La (des)ilusión de la ciudad de las rejas

La disputa del cierre de calles y pasajes se ha vuelto vieja, pero no sorprende considerando lo profundo y estructural que es el problema. La tensión se arrastra de un determinado modelo de ciudad y los ciudadanos ahí educados, con valores que privilegian los intereses personales anteponiendo la seguridad individual por sobre las libertades colectivas. A pesar de que se discute que las decisiones han sido tomadas a partir de ordenanzas municipales y voluntades políticas, las iniciativas suelen venir desde agrupaciones de vecinos que presionan por levantar rejas que garantizarían una supuesta seguridad ciudadana. Luego del fallo del Tribunal Constitucional que rechaza el cierre de calles y pasajes, algunas municipalidades que apoyan a grupos vecinales se han manifestado en desacuerdo, estableciendo que se deja en absoluta vulnerabilidad a miles de familias, menos libres y seguras. Es necesario discutir la validez de este argumento y deliberar sobre las preocupantes amenazas de la ciudad de las rejas y la excesiva privacidad. Por otra parte, nos debemos preguntar ¿Constituye la reja una garantía de la seguridad nacional? ¿Se traduce ésta finalmente en libertad?

La última decisión la tomó el Tribunal Constitucional y acto seguido una gran cantidad de rejas y portones se desinstalarán de calles, salvo en algunos pasajes sin salida donde no se obstruye la libre circulación. Este fallo se opone a la modificación legal y las ordenanzas municipales que insisten en el cierre de calles y pasajes por medidas de seguridad vecinal. Luego del fallo, una serie de vecinos de comunas como Maipú y Peñalolén manifiestan que se sienten expuestos a los delincuentes y algunos alcaldes como Orrego se mostraron preocupados por el supuesto de que familias verían amenazada su tranquilidad sin portones. El diputado RN Cristián Monckeberg, reaccionó a la medida anunciando la presentación de un proyecto de ley para evitar el retiro de algunas rejas.

Se tiene conocimiento que la Constitución Política asegura a todas las personas el derecho a la libertad personal, pero se desconoce el criterio para definir los riesgos a la seguridad ciudadana a partir del cual esta se puede ver limitada. ¿Hasta qué punto constituyen las rejas una escusa válida para disminuir la libertad generando barrios con menos delincuencia? No existe claridad de los beneficios que traen las rejas para evitar robos, asaltos y violaciones de morada. Estudios indican que un efecto colateral de las rejas es segregar y fragmentar el territorio, estigmatizando los sectores involucrados y aumentando la percepción de inseguridad. Por otra parte, acciones como mejoramiento de los espacios públicos, iluminación y desarrollo comunitario, tienden a conformar barrios más seguros. A pesar de su literalidad, la reja no necesariamente es la respuesta para evitar el traspaso físico de un delincuente a una vivienda ni consituye una solución lógica para disminuir la delincuencia.

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Las vías en discusión son bienes de uso público y su privación atenta contra la libertad de los que quieran hacer uso de ellas y beneficiarse de una buena accesibilidad y conectividad. Un barrio que tenga portones selectos en algunas calles donde residen los vecinos con mayor percepción de inseguridad se vuelve inequitativo. En este escenario, algunos cuentan con mayor protección, otros con menos posibilidad de movilizarse y distintas relaciones de proximidad entre las viviendas y su barrio. Las vías de circulación son poco legibles y los recorridos más largos, mientras la identidad barrial se deteriora ya que no existe mayores iniciativas por parte de los locales de relacionarse en su interior. La reja es una realidad segregadora y sus efectos son equívocos.

La responsabilidad de quienes construyen ciudad

Una de las obligaciones éticas de aquel que decide temas de ciudad es tener conocimiento sobre distintas prácticas locales e internacionales y los resultados obtenidos previo a intervenir en el territorio.  Toda intervención en el espacio público trasciende para convertirse en el principal escenario en proyectar valores sociales: el proyecto urbano transparenta un proyecto social. En el contexto actual de la ciudad postmoderna y su modelo de desarrollo urbano, se ha tendido a privilegiar la privacidad propia de una estética asociada al jardín privado debidamente cercado, las cámaras de seguridad y la creciente privatización de los espacios de uso público. La reja simboliza la prevalencia de condicionantes como la seguridad y la propiedad privada ante el derecho a la libertad personal, lo que se considera que es el proyecto social detrás de las intervenciones en el territorio. Lugares de alta intensidad de uso público como los malls, cierran sus accesos con altos estándares de seguridad por las noches. Considerando esta construcción cultural, nuestra sociedad no se sorprende que pasajes con un uso intensivo por parte de sus vecinos inmediatos sean cerrados con rejas para hacer valer sus derechos de seguridad individual.

Las rejas no sólo fomentan la ciudad como un escenario de distintos grupos de interés en conflicto, sino que también acaban por generar falsas expectativas de la disminución de la delincuencia. Es así como la ciudad se frustra en el intento por entregar supuestos estándares de seguridad y libertad para todo aquel que quiera vivir en entornos tranquilos y privados. Resulta ser que la ciudad libre en lugar de significar las destrezas del privado al negar lo otro, radica en la aceptación e integración de los espacios públicos como entornos de convivencia.