transforme en un hito arquitectónico de la ciudad. Por la calidad y nitidez de su propuesta, es evidente reconocer el mérito del equipo de arquitectos -Labbé, Portugueis, Spichiger y Holmes- que, con mucho rigor y compromiso, han concebido este proyecto. No es casual entonces que varias publicaciones en Chile y el extranjero estén interesadas en esta obra.

Sin embargo, para entender la concreción de un proyecto de esta complejidad no basta sólo con buena arquitectura, que en este caso la hay con creces, sino con un adecuado encadenamiento que permitió transformar una idea en realidad en solo dos años y medio.

Para entender este proceso hay que remontarse al año 2008 cuando, a través de la Municipalidad de Valparaíso, se convocó al reconocido arquitecto Oscar Niemeyer para diseñar un proyecto para la ciudad, en el marco de un complejo proceso de reactivación de Valparaíso. Los dos anteproyectos propuestos por Niemeyer fueron rechazados por diferentes instituciones y agrupaciones ciudadanas. Probablemente el fondo del asunto no estaba en las ideas arquitectónicas de Niemeyer, aunque algo de eso había, sino principalmente en la necesidad de definir con mayor claridad la forma y fondo que tendría un centro cultural donde se cruzaban objetivos institucionales y ciudadanos.

Los recursos para convocar a un concurso de arquitectura y construir un proyecto con fines culturales en la Ex Cárcel estaban disponibles en el MOP por iniciativa de la Presidencia desde antes del “episodio Niemeyer”, sin embargo era necesario generar los caminos adecuados para que pudiese llevarse a cabo integrando a la mayor cantidad de actores.

A fines del 2009, en sólo tres semanas se logró llegar a importantes acuerdos en el programa de uso, consideraciones arquitectónicas e incluso el nombre que tendría el proyecto en esta etapa del proceso, Parque Cultural de Valparaíso. Participaron representantes de instituciones públicas, académicas y ciudadanas convocados por la Ministra de Cultura de la época. Luego estos antecedentes serían incorporados por la Dirección de Arquitectura del MOP en la convocatoria al Concurso de Arquitectura.

La decisión de convocar a un Concurso tenía como lastre la desconfianza que se había asentado en los arquitectos respecto a los proyectos en Valparaíso, ya que había una gran dificultad de lograr los consensos para llevarlos a cabo. Este trabajo previo, práctica poco usual de las instituciones públicas, fue fundamental para consolidar un proceso sustentable en el tiempo.

Con el mismo objetivo se convocó a un jurado diverso y con el prestigio suficiente para avalar los resultados frente a la ciudadanía y las instituciones que estaban detrás del proyecto. Se le propuso además al Ministro de Obras Públicas de la época que su cupo en el jurado fuera cedido a un arquitecto chileno con reconocimiento internacional, algo que no había sucedido antes en el MOP, invitando a Alejandro Aravena a representarlo. Invitar a un Premio Nacional de Arquitectura -Cristián Valdés- y contar con el reconocido arquitecto Smiljan Radic como Representante de los Concursantes permitió, junto al resto del Jurado, conformar un equipo diverso, de calidad y que diera las suficientes garantías a los concursantes y a todos los actores participantes.

El atractivo del proyecto, la simpleza de las bases de convocatoria -a pesar de la gran complejidad de los requerimientos- y el buen nivel del Jurado permitió tener el concurso de arquitectura más masivo en la historia de Chile, al menos entre los convocados por el sector público. 118 propuestas que harían posible elegir un anteproyecto que respondiera a los anhelos que se venían construyendo desde hace cerca de diez años.

El proyecto ganador abordó con eficiencia intervenciones tan diversas como un edificio de difusión cultural con altas exigencias técnicas, la reconversión de la galería de reos como espacio de creación artística, la consolidación de un Monumento Arqueológico y la construcción de un nuevo parque público en Valparaíso. La propuesta tenía, además de sus grandes virtudes arquitectónicas, una característica clave en la edificación pública actual, la flexibilidad de uso. El diseño fue capaz de acoger diversas posibilidades de uso e ir evolucionando en el tiempo, ya que el modelo de gestión se encontraba en desarrollo, asegurando un lugar que pudiera proyectarse los próximos cincuenta años.

Esta obra no podía ser entendida como un proyecto tradicional. En consecuencia las obras se ejecutaron bajo una modalidad que al MOP le permite contratar una empresa constructora junto a un equipo de arquitectos y especialistas, que trabajan en conjunto para desarrollar y ejecutar proyectos de alta especificidad, velando así por la coherencia entre la arquitectura y los requerimientos técnicos.

Esta modalidad permitió aprovechar las diferentes oportunidades que surgieron durante el desarrollo de la obra. El ejemplo más destacable es la transformación del teatro, originalmente tipo italiano tradicional, en un multiteatro experimental único en América Latina, que permitirá explorar nuevas formas de puesta en escena y su relación con el público.

En complemento, se decidió utilizar una nueva modalidad de trabajo que se está implementando en el MOP, la Gestión Integrada de Proyectos (GIP), modelo que permite conformar equipos de trabajo integrados, cubriendo las diferentes aristas del proyecto, alertando oportunamente las dificultades, identificando las oportunidades y generando una relación permanente con las instituciones participantes.

Han pasado menos de tres años desde la convocatoria al Concurso de Arquitectura hasta el término de las obras. En este período, hubo dos Presidentes, dos Ministros de Cultura, tres Ministros de Obras Públicas y dos Intendentes. Sin embargo, el hecho de construir una obra que busca colaborar con la reactivación social y económica de Valparaíso, ha permitido dar continuidad a esta tarea, contando con la plena convicción y respaldo de las autoridades, y una estructura sólida de trabajo entre los arquitectos autores del proyecto, la empresa constructora y el equipo a cargo de la Dirección de Arquitectura del MOP. En efecto, en momentos difíciles como la desocupación del terreno para el inicio de los trabajos, o la toma de decisiones técnicas innovadoras, el respaldo transversal de las autoridades del Consejo de la Cultura, la Intendencia Regional y el Ministerio de Obras Públicas ha sido clave.

Comprender los procesos y decisiones en la gestión de proyectos de este tipo es, a mi juicio, clave para extraer aprendizajes, capitalizar experiencias y poder entender por qué muchas veces proyectos complejos se llevan a cabo y otras veces no. En efecto, cuando se publiquen las imágenes de esta obra, al igual como ha sido con otras obras de envergadura en Chile y el extranjero, la buena arquitectura viene asociada a una gestión muchas veces compleja pero necesaria.

En este proceso no sólo se ha llevado a cabo el segundo centro cultural más grande del país, sino un espacio único para la cultura local, que convoca a la creación y difusión de las artes que Chile no tenía. Sólo queda abrirlo al público, que se conquisten sus espacios y se puedan dimensionar los aciertos y errores de una obra que puede darle grandes oportunidades a Valparaíso y la cultura.