Parque Mapocho: Los inconvenientes de un polémico proyecto

Las últimas declaraciones acerca de la reactivación de los estudios del proyecto Mapocho Navegable han reabierto el debate respecto al futuro que tendrá el emblemático torrente capitalino. La propuesta, que sería oficializada durante las celebraciones del Bicentenario, prevé modificar la iniciativa original al reinventar el proyecto como un parque público con servicios concesionados que se ofrecerán a la comunidad. El denominado “Parque Mapocho” proyecta hacer del río un cauce navegable, potenciándolo con espacios turísticos y recreacionales que incluirán entre sus principales atractivos cuatro esclusas, dos lagunas, pasos peatonales, áreas verdes, canchas y restaurantes.

Si bien la recuperación de la ribera del Río Mapocho resulta atractiva, lo cierto es que la propuesta diseñada por el arquitecto Cristián Boza genera más dudas que certezas a la hora de hablar de la viabilidad técnica y los beneficios sociales que tendría el plan. Dichos argumentos se sintetizan en el hecho de que el río es un torrente cordillerano, con alta velocidad del flujo, aguas turbias y turbulentas y de baja profundidad y, sobre todo, de gran pendiente. A la vez, la concesión del proyecto podría terminar por privatizar un eventual parque público, segregando sus usos y excluyendo a quienes estaba dirigido en primera  instancia dicha intervención.

¿Mapocho navegable o Torrente cordillerano?

Las enormes variaciones pluviométricas según la época estival, en un año pueden cambiar de 3 a 800 metros cúbicos por segundo, ponen en cuestión la operatividad del Mapocho Navegable al dificultar el funcionamiento de las piscinas o lagunas. Incluso en invierno, las crecidas pueden llegar a significar una evidente situación de riesgo, ya que a pesar de que las esclusas pueden ser desinfladas en función de que el agua escurra raudamente, está comprobado que éstas aún perturban el flujo normal del torrente. En este sentido, diseñar un sistema de compuertas para estas variaciones gigantescas sería algo completamente desproporcionado, por las grandes dimensiones que requerirían y los altos costos involucrados.

Además, la carga sólida que transporta el río, tanto los sedimentos finos como los de mayor tamaño, tienen como efecto la falta de transparencia de las aguas, inhabilitándola en gran medida para actividades turísticas y deportivas. Pese a que existen técnicas a nivel mundial de oxigenación y decantación para transparentar las aguas, lo concreto es que en el proyecto no existen  estudios hidrológicos pertinentes que den cuenta acerca de los costos y el impacto que tendría el proceso en el valle de Santiago.

¿La privatización del patrimonio público?

Algunos señalan que los puntos en contra no serían solamente técnicos, sino también de orden social, ya que al concesionar el proyecto se privatizaría un patrimonio público, en este caso natural, y una potencial área verde para la ciudadanía. La inversión, cercana a los 25 millones de dólares, se justificaría entonces al asegurar la rentabilidad mediante la construcción de infraestructura privada que restringiera los accesos y usos del parque. En términos concretos, las opciones para que la empresa privada pueda recuperar la inversión son tres: uso y goce de las riberas del río, la extracción de áridos de su cauce y la extracción de residuos sólidos a través de decantadores primarios.

Resulta paradójico que la primera etapa del proyecto pretenda generar un polo de desarrollo en el poniente, específicamente en las 20 hectáreas ubicadas a continuación del Parque de los Reyes hacia el oeste, que supla la carencia de áreas verdes y de esparcimiento en el sector, cuando la privatización de la ribera puede terminar por excluir y segregar finalmente su usos, convirtiéndola en un negocio por sobre un proyecto integrador.

Es evidente la necesidad de construir un parque contiguo en torno a ambas riberas del Río Mapocho, sobre todo en el sector poniente de la capital, pero debemos reflexionar si los mecanismos de gestión que se plantean responden a la calidad y las necesidades de espacio públicos que existen en la actualidad.

Hay que retomar el sentido de áreas como el Parque Forestal, Parque de los Reyes y, más recientemente, el Parque Bicentenario, plasmando un diseño integral que se haga cargo de los campamentos que hay en las riberas así como de los basurales, que reconozca el equilibrio ecológico y geográfico que significa el río, que respete y promueva la relación entre ciudad y cauce, integrando y cohesionando a los ciudadanos comunes, resultan parámetros esenciales para seguir avanzando en la calidad de vida y en la construcción de espacios públicos. Si algo tiene de positivo el proyecto Mapocho Navegable, como sugiere una gran mayoría, es haber puesto en la opinión pública la importancia de profundizar el potencial que tiene el río tanto en términos paisajísticos como en el bienestar general de los santiaguinos.