Editorial – Un nuevo plan para Arica

(El Mercurio. 04/11/2009)

Aunque reiteradamente se ha advertido sobre el sostenido decaimiento de la Región de Arica y Parinacota, no se observan reacciones ni imaginación suficientes para revertir su desoladora situación: es la única región que ha perdido población desde el último censo —pese a haber recibido, proporcionalmente, la mayor inmigración—; ella registra una de las más elevadas tasas de cesantía y de pobreza, y la menor tasa de crecimiento del país. Dado que hay más facilidades al otro lado de la frontera y al sur, los chilenos se han volcado a trasladarse a otras regiones, a invertir en Perú y animar el comercio en Tacna.

Arica es de la mayor importancia geoestratégica. Por eso recibió especial impulso durante el gobierno del Presidente Ibáñez. Entonces se abrió una etapa de progresos que no tenía precedentes, pero que no ha tenido continuidad. Los siguientes programas de adelanto se han frustrado, sufre adversidades por las preferencias otorgadas a Iquique, y la Subsecretaría de Desarrollo Regional se resiste a revisar y complementar el plan en favor de Arica. Su reciente reconocimiento como región autónoma, separada de Iquique, poco aportó a su resurgimiento. Más bien fue una medida sin sustentación económica y contraproducente, pues le restó aún más gravitación electoral y política.

Las altas autoridades no visitan la zona por temor fundado a ser objeto de protestas, la sociedad civil está dividida, y los funcionarios y parlamentarios locales reclaman que hay falta de respaldo del gobierno central, del Congreso y de las distintas reparticiones públicas y ministerios, que no asignan prioridad a ese territorio ni a sus presupuestos y servicios.

La agricultura está limitada por insuficientes inversiones en pozos y embalses. Sigue pendiente una planta desalinizadora, indispensable para su población y desarrollo. Presiones ambientalistas restringen la minería. Sus atracciones educacionales, su excepcional clima y ubicación geográfica, oportunidades turísticas y arqueológicas se desaprovechan por falta de apoyo oficial y ausencia de estímulo a los emprendimientos privados. El comercio declina por una caída sostenida de la demanda. El año pasado se cerró la última industria relevante y no hay nuevas empresas significativas. En el antes boyante parque industrial Chacalluta ya no queda ninguna empresa de importancia. Sus recursos pesqueros están amagados por la reclamación peruana y por ambiguas respuestas a la aspiración marítima de Bolivia. Su conectividad con ésta depende de malos caminos y del ferrocarril a La Paz, abandonado. Los efectivos castrenses han disminuido y el control fronterizo se ha probado ineficiente.

Arica tiene un potencial que merece ser aprovechado y puede volver a constituirse en un polo de desarrollo. Las condiciones de Arica y Parinacota, como zonas aisladas y fronterizas, son tanto o más excepcionales que las de la Isla de Pascua, donde no se paga impuesto a la renta ni IVA. Los estímulos tributarios y subsidios existentes no son suficientes: se requiere voluntad política de gobernantes y legisladores para adoptar medidas imaginativas, que combinen apoyo y liberalización de las actividades económicas con mejoramientos en los servicios e inversiones públicas.

Los habitantes de Arica demandan con razón que se repare su postergación, y observan desalentados el inmovilismo para reactivar a esa zona, que es la puerta de entrada a Chile y frontera con dos de nuestros vecinos —ambos con reivindicaciones territoriales.