El terror y la angustia diaria de los vecinos que viven pegados a la cárcel de San Miguel

Aseguran que las noches se transforman en pesadillas por los gritos y amenazas de los reos. El alcalde Julio Palestro exigió que se respete el acuerdo para retirar el penal.

JAIME PINOCHET
(El Mercurio – 10/12/2010)

Una vida de terror y angustia. Los vecinos de la cárcel de San Miguel describieron con esas crudas palabras el día a día en el entorno del penal que en la madrugada del sábado registró la tragedia más grande en la historia de Gendarmería, con 81 muertos.

Los residentes aseguran que ese barrio se apagó y se volvió peligroso con la llegada del centro penitenciario en 1982. Coinciden en que la vida les cambió por completo, pues con el paso de los años los reos y sus familiares tomaron el control de la zona.

Por ejemplo, J.V.A., quien pidió reserva de su identidad, vive hace más de 20 años en calle Pedro Mira, cuya casa tiene el aspecto de una fortaleza por las medidas de seguridad.

Alarma, portones altos y alambres de púas circulares componen el arsenal de elementos para mantenerse a salvo.

“No nos queda otra; los internos y sus familiares hacen lo que quieren. Hay días en que no podemos ni caminar por nuestro propio patio, porque ellos nos miran y nos gritan cosas obscenas”, relata la mujer con una voz baja y escondida en un árbol.

J.V.A. asegura que los familiares de los reos ingresan a las viviendas con total libertad para trepar a los tejados y lanzar paquetes con drogas, dinero y celulares durante el día y la noche.

“Esta situación parece increíble. Estamos almorzando y de repente te encuentras con sujetos en tu patio. Y más encima se enojan si los echas”, detalla.

La vecina señala que el penal ha desvalorizado las casas y nadie las quiere comprar ni arrendar. Sin embargo, afirma que se va sí o sí aunque tenga que dejar abandonado el inmueble.

“Mis hijos no se merecen estar encerrados durante el día y en su propia casa”, comenta.

En la calle Frankfurt también coinciden en que la vida junto al centro penitenciario tiene ribetes de pesadilla.

Es el caso de Margarita Opazo, quien reside hace 10 años en el barrio. “Las noches son interminables. Los internos gritan y golpean los barrotes sin parar. Piden ayuda o se amenazan entre ellos”, relata la mujer.

Agrega que en la mañana el terror comienza a las 7:00 horas, cuando se encuentran con los amigos que esperan el mejor momento para arrojar los paquetes o pelotas con especies.

“No les puedes decir nada ni mirarlos. Creen que la calles son de ellos”, dice Opazo.

A pesar de ello, la vecina asegura que hay otra situación que le preocupa más: los funerales de los internos fallecidos. “Cuando uno muere en la cárcel, el cortejo pasa por acá y no dudan en disparar al aire, por lo que no quiero ni pensar lo que va a ocurrir ahora por los 81 muertos. Siento terror”, afirma.

María Mora, por su parte, señala que este accidente es la mejor oportunidad para sacar la cárcel del barrio. “Este era una zona residencial de mucha vida. Con la llegada del penal se apagó, y los vecinos más antiguos se fueron todos. Nosotros aún no cedemos, a pesar de las constantes amenazas que mi marido ha recibido de los internos”, revela Mora.

Protocolo

En tanto, el alcalde de San Miguel, Julio Palestro, coincide con sus vecinos, argumentando que el centro penitenciario debió eliminarse hace más de 10 años, tras la firma de un protocolo con las autoridades de la época.

“Exigimos que se respete este acuerdo, porque tenemos muy presente el sufrimiento que viven a diario nuestros vecinos”, afirma el jefe comunal.

Palestro indica que están solicitando apoyo jurídico a la Asociación Chilena de Municipalidades para lograr eliminar el penal del tradicional barrio.

El susto de los que viven cerca del CPF

La sensación de inseguridad de los vecinos también se vive en otros centros penitenciarios de la Región Metropolitana.

Por ejemplo, en el Centro de Penitenciario Femenino de San Joaquín los residentes tampoco pueden dormir tranquilos.

La situación se complicó hace tres semanas cuando la Policía de Investigaciones y Carabineros realizaron allanamientos por las calles que rodean el penal, luego que indagaran la existencia de un túnel que permitiría una fuga masiva de internas.

Así lo revela Lorena Brown, residente en calle Emco, quien tuvo que recibir a los policías y guiarlos en sus pericias.

“Me sentí como una delincuente, pues me realizaron muchas preguntas y tuve que mostrarles casi toda mi casa. Sólo me dijeron que investigan un supuesto túnel”, señala.

La mujer indica que luego de ese difícil episodio quedó muy asustada, por lo que llevó dos perros bravos para que estuvieran vigilando y alertaran el escape de las reclusas.

“Con mi familia quedamos con mucho susto, imagínate si te encuentras con una de ellas caminando adentro en una noche”, dice Brown.

La vecina asegura que durante el día se escuchan gritos de hombres que llaman a las reclusas, con quienes mantienen diálogos durante horas en el sector.

El crudo relato de las dueñas de casa

LORENA BROWN

Vecina del CPF

“Me sentí como una delincuente, pues me realizaron muchas preguntas y tuve que mostrarles toda mi casa (a la policía). Sólo me dijeron que indagaban un supuesto túnel. Quedamos muy asustados”.

MARGARITA OPAZO

Vecina de la cárcel de San Miguel

“Las noches son interminables. Los internos gritan y golpean los barrotes sin parar. Piden ayuda o se amenazan entre ellos. Cuando uno muere en la cárcel, el cortejo pasa por acá y no dudan en disparar”.