Columna – El mejor regalo para la ciudad

(La Tercera.20/12/2009)

En este enrarecido espíritu navideño, ante el inminente fracaso de la COP 15 en Copenhague, vale la pena preguntarse cuál sería el mejor regalo para nuestra ciudad. Se trata de pensar qué regalo podría hacernos más felices, más sanos, mejores ciudadanos y aportaría “desde abajo” a mitigar los graves problemas de contaminación y falta de civilidad que aqueja a nuestras ciudades. La respuesta es sólo una: la bicicleta.

Como muchos lectores, tengo hace años una bicicleta de paseo de fin de semana, sin embargo, tal como señalé en otra columna, por motivos administrativos perdí el privilegio de contar con estacionamiento dedicado en la universidad donde trabajo, lo que me llevó a perder horas buscando un lugar en la calle o pagar hasta $ 6 mil por medio día en una clínica cercana. Dicha situación me impulsó a convertirme en ciclista diario, y utilizarla como medio de transporte. A ello contribuyó mi mujer al regalarme para los 40 una bicicleta plegable, que me permite combinar el pedaleo con el uso de Transantiago y Metro. El modelo que ostento es una Strida aro 16, cuyo innovador diseño forma parte de la colección del MoMA, ya que al plegarse queda del tamaño de un coche de guaguas. También existen otros modelos como la Dahon aro 20, o la elegante Bockton que permiten distancias mayores. No son baratas, pero estimo que sólo en bencina, TAG, estacionamiento o taxi la tendré pagada en menos de un año, sin contar los kilos de menos y los años de vida que he ganado.

Salir a la calle significó un total redescubrimiento de la ciudad, su paisaje y su gente. Me di cuenta de que por las rutas que sigo entre mi casa y el trabajo, la diferencia entre auto-en-el-taco y bicicleta era menor a 10 minutos. Por otro lado, la combinación metro-bici me ha regalado experiencias tan memorables como cruzar el eje Bulnes para asistir a una reunión en el Parque Almagro; estar una mañana en el Artequin para luego cruzar el magnífico parque y, vía Metro, encontrarme 30 minutos más tarde en Nueva Las Condes rumbo a otra reunión. Redescubrí los olores y colores de los jacarandás y magnolios en flor, la brisa de la mañana, y más de una vez me sorprendí cantando al viento a solas mientras pedaleaba (al día siguiente dejé de visitar a mi terapeuta). Otro regalo fue la complicidad y simpatía de cientos de ciclistas que descubrí y que antes desde el auto me eran invisibles. Compartir con ellos la satisfacción de encontrar tramos completos de ciclovías que lentamente se levantan en nuestra ciudad, y también la frustración y riesgo que significa su discontinuidad, la agresividad de los automovilistas y el desdén con que los peatones ocupan las ciclovías.

Esta experiencia personal me ha convencido que lejos el mejor regalo para nosotros y nuestra ciudad es una bicicleta, y si es plegable, mucho mejor. En Chile se estima que hay 900 mil y las ventas desde Transantiago en adelante han subido en 20% al año. Ahora que Transantiago está mejorando, bien vale la pena que esos ciclistas “vuelvan” a los buses, pero sin dejar la bicicleta.

Este mes se vende el 50% del total de bicicletas del año, y 65% si hablamos de bicicletas para niños. Es hora que los adultos dejemos de ver la bicicleta como un artículo de paseo, o la máquina de tortura estática de los gimnasios. Tenemos una ciudad y un clima privilegiados, y les aseguro que mejorará ostensiblemente su calidad de vida. Sólo debemos atrevernos, como me sucedió días atrás, que algún conocido en el taco nos vea pasar felices tarareando la canción de Freddy Turbina que dice: “Ya no más vergüenza al pedalear… encontré mi equilibrio espiritual.”